viernes, 18 de marzo de 2011

cap 40

Cap 40
—Bienvenidos al Imperio Sagrado de Roma. Han sido invitados al palacio de Calígula para disfrutar de una gran bacanal. Muchos de los invitados del emperador han llegado ya. Durante su estancia, sus deseos serán los deseos de Calígula. Pueden sumergirse en sus baños, comer sus uvas, beber su vino, jugar con otros visitantes, disfrutar de cada placer que los aguarda. También pueden elegir solo observar nuestro festival romano de desenfreno. Sea lo que sea lo que elijan, sean respetuosos con los demás y recuerden... cuando estén en Roma, sigan las costumbres de los romanos.
La grabación acabó justo en el momento preciso en el que llegaron a las amplias puertas dobles, bajo una elaborada fachada de construcción romana. El ambiente ya era abrumador.

—¿Debería estar nerviosa? —le preguntó a Tom una vez que se apagó la voz.
—No —dijo él. —Deberías estar... abierta a todo.

Ella se detuvo y lo miró. Había decidido estar preparada para aquello —fuera lo que fuera— cuando había estado con Clodia, cuando era más un juego de disfraces, pero ahora empezaba a preocuparse otra vez.

—¿A qué te refieres con eso?
Su respuesta llegó con un tono sereno y directo.
—Me refiero a que al principio va a asombrarte lo que vas a ver, pero después te relajarás y disfrutarás. Vas a dejarte llevar. Justo como lo hiciste en la Torre Eiffel. Y en la góndola. Y la pasada noche, con Jenelle. Vas a experimentar el mejor de los placeres que has experimentado nunca. Es así de simple.
Ella se quedó inmóvil y en silencio ante él. No sonaba tan simple.
Porque hasta aquel momento, con Tom, siempre se sintió... como si tuviera elección. En todo lo que habían hecho juntos. Sus relaciones sexuales habían alcanzado tal extremo porque ella perdió sus inhibiciones y había deseado que ocurriese.
Pero aquello, en aquel momento, le daba la sensación de que era algo impuesto, a diferencia de las otras cosas que habían hecho. Puede que lo que le aguardara detrás de aquella puerta fuera algo que tuviera que soportar, sin que hubiera salida fácil. La fantasía era al mismo tiempo tentadora e... intimidatoria.

—Estoy un poco asustada —le dijo, decidió hablar con sinceridad. —No estoy segura de que quiera estar ahí, de que quiera hacer esto.
Él se quedó en silencio, pero sus ojos negros la atravesaron cuando una vez más, le colocó las manos sobre la parte superior de los brazos para prepararla.
—¿Te he dado hasta ahora otra cosa que no sea placer?
—No.
—¿Te arrepientes de algo?
—No —ni siquiera de lo que había pasado con Jenelle. Parte de ella había temido sentirse arrepentida o extraña al despertarse esa misma mañana, pero no había sido el caso.

—Nunca planeé que pasara esto, _________. Pero me gusta ayudarte a descubrir a la chica mala que hay en ti. Me gusta llevarte más y más profundamente en esa parte de ti misma. Y esto es solo... el siguiente paso. El último paso. ¿No quieres ver lo que es?
Cuando se lo describió de aquella manera, muy a su pesar, quiso verlo. Así que casi paralizada aunque deseando agradarle —otra vez, siempre—, asintió.
Y lo escuchó decir:
—Buena chica.
Entonces observaron mientras él golpeaba la aldaba grande, dorada y en forma de cabeza de león que había en la puerta del palacio de Calígula.
Quizás había empezado a formarse alguna imagen de lo que ocurría allí, una fiesta hedonista, que seguramente incluía sexo hedonista. Pero no podía haberse imaginado el elaborado ambiente que la aguardaba cuando se abrió la puerta del palacio. Tom otra vez colocó la mano en su región lumbar para dirigirla hacia la expansiva sala.
Había muchos murales que enmarcaban cada pared, y le hacían parecer como si estuvieran en realidad dentro de un enorme palacio, en un vestíbulo alineando con grandes ventanas que revelaban unos jardines romanos perfectamente arreglados con fuentes y un carro de caballos que paseaba por allí. Entre las ventanas se levantaban enormes mesas repletas de uvas, queso y jarras de vino.
Pero los cuadros y la comida no eran —hasta ese momento— la principal atracción. En medio de aquel espacio, había unas grandes columnas que creaban un enorme círculo. Entre cada una de ellas descansaba una cama blanca cubierta por almohadas de dorado metálico que se esparcían por la superficie, y la mayoría estaban ocupadas por gente que iba vestida como Tom y como ella. En el círculo de dentro había dos pequeñas piscinas rectangulares rociadas con lirios de agua, y varias personas, algunas sumergidas con las togas, otras nadando desnudas. Entre los dos baños se levantaba un gran dosel en el que una mujer rubia y atractiva hacía turnos para besarse con dos hombres; los tres estaban desnudos excepto por la corona de laureles que llevaban en la cabeza y parecían preparados para hacer algo más que simplemente besarse.

_________ quería detenerse, intentar absorberlo todo desde la distancia antes de acercarse demasiado, pero otra mujer vestida con toga los dirigió hacia una de las camas vacías.
Echó un vistazo a su alrededor, y se dio cuenta de que la mayoría de los visitantes de las camas observaban a la gente que había en la plataforma, aunque algunos estaban entregados ya a sus propios placeres. Una pareja se besaba, con las manos en las piernas del otro, bajo sus togas y ella fue testigo de cómo una chica sentada detrás de otra se inclinaba para cubrirle los pechos a la segunda mientras un hombre se arrodillaba entre las piernas de la misma chica, y se inclinaba para comerla. En otra cama, había dos hombres musculosos y guapos que se estaban dando el lote.
—Relájate y permítete disfrutar de todo esto —le susurró Tom mientras se acomodaban juntos en la cama. No estaba muy segura de lo que tenía que hacer, así que se sentó con las rodillas dobladas ligeramente ante ella, incapaz de negar cómo de bueno —incluso cómodo—la hacía sentir que Tom le rodeara la cintura con sus brazos desde detrás.
Y durante los primeros segundos, no pudo creer que estuviera observando abiertamente a tanta gente que mantenía relaciones sexuales en una habitación iluminada con luces brillantes, y un desconcierto puro que rodaba la vergüenza la corroyó.
Entonces, algo ocurrió.

Ella se dio cuenta de que nadie más se sentía avergonzado. Simplemente estaban disfrutando de la fantasía, de la bacanal, ya que el club estaba diseñado para que así lo hicieran.
Y se dio cuenta de que era imposible no empezar a sentirse más excitada con cada segundo que pasaba. A cualquier punto en el que recaían sus ojos, algo sensual estaba teniendo lugar.
En la piscina ubicada cerca de ellos, había una mujer desnuda con un ánfora bajo la espalda mientras un hombre le lamía entre las piernas. Una mujer bien proporcionada con una toga emergió de los escalones de la piscina, con el agua extendiéndose por su vestido y dejando sus enormes pechos casi al descubierto, y también su trasero, a través de aquella tela fina. Se tumbó sobre una cama vacía, y después le hizo gestos a un hombre con toga que había cerca y que llevaba una bandeja de uvas en la mano. Fue hacia ella, dejó colgando un racimo de uvas de color púrpura justo por encima de su boca, y permitió que mordiera una de ellas.
En el centro de la habitación, la encantadora rubia estaba ahora colocada sobre sus manos y rodillas en un lujoso diván, y el miembro de uno de los hombres le entraba por detrás, mientras el otro le follaba la boca. _________ nunca había visto algo parecido.
Y aunque podía escucharse la música romanesca —haciéndola imaginar unos cuantos sujetos de Calígula's tocando las liras y los laúdes en alguna esquina distante de la habitación— la melodía estaba interrumpida por los sonidos del sexo: gemidos, suspiros, respiración dificultosa.

Poco a poco, _________ estaba empezando a sentirse más fascinada que asombrada.
Se inclinó para preguntarle a Tom.
—¿Cómo funciona esto? ¿Cuáles son las reglas?
Se dio la vuelta y vio una sonrisa algo recriminatoria.
—Supongo que no has leído lo que has firmado.
Bueno, no muy detenidamente. Había visto la parte de confidencialidad y había firmado con la pluma, estaba demasiado intranquila como para pensar con claridad.
—Quizás no. Así que cuéntamelo.
—Puedes limitarte a mirar si así lo deseas, o follar con quien quieras que se presente. Pero la gente que trabaja aquí hará todo lo que desees tú, darte de comer fruta, tontear contigo o follar si se lo pides.
—Vaya —dijo ella en un suspiro de sorpresa ante la «fiesta» de elecciones que se le presentaban allí. Luego, volvió a mirar a Tom. —¿Y cómo distingues a la gente que trabaja aquí de la gente que no trabaja?
—Por los brazaletes —señaló hacia el chico que todavía dejaba caer las uvas en la boca de la mujer que parecía como si estuviera compitiendo en un concurso de togas mojadas. Una banda de metal dorado rodeaba su antebrazo y, al estudiar atentamente la habitación, _________ se dio cuenta de que había mucha gente que los llevaba. Las mujeres cuyas vulvas estaban siendo comidas en la piscina, por ejemplo. Y los tres amantes que había en la tarima.

Cuando Tom vio que _________ estaba mirando en aquella dirección, le dijo:
—Solo los empleados follan en el escenario central. Tiene turnos durante toda la noche para mantener entretenida a la gente.
Dios, pensó ella, sexo sin parar. Durante toda la noche. ¿Cómo sería trabajar en aquel lugar? ¿Follar en ese diván durante toda la vida? Hasta aquel momento, se imaginaba cada aspecto del comercio sexual como algo sucio, degradante e indeseable, pero durante una décima de segundo, observar a aquella mujer recibiendo un placer tan completo por dos guapos romanos con sus cuerpos musculosos y sus miembros grandes y duras, _________ pensó que quizás aquello no fuera tan malo.

—¿Qué hay de... las enfermedades? —no pudo evitar preguntar.
—Hay preservativos debajo de cada cama —le informó Tom. —Y también juguetes sexuales completamente nuevos —cuando ella abrió los ojos de par en par, él añadió: —es como una especie de mini-bar en un hotel, cualquier cosa que cojas de allí será cargado a tu cuenta.
Incapaz de resistir a la tentación, _________ se inclinó sobre el borde de la cama y echó hacia atrás la manta blanca. En realidad, aparte de un bol poco hondo lleno de preservativos había una increíble variedad de vibradores y otros instrumentos con forma de pene, ¡y algunas cosas que ni siquiera pudo reconocer!
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó él cuando ella se levantó, probablemente con una expresión estupefacta en la cara.
Ella se mordió el labio y contestó con sinceridad.
—Me gusta mucho más lo que veo aquí arriba.
—Ven aquí —le dijo él, después le dio un beso. Alrededor de ellos, notas sensuales de la lira todavía flotaban en el ambiente de la habitación y más gemidos y gruñidos resonaban, creando toda una sinfonía erótica, pero en aquel momento, todo en lo que ella podía fijarse era en Tom. Y cuando levantó la mano hacia su pecho, y lo acarició mientras sus besos descendían hacia su cuello, ni siquiera le importó que pudieran verla los demás.
Con aquella rapidez, de alguna manera se aclimató.
—¿Es tan horrible como habías imaginado? —le susurró al oído, y ella sintió la calidez de su aliento en el cuello.
Se dio cuenta de que su mirada estaba rezagada de nuevo en el trío que había en el centro de la habitación. La rubia ahora se turnaba para chupar a los hombres.
—Es horrible y es... llamativo —dijo ella con suavidad, intentado analizar sus emociones. —¿Cómo es posible que me sienta a la vez horrorizada y... completamente cautivada?
—¿Quizás porque piensas demasiado? —le sugirió él entre unos besos que ahora le atravesaban el pecho.
Ella le lanzó una mirada sensual como respuesta.
—Debe ser genial ser un hombre, sin tener que sentir demasiado ni pensar demasiado.
—Pues se te ha dado muy bien esta semana, nena, y deberías volver a hacerlo ahora mismo.
Desde luego, él tenía razón. Se las había arreglado para descubrir un mundo sexual completamente nuevo con su guía y su habilidad por hacerla deshacerse de la vieja _________ durante aquella semana. Pero estar inmersa en algo tan enteramente escandaloso había amenazado con llevarla de vuelta allí.
Hasta ese momento. Porque no estaba dispuesta a permitirlo.
En lugar de eso, iba a cerrar los ojos. Beber de la sensación que le provocaba los besos de Tom sobre su pecho, su pulgar acariciando su endurecido pezón. Embriagarse con los sonidos de placer que la rodeaban. Y... comerse una uva. Eso era lo que quería hacer. Dejar que un hombre la alimentara con una uva mientras Tom la besaba. Quería ser así de atrevida. Quería dar ese paso. Y justo entonces, levantó la mano para hacerle señales a un guapo moreno que llevaba un brazalete dorado y sujetaba una bandeja de uvas, mientras que Tom deslizaba la mano por la tela blanca diáfana que le cubría los senos, desnudándolos, pero ella no lo detuvo.
No podía hacerlo.

1 comentario:

  1. wow wow wow wow yo quiero una tomasi para mi esta genial aesto no te tardes en subir capi plis

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