Cap 29
Al día siguiente, Tom informó a _________ de que necesitaba hacer unas cuantas llamadas telefónicas a algunos de los artistas que llevaba para Blue Night y que iba a poner las manos libres para que ella pudiera escuchar cómo trataba él con «los talentos».
Así que ella se limitó a escuchar mientras él aliviaba los temores de una banda de rock alternativa cuyo primer CD no estaba causando mucha sensación, como ellos habían esperado. Y mientras él le explicaba a la cantante de Rythm & Blues la razón por la que el anuncio de su próximo y anhelado CD debía ser retrasado otros dos meses. Y cuando la gran estrella de Blue Night, el roquero británico Malcolm Barstow, se quejó con Tom porque la selección de la canción de su próximo CD no le había gustado al fotógrafo que había hecho las fotos para la carátula.
_________ se dio cuenta de que Tom hablaba con cada persona de manera diferente, dependiendo de la personalidad de cada uno y de las cuestiones que les preocupaban, hasta que parecían adecuadamente calmados, aunque con Barstow «calmado» era probablemente un término demasiado optimista. Después de presionar el botón de fin de llamada por última vez, levantó la cabeza del sofá donde se acomodaba con los vaqueros que solía llevar y una camiseta, para mirar a _________, que había estado sentada en una silla con tapizado de satén.
—Ahí lo tienes —le dijo. —El lado oscuro del representante de A&R. ¿Crees que podrás hacerte con ello?
«Ni en el mejor de mis días», se sintió tentada a decirle.
Sabía cómo tratar con Jenkins cuando estaba saturado de trabajo y estresado. Y sabía que cuando Kelly tenía un mal día, lo mejor que podía hacer era estar de acuerdo con ella en todo y al final se calmaría. Sabía cómo arreglar las fotocopiadoras y tenía mucha habilidad con el Microsoft Word, y podía llevar con eficiencia una oficina con una mano atada a la espalda. Aun así, a pesar de que Jenkins y Tom creyeran en ella, no tenía ni idea de cómo iba a encargarse de la gente que probablemente tuviera buenas razones para estar preocupada con unos problemas que posiblemente no tuvieran solución. Y estaba segura de que había hablado con la mayoría de esas personas antes por teléfono, pero solo para pasarles con Jenkins o para asegurarles que ya se había dado la orden de pago, y eso era completamente diferente. La vieja _________ era una buena guía, pero no con estrellas de rock enfadadas e histéricas.
—Tengo que admitir que estoy intimidada con todo lo que acabo de oír —le contestó ella e intentó no sonar tan alucinada como lo estaba.
—Y yo tengo que admitir que normalmente no tengo que hacer tres llamadas telefónicas como estas de golpe. Pero estar fuera supone que se te acumulen un poco las cosas, y parte de la razón por la que están tan enfadados es porque no les he devuelto la llamada cinco minutos después de que hayan intentado contactar conmigo. Los artistas son temperamentales, eso es un hecho en este negocio. Solo tienes que abordar sus necesidades lo mejor que puedas.
Ella asintió y esperó no parecer demasiado preocupada. Como se había asegurado a sí misma cuando él había estado estableciendo contactos con el personal de las discotecas, Tom tenía un don de gente natural, y ella no estaba del todo segura de que pudiera verse a sí misma tan desenvuelta al iniciar una relación, o al tratar con personas que eran difíciles, justo como acababa de hacer Tom.
—¿Sabes lo que necesitas para animarte? —le preguntó él.
De acuerdo, así que estaba claro que sus miedos se le reflejaban todavía en la cara. ¿Qué?
—Ropa interior nueva.
Ella le dedicó una mirada coqueta; se sentía mucho más cómoda con su actual vida social que con la profesional.
—Tienes razón, me debes un par de braguitas, ¿verdad? O dos pares —añadió ella, después de recordar su encuentro en el Fetiche.
—Por suerte para ti, el centro comercial Fashion Show está lo suficientemente cerca como para acercarnos dando un paseo.
—Por suerte para mí, estoy acostándome con un hombre que sabe cosas como esas —le contestó ella con una carcajada.
—Bueno, espero que esto no vaya a conmocionarte mucho, pequeña señorita _________ —le dijo con un guiño de ojos—, pero no será mi primera vez en una tienda de lencería.
Ella soltó un grito burlón, y le dio una palmada en el pecho.
—Y no es solo que no sea el tipo de hombre que se queda ahí de pie en la puerta con los brazos cruzados, mirándose los pies. Voy a ayudarte a elegir tus braguitas.
Ella rió con suavidad.
—No puedo esperar a ver lo que eliges. Y solo para que lo sepas, no soy fácil. Necesito que mi ropa interior sea a la vez cómoda y sexy.
En respuesta, él chasqueó los dedos y murmuró:
—Mie*rda.
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Dos horas más tarde, estaban atravesando Las Vegas Boulevard y hacían su pequeña caminata hasta el elegante y sofisticado centro comercial. Aparte de reemplazar el tanga rojo que habían destrozado la noche anterior, Tom había elegido un tanga negro, un tanga de leopardo con un lazo negro delante, un sujetador bordado y una caja de braguitas de encaje y seda de color lavanda. Iban cogidos de la mano, se besaban mientras caminaban y compraban, se besaron aún más cuando se detuvieron para comprar un par de bocadillos en la cafetería para comer. Después, se abrieron camino de vuelta al Venecia, y Tom cargaba con la pequeña bolsita rosa del centro comercial con una seguridad natural que hizo que _________ se deleitara en la masculinidad de su gesto.
—No a todos los hombres les gusta llevar bolsitas rosas —señaló, impresionada.
Él se limitó a contestar.
—Yo no soy como todos los hombres.
«De eso puedes estar seguro». Era fácilmente el hombre más sexy, más seguro y más seductor que ella había conocido. Y le había dado besos ante los escaparates de ropa interior y entre bocados de sus sándwiches de pavo y —oh, Dios— estaba empezando a resultarle realmente fácil pensar en él como... su novio.
Lo que era un suicidio emocional, ella lo sabía con seguridad.
Él le había dicho que aquello era temporal.
Y ella le estaba mintiendo de todas maneras, por lo que era bueno que aquello fuera temporal.
«Así que deja de pensar en él como si fuera tu novio, como si fuera alguien con el que puedes comprometerte».
Ojalá fuera tan fácil.
El hecho era que ella nunca había sido aquel tipo de mujer, el tipo como Kelly, quien podía involucrarse con alguien en el plano físico sin que eso empezara a preocuparla demasiado. Y se había estado engañando los últimos días, pensando que quizás la nueva _________ sí fuera ese tipo de mujer. Pero ahora que la nueva _________ parecía ser la verdadera _________... bueno, estaba empezando a comprometerse con Tom. E iba a salir herida de todo aquello y se iba a sentir sola y vacía cuando acabara, de eso no le cabía ninguna duda.
La única solución, por el momento, era la misma en la que había estado confiando toda la semana.
«Deja esas ideas a un lado. No pienses en ello. Solo siente».
El la besó cuando se detuvieron en la puerta de su habitación —ya que él tenía más llamadas que hacer y correos que mandar, ella había decidido echarse una siesta— y cuando su lengua bailó con la suya e hizo que su cuerpo se estremeciera desde la cabeza hasta los dedos de los pies, justo como pasaba con cualquier cosa que hacía con él, definitivamente sintió. Lo sintió todo. El placer. La emoción. La necesidad de estar con él. La triste realidad era que ni siquiera le gustaba realmente que tomaran caminos separados para el resto de la tarde. Se había acostumbrado tanto a estar con él casi todo el tiempo durante aquellos últimos días, que era eso lo que la hacía sentirse como la nueva y verdadera _________. La presencia de Tom, su influencia, las cosas que él le hacía pensar, sentir.
—Arréglate para esta noche —le dijo él, aún cogiéndole la mano.
—¿Que me arregle cómo?
Él se encogió de hombros.
—Con un vestido sexy, si tienes.
—¿Por qué?
—Ya lo verás.
Ah, su sorpresa. Casi se había olvidado de ello. Y no podía imaginar dónde había planeado exactamente Tom follársela aquella noche que requiriera que llevara un buen vestido, pero tampoco podía esperar a descubrirlo.
------------------------------------------------------------------------------------------------
—Vaya —dijo Tom cuando ella contestó a la puerta a las seis en punto de aquella tarde. Cuando él la miró rápidamente de arriba abajo, sintió cómo le cosquilleaban los senos y le palpitaba la vulva.
Se mordió el labio, se sentía sexy y sofisticada a la vez.
—¿Te gusta?
—Nena —le dijo, como si aquella fuera una pregunta ridícula. —Ese vestido es... increíble. El aspecto que tienes... seré un hombre con suerte si logro hacer negocios antes de entregarme al placer. El vestido negro de satén colgaba perfectamente sobre sus curvas y revelaba más de su cuerpo que cualquier cosa que hubiera llevado nunca, con unas copas semicirculares en lugar del sujetador que le levantaban el pecho, dejando mucha piel al desnudo. El dobladillo llegaba hasta medio muslo, pero había una abertura a un lado que lo hacía incluso más picante.
Kelly había insistido en que _________ se comprara aquel vestido, pero ella había dejado puesta la etiqueta, porque pensaba que quizás era mejor devolverlo, hasta que Tom le había pedido llevar un vestido sexy antes, lo que había hecho que ella supiera que era perfecto para pasar una noche en Las Vegas, del brazo del hombre vivo más excitante.
Había completado el atuendo con unas sandalias negras de tacón que llevaban unos pequeños diamantes falsos cubriéndole los dedos de los pies, y los pendientes largos de diamantes que había llevado en su boda. Echando la vista atrás, le pareció de mejor utilidad en aquel momento.
Tom también se había vestido muy elegante —más de lo que le había visto antes: —llevaba una camisa blanca lisa, desabrochada, bajo una chaqueta de cuero de color negro, con los pantalones anchos que llevaba normalmente debajo. Como siempre, la cruz de su abuela descansaba cerca de su garganta, visible entre los botones abiertos.
—Tú también estás muy guapo —le dijo, mientras lo miraba de arriba abajo, como él había hecho con ella y no dudó en rezagar la mirada en su entrepierna donde, sin erección, aparecía un bulto muy agradable.
Un enorme espejo con marco dorado colgaba de la pared cerca del ascensor y mientras lo esperaban, _________ no pudo evitar mirarse a los dos y pensar que aquella noche, más que antes incluso, parecía pertenecerle a él, como si fuera alguien fabulosa que se dirigía a una noche de glamorosa diversión; y lo mejor de todo era que, en aquel instante, era verdad.
Tom la llevó al Bouchon, un restaurante francés que había en el Venecia, donde se sentaron en un bonito patio enlosado cerca de la piscina. Después de la cena, compartieron una mousse de chocolate bajo un ambiente de dulce música, del sonido de vasos que brindaban y de elegantes columnas y arcos de piedra. Y _________ intentó con todas sus fuerzas no sentir todo lo romántico que había en ello, aunque era muy difícil de ignorar.
Por un lado, sabía que Tom era un hombre de mundo, y un amante de las mujeres, por lo que el hecho de que él hubiera elegido un restaurante terriblemente romántico seguramente no se debía a otra cosa que a una medida respetable de cariño, una buena cena con alguien de cuya compañía disfrutaba.
Pero cuando lo miraba a los ojos... ¿veía ella algo más?
¿O solo se lo estaba imaginando?
A veces, podía jurar que Tom también estaba enamorándose de ella. Pero entonces... recordaba que un hombre como Tom era tan agradable de forma natural, alguien al que se le daba tan bien hacer que otra persona se sintiera especial, que sabía que era probable que aquellos gestos no significaran nada.
«Y eso está bien —se recordó a sí misma. —Esto es solo una aventura, y es exactamente lo que tú querías que fuera. Sexo sin compromiso».
De la cena se dirigieron al Strip para disfrutar de la velada. Aquella noche, le había explicado Tom, iban a ir a ver a cantantes que trabajaban en los mega resorts que se alineaban en Las Vegas Boulevard.
La idea la impactó. «Oh, esa es la razón por la que me ha pedido que me vistiera elegante». Aquello prometía ser una noche más en la ciudad, como tantas otras que habían compartido hasta el momento, e hizo que la sensación de sorpresa cuando él le habló de no acostumbrarse demasiado a la cama se volviera más un misterio.
:D espero q les este gustando chikas akii les dejo este cao ;) comenten xfis asi subire 2 caps x dia
NOTA:kiero informarles q esta fic no es mia xD es una adaptación y la adaptadora d esta fic con tom se llama norma, solo kiero publicarla aki xq me parece muy buena fic ami me encanto espero q les guste... ADVERTENCIA:NO ES RECOMENDABLE SI ERES UNA PERSONA SENCIBLE A ESTE TIPO DE DESCRPCIONES XD
domingo, 27 de febrero de 2011
sábado, 26 de febrero de 2011
CAP 28
AKII LES DEJO EL Q SIGUE ^^ ALRATO SUBIRE OTRO :)
La respiración de _________ se había vuelto otra vez débil, rápida, y sus movimientos eran más sensuales. Tom cerró las manos sobre su trasero, y estiró los dedos para abarcar de sus nalgas tanto como pudiera, y las masajeó, adaptándose al ritmo que ella había establecido en ese momento para follárselo. Él sintió cómo aumentaba el deseo de _________, cómo se tensaba, y se sintió más que preparado para explotar, pero se contuvo porque supo que ella estaba a punto de alcanzar el orgasmo otra vez.
Sus gemidos se intensificaron, su respiración se volvió superficial.
Él succionó con más fuerza, e introdujo su pezón todo lo que pudo dentro de su boca, mientras escuchaba sus suaves gritos de placer.
Embistió su erección hacia arriba en unos golpes duros y lentos.
Y entonces, ella explotó, y él pudo escuchar también sus sollozos, sintió una ligera caída en su pelvis, después su vulva hundiéndose y hundiéndose, a medida que la inundaba, y su cuerpo entero se movía y deslizaba contra el suyo, creando una fricción perfecta.
Al final, ella se desplomó sobre su pecho, completamente exhausta.
—Oh, Dios mío —susurró por último. —No puedo creer que haya tenido dos orgasmos, como la pasada noche. Él recorrió su pelo sedoso con una de sus manos y le sonrió.
—¿Por qué no?
Ella parecía agotada.
—Bueno, he escuchado todo tipo de historias acerca del orgasmo múltiple, pero... realmente nunca lo había experimentado. .. hasta que te he conocido.
—¿Y cómo ha sido este? —le preguntó él con suavidad.
—Eh... intenso.
—¿Intenso en el buen sentido?
Ella asintió contra su camiseta.
Y él, como por instinto, la puso sobre su espalda, sin ni siquiera salir de ella, hasta que quedó encima, bajó la cabeza para mirarla y a ella se le encendieron las mejillas, en una expresión todavía apasionada. Él pensó que quizás era la primera vez que la miraba tan de cerca. Sus ojos poseían pequeñas motas de dorado y marrón, lo que a él le recordaba a una estrella radiante.
—Bonitos ojos —le susurró sin pensarlo siquiera.
Su sonrisa era sumamente dulce y su voz tierna.
—Gracias.
Y él sintió cómo se le encogía el pecho. Apenas había tenido relaciones sexuales en la postura del misionero. Principalmente, porque solía encontrarlo algo aburrido, y limitado en cierto sentido, pero... ahora no le parecía aburrido. Ahora era como... demasiado para él, estaba demasiado cerca de ella, cara a cara, mirándose a los ojos.
Y él supo que se había sentido cerca de ella antes, durante todas las otras veces que habían estado jugueteando o follando, pero de alguna manera sentía que todo aquello, en aquel preciso instante, era peligroso, como algo de lo que necesitaba alejarse.
Así que él salió de ella, y le dijo:
—Date la vuelta. Ponte de rodillas.
Ella obedeció sin rechistar, y arqueó su precioso trasero en el aire. Su falda colgaba ahora de sus caderas y le ofrecía una vista suntuosa de su vulva abierta antes de que él moldeara sus manos sobre su trasero y empujara su miembro de nuevo dentro de ella.
_________ ahogó un grito y él le dijo:
—Dime que te gusta. Dime que te gusta mucho.
—Oh —gimió ella. Después—, oh, Dios sí, ¡me gusta! Dame más fuerte.
Aquello era todo lo que él deseaba, todo lo que necesitaba. Un polvo bueno y salvaje. Se acordó de sus ojos y se concentró en el pasaje de su vulva todavía húmeda, fuerte, fuerte, fuerte, tanto como pudo, hasta que alcanzó el límite de la gloria y se dejó caer sobre ella, diciéndole:
—Cielos, nena, ¡me estoy corriendo dentro de ti! Ahora.
«Oh, sí», era tan jodidamente bueno derramar su cálida semilla dentro de ella, dejar que se extendiera, finalmente, después de todas aquellas horas de creciente lujuria.
Y cuando él se vació por completo, aquel familiar cansancio lo golpeó y se desplomó sobre ella, haciendo que los dos cayeran sobre la cama, y se quedaron allí, en silencio y de cerca, mientras él escuchaba sus gemidos y se deleitaba con la fragancia de su perfume, una mezcla del rico aroma del sexo, y entonces, se dio cuenta de que no había solucionado nada poniéndola en aquella postura. Todavía se sentía peligrosamente cerca de ella y al parecer, no podía hacer nada por evitarlo.
Mie*rda. Así que se limitó a darle un beso en la mejilla y se dejó llevar al sueño que vino después de su orgasmo.
Un rato más tarde, _________ salió de la cama y se fue al cuarto de baño para asearse un poco. Se quitó los zapatos, después se deshizo de su falda, agotada pero rebosando de una felicidad que no había experimentado nunca antes. Se sentía completamente mareada. Y maravillosa. Por el sexo. Por Tom. Simplemente nunca se había imaginado que pudiera comportarse tan sucia y que aquello le pareciera tan vigorizante. Era como si Tom hubiera descubierto una parte entera de su vida que ella no podía haber experimentado sin él, y todo su cuerpo cantaba con una satisfacción insuperable.
Se miró en el espejo y suspiró felizmente. Se había acostumbrado con rapidez a su nuevo corte de pelo y su nuevo color. Y ahora... incluso estaba acostumbrándose a ser una mujer altamente sexual, a utilizar su cuerpo de la manera exacta en la que había sido diseñado: para concebir placer. Y aquello la golpeó repentinamente una vez más, con una nueva fuerza... la nueva _________ ya no existía realmente, porque aquello ya no era parte de una actuación, alguien que estaba fingiendo ser, o incluso intentando ser. Ahora era realmente la nueva _________, que se sentía completamente en casa con Tom y totalmente a gusto con todo el sexo escandaloso del que habían disfrutado juntos.
Y probablemente aquello fuera una estupidez, probablemente era peligroso que se permitiera preguntárselo siquiera, pero qué pasaba si... ¿qué pasaba si de alguna manera funcionaba todo aquello y Tom no era despedido y tuvieran que seguir trabajando juntos? ¿Qué pasaba si lo que había sucedido en Las Vegas no se quedaba en Las Vegas, después de todo? ¿Qué pasaba si pasaban demasiado tiempo juntos y él se daba cuenta de que estaba loco por ella, más que a nivel físico, y que quizás una relación seria con él no fuera realmente algo tan horrible?
Dejó escapar otro suspiro, esta vez uno de infantil esperanza y, desviando la mirada de su reflejo, se fue de nuevo a la habitación, donde también encontró a Tom, que se había quitado la ropa y se había vuelto a meter bajo las sábanas. Dios, estaba hermoso tumbado allí, todo somnoliento y sexy, y exhausto, debido a ella.
—Las luces del móvil están encendidas, nena —le dijo, con los ojos cerrados.
Ella miró hacia el tocador que había al otro lado de la habitación, donde antes había dejado su bolso y el teléfono. Lo había dejado allí en el hotel cada noche que habían salido fuera, ya que había pensado que el bolso sería un estorbo que no necesitaba, sobre todo porque la tarjeta de Blue Night que poseía Tom cubría todos los gastos de su viaje. Y lo había hecho incluso antes de saber que habría tanto sexo involucrado en su relación, por lo que al final había resultado ser una decisión excelente.
Caminó desnuda hacia la mesa, cogió el teléfono, lo abrió y escuchó el mensaje.
Después reconoció la voz de Jenkins.
—Solo quería saber cómo te iba, _________. Tom me mencionó en un correo que estabas aprendiendo con rapidez y que tenías un buen oído con la música, así que buen trabajo. Sobre todo porque las cosas no parecen muy alentadoras con Claire. No me sorprendería si nos lleva pronto a juicio, y si eso ocurre, ya sabes lo que significa... Tom está fuera y tú dentro.
Oh, mie*rda. Cerró de golpe el teléfono, y deseó que Tom estuviera dormido.
No tuvo tanta suerte.
—¿Algo importante?
—No.
—Entonces, ¿por qué pareces tan preocupada?
Ella se dio la vuelta para mirarlo y vio sus maravillosos ojos marrones abiertos ahora y estudiando su clara preocupación.
—Era Kelly —eludió ella. —Tiene un problema con un hombre, eso es todo.
—Oh —dijo él, echando la cabeza hacia atrás otra vez y acomodándose en la almohada; después, cerró los ojos. —Apaga la luz y ven conmigo a la cama. Quiero abrazarte.
Acababa de mentirle. Hasta aquel momento, solo había sido un engaño, le ocultó algo que la influía mucho, y aquello ya le había parecido lo suficientemente horrible. Pero ahora le mintió intencionada y detenidamente para guardar su sucio secreto.
Y como le había dicho a Kelly cuando todo aquello empezó, odiaba las mentiras.
Hizo todo lo que pudo para reprimir la sensación de culpa mientras apagaba la luz de la mesita y se metía bajo las sábanas con su amante, el hombre al que estaba engañando para robarle el trabajo.
La respiración de _________ se había vuelto otra vez débil, rápida, y sus movimientos eran más sensuales. Tom cerró las manos sobre su trasero, y estiró los dedos para abarcar de sus nalgas tanto como pudiera, y las masajeó, adaptándose al ritmo que ella había establecido en ese momento para follárselo. Él sintió cómo aumentaba el deseo de _________, cómo se tensaba, y se sintió más que preparado para explotar, pero se contuvo porque supo que ella estaba a punto de alcanzar el orgasmo otra vez.
Sus gemidos se intensificaron, su respiración se volvió superficial.
Él succionó con más fuerza, e introdujo su pezón todo lo que pudo dentro de su boca, mientras escuchaba sus suaves gritos de placer.
Embistió su erección hacia arriba en unos golpes duros y lentos.
Y entonces, ella explotó, y él pudo escuchar también sus sollozos, sintió una ligera caída en su pelvis, después su vulva hundiéndose y hundiéndose, a medida que la inundaba, y su cuerpo entero se movía y deslizaba contra el suyo, creando una fricción perfecta.
Al final, ella se desplomó sobre su pecho, completamente exhausta.
—Oh, Dios mío —susurró por último. —No puedo creer que haya tenido dos orgasmos, como la pasada noche. Él recorrió su pelo sedoso con una de sus manos y le sonrió.
—¿Por qué no?
Ella parecía agotada.
—Bueno, he escuchado todo tipo de historias acerca del orgasmo múltiple, pero... realmente nunca lo había experimentado. .. hasta que te he conocido.
—¿Y cómo ha sido este? —le preguntó él con suavidad.
—Eh... intenso.
—¿Intenso en el buen sentido?
Ella asintió contra su camiseta.
Y él, como por instinto, la puso sobre su espalda, sin ni siquiera salir de ella, hasta que quedó encima, bajó la cabeza para mirarla y a ella se le encendieron las mejillas, en una expresión todavía apasionada. Él pensó que quizás era la primera vez que la miraba tan de cerca. Sus ojos poseían pequeñas motas de dorado y marrón, lo que a él le recordaba a una estrella radiante.
—Bonitos ojos —le susurró sin pensarlo siquiera.
Su sonrisa era sumamente dulce y su voz tierna.
—Gracias.
Y él sintió cómo se le encogía el pecho. Apenas había tenido relaciones sexuales en la postura del misionero. Principalmente, porque solía encontrarlo algo aburrido, y limitado en cierto sentido, pero... ahora no le parecía aburrido. Ahora era como... demasiado para él, estaba demasiado cerca de ella, cara a cara, mirándose a los ojos.
Y él supo que se había sentido cerca de ella antes, durante todas las otras veces que habían estado jugueteando o follando, pero de alguna manera sentía que todo aquello, en aquel preciso instante, era peligroso, como algo de lo que necesitaba alejarse.
Así que él salió de ella, y le dijo:
—Date la vuelta. Ponte de rodillas.
Ella obedeció sin rechistar, y arqueó su precioso trasero en el aire. Su falda colgaba ahora de sus caderas y le ofrecía una vista suntuosa de su vulva abierta antes de que él moldeara sus manos sobre su trasero y empujara su miembro de nuevo dentro de ella.
_________ ahogó un grito y él le dijo:
—Dime que te gusta. Dime que te gusta mucho.
—Oh —gimió ella. Después—, oh, Dios sí, ¡me gusta! Dame más fuerte.
Aquello era todo lo que él deseaba, todo lo que necesitaba. Un polvo bueno y salvaje. Se acordó de sus ojos y se concentró en el pasaje de su vulva todavía húmeda, fuerte, fuerte, fuerte, tanto como pudo, hasta que alcanzó el límite de la gloria y se dejó caer sobre ella, diciéndole:
—Cielos, nena, ¡me estoy corriendo dentro de ti! Ahora.
«Oh, sí», era tan jodidamente bueno derramar su cálida semilla dentro de ella, dejar que se extendiera, finalmente, después de todas aquellas horas de creciente lujuria.
Y cuando él se vació por completo, aquel familiar cansancio lo golpeó y se desplomó sobre ella, haciendo que los dos cayeran sobre la cama, y se quedaron allí, en silencio y de cerca, mientras él escuchaba sus gemidos y se deleitaba con la fragancia de su perfume, una mezcla del rico aroma del sexo, y entonces, se dio cuenta de que no había solucionado nada poniéndola en aquella postura. Todavía se sentía peligrosamente cerca de ella y al parecer, no podía hacer nada por evitarlo.
Mie*rda. Así que se limitó a darle un beso en la mejilla y se dejó llevar al sueño que vino después de su orgasmo.
Un rato más tarde, _________ salió de la cama y se fue al cuarto de baño para asearse un poco. Se quitó los zapatos, después se deshizo de su falda, agotada pero rebosando de una felicidad que no había experimentado nunca antes. Se sentía completamente mareada. Y maravillosa. Por el sexo. Por Tom. Simplemente nunca se había imaginado que pudiera comportarse tan sucia y que aquello le pareciera tan vigorizante. Era como si Tom hubiera descubierto una parte entera de su vida que ella no podía haber experimentado sin él, y todo su cuerpo cantaba con una satisfacción insuperable.
Se miró en el espejo y suspiró felizmente. Se había acostumbrado con rapidez a su nuevo corte de pelo y su nuevo color. Y ahora... incluso estaba acostumbrándose a ser una mujer altamente sexual, a utilizar su cuerpo de la manera exacta en la que había sido diseñado: para concebir placer. Y aquello la golpeó repentinamente una vez más, con una nueva fuerza... la nueva _________ ya no existía realmente, porque aquello ya no era parte de una actuación, alguien que estaba fingiendo ser, o incluso intentando ser. Ahora era realmente la nueva _________, que se sentía completamente en casa con Tom y totalmente a gusto con todo el sexo escandaloso del que habían disfrutado juntos.
Y probablemente aquello fuera una estupidez, probablemente era peligroso que se permitiera preguntárselo siquiera, pero qué pasaba si... ¿qué pasaba si de alguna manera funcionaba todo aquello y Tom no era despedido y tuvieran que seguir trabajando juntos? ¿Qué pasaba si lo que había sucedido en Las Vegas no se quedaba en Las Vegas, después de todo? ¿Qué pasaba si pasaban demasiado tiempo juntos y él se daba cuenta de que estaba loco por ella, más que a nivel físico, y que quizás una relación seria con él no fuera realmente algo tan horrible?
Dejó escapar otro suspiro, esta vez uno de infantil esperanza y, desviando la mirada de su reflejo, se fue de nuevo a la habitación, donde también encontró a Tom, que se había quitado la ropa y se había vuelto a meter bajo las sábanas. Dios, estaba hermoso tumbado allí, todo somnoliento y sexy, y exhausto, debido a ella.
—Las luces del móvil están encendidas, nena —le dijo, con los ojos cerrados.
Ella miró hacia el tocador que había al otro lado de la habitación, donde antes había dejado su bolso y el teléfono. Lo había dejado allí en el hotel cada noche que habían salido fuera, ya que había pensado que el bolso sería un estorbo que no necesitaba, sobre todo porque la tarjeta de Blue Night que poseía Tom cubría todos los gastos de su viaje. Y lo había hecho incluso antes de saber que habría tanto sexo involucrado en su relación, por lo que al final había resultado ser una decisión excelente.
Caminó desnuda hacia la mesa, cogió el teléfono, lo abrió y escuchó el mensaje.
Después reconoció la voz de Jenkins.
—Solo quería saber cómo te iba, _________. Tom me mencionó en un correo que estabas aprendiendo con rapidez y que tenías un buen oído con la música, así que buen trabajo. Sobre todo porque las cosas no parecen muy alentadoras con Claire. No me sorprendería si nos lleva pronto a juicio, y si eso ocurre, ya sabes lo que significa... Tom está fuera y tú dentro.
Oh, mie*rda. Cerró de golpe el teléfono, y deseó que Tom estuviera dormido.
No tuvo tanta suerte.
—¿Algo importante?
—No.
—Entonces, ¿por qué pareces tan preocupada?
Ella se dio la vuelta para mirarlo y vio sus maravillosos ojos marrones abiertos ahora y estudiando su clara preocupación.
—Era Kelly —eludió ella. —Tiene un problema con un hombre, eso es todo.
—Oh —dijo él, echando la cabeza hacia atrás otra vez y acomodándose en la almohada; después, cerró los ojos. —Apaga la luz y ven conmigo a la cama. Quiero abrazarte.
Acababa de mentirle. Hasta aquel momento, solo había sido un engaño, le ocultó algo que la influía mucho, y aquello ya le había parecido lo suficientemente horrible. Pero ahora le mintió intencionada y detenidamente para guardar su sucio secreto.
Y como le había dicho a Kelly cuando todo aquello empezó, odiaba las mentiras.
Hizo todo lo que pudo para reprimir la sensación de culpa mientras apagaba la luz de la mesita y se metía bajo las sábanas con su amante, el hombre al que estaba engañando para robarle el trabajo.
viernes, 25 de febrero de 2011
CAP 27
Cap 27
Joder, la deseaba. Y le gustaba. Le gustaba jodidamente, mucho. Demasiado. Y había pasado los últimos días haciendo exactamente lo que se había dicho que no podía permitirse hacer más, especialmente en aquel momento. Había dado rienda suelta a su lujuria, estaba dejando que lo vieran en público con una mujer justo en el momento en el que lo acusaban de aprovecharse de las mujeres, y se había lanzado a todas las oportunidades que se le habían presentado con ella. Sin embargo, había algo en _________ que le hacía imposible parar. Puede que hubiera intentado actuar despreocupada por haber sido «algo más remilgada» antes de aquel momento, pero él todavía sospechaba que había sido mucho más remilgada de lo que confesó y de lo que había demostrado recientemente, y tenía la fuerte sensación de que fue él quien la había convertido en el animal sexual que era ahora. Él sabía que aquello lo hacía un bastardo arrogante, pero le llegaba al alma. Y que Dios lo ayudara, porque la amaba. Lo hacía sentirse como si fuera... un dios. Su dios. Pero también... quería cuidar de ella. Necesitaba hacerlo. Sentía casi como si la estuviera salvando de algo, y tuviera que seguir salvándola.
Normalmente, él no disfrutaba sintiendo ningún tipo de responsabilidad hacia una mujer, pero aquello era diferente, ella era diferente. No le exigía, ni siquiera le pedía, simplemente era así de sincera, había una parte genuina en ella que lo hacía desear mucho más. Quería seguir salvándola, seguir follándosela, seguir riéndose con ella, solo seguir estando con ella.
Por supuesto, en aquel momento, mientras entraban por la parte de atrás al ascensor abarrotado, todo lo que quería era echar un polvo. La necesidad era más que palpable.
Estaba de pie detrás de ella, y dejó que sus brazos se plegaran con ternura alrededor de su cintura, tirando de ella hacia atrás, sabiendo cómo de duro estaba su miembro y que ella podía sentirla presionando con insistencia contra su trasero suave y dulce.
A medida que el ascensor se elevaba, ella se estremeció en sus brazos, alimentando incluso aún más su deseo. Y mie*rda, aquella maldita cosa se detenía planta por planta. Había gente que salía y más gente que entraba. Él se frotó contra ella. No pudo evitarlo. Ella le cubrió los brazos con los suyos, lo apretujó, lo acarició, y al poco tiempo, le clavó suavemente las uñas.
Cuando el ascensor se detuvo al final en su planta, prácticamente saltaron hacia el vestíbulo y él, cogiéndola de la mano, tiró de ella por el silencioso pasillo que llevaba a su habitación.
—Dios mío —dijo ella, desesperada y sin respiración. —No puedo creérmelo.
—¿Qué?
—De verdad puedo sentirlo... descendiendo por mis piernas.
El estaba confuso.
—¿Qué? ¿Qué hay en tus piernas?
—Mi... humedad.
Él se detuvo, y la paró en seco, después su mirada bajó hacia la minifalda y más abajo aún. Estaba claro que había estado manteniendo cerradas las piernas en el ascensor, pero podía ver perfectamente la humedad a la que se refería, sobre la parte interior de sus muslos y bajo el dobladillo de la falda.
—Cielo santo.
Incapaz de mantener el control, siguió sus instintos, empujándola hacia una de las paredes lujosamente decoradas, cayó a sus rodillas, le abrió las piernas y con intensidad, le lamió la parte interior de los muslos.
El sabor dulce salado de su orgasmo recibía su lengua e hizo que el corazón le latiera con más rapidez, y que cada músculo de su cuerpo se tensara con un deseo puro e intenso. Parecía como si su miembro le quemara debajo de la cremallera; estaba ahora tan rígida que le dolía.
Le lamió un muslo, después el otro, y escuchó sus gemidos suaves e incontrolables, consciente de que todavía estaba temblando y ahora se aferraba indefensa contra la pared que tenía detrás, extendiendo los dedos sobre el papel y curvándolos hacia dentro como si pudiera agarrarse a alguna parte. Y él ni siquiera había llegado a ningún lugar cercano de su vulva.
—Dios, Tom. Vamos a la habitación. Ahora. Por favor. O voy a morirme.
Él casi le creyó. Tampoco se había sentido nunca tan atormentado por el deseo.
Recorrieron lo que quedaba de pared en el pasillo, pero tuvo que concentrarse para conseguir sacarse la cartera del bolsillo y sacar la llave tarjeta que había dentro.
Ella atravesó el gran vestíbulo y la zona del salón directamente hacia la habitación, con Tom pisándole los talones. Y entonces, justo cuando pensaba que ella no podía sorprenderlo más de lo que ya lo había hecho, lo hizo. Cuando entró en la habitación, ella se dio la vuelta, le agarró de los antebrazos y lo empujó con fuerza hacia la cama. Él se dejó caer sin dificultad. No había esperado nada de aquello. Después observó como la pequeña _________, excitante y hambrienta, se montaba a horcajadas sobre sus muslos y empezaba a desabrochar vorazmente la hebilla de su pantalón, justo como había hecho la noche anterior, sólo que ahora lo hacía con más fervor aún.
Unos segundos más tarde, liberó su hambriento miembro y él la ayudó a abrirse más los pantalones y bajarse los calzoncillos. Y entonces, ella lo montó, descendiendo su vulva húmeda, cálida y tensa hacia él con tanta rapidez e intensidad que ambos soltaron un grito.
Oh, cielos, justo como antes, la sensación de encontrarse piel contra piel casi lo abrumaba. Ella lo cabalgaba como una vaquera salvaje, al mismo tiempo que se sacaba la camiseta por la parte de arriba de la cabeza. Debajo de ella, llevaba un sexy sujetador de color rojo, de corte bajo, las redondas curvas de sus pechos se arqueaban hacia arriba. Un cálido placer la inundó, el puro placer del sexo, pero también el inesperado deleite que le producía ver a _________ conseguir lo que quería de él, tan grosera y sucia.
—Necesito más de esos hermosos pechos tuyos —le dijo a través de la mandíbula apretada, después tendió la mano para bajarle las copas con los bordes de encaje de su sujetador para que solo perfilaran los dos preciosos montes de carne. Ella jadeaba excitada, después gimió cuando él los cubrió con sus manos y los estrujó, modelando su exuberante suavidad, sintiendo aquellos pezones duros que señalaban hacia las palmas de sus manos.
Y entonces, los movimientos de _________ se volvieron más lentos, solo un poco, después más rítmicos, y cerró los ojos, y él supo en ese instante y así de rápido que pronto alcanzaría el éxtasis.
—Oh, Dios, cariño —le ronroneó ella, después con más suavidad—, sí. Ahora. Sí.
Echó la cabeza hacia atrás y él sintió cómo la golpeaba el orgasmo y observó sus pechos balancearse de un lado a otro, todo su cuerpo sacudiéndose ligeramente, una y otra vez. Joder, estaba preciosa cuando se corría.
Por supuesto, la mayoría de las mujeres lo estaban, pero cuando _________ alcanzaba el clímax, él no podía evitar ver a la formal chica de oficina en su mente, y el contraste entre aquella visión y la otra hacía que todo fuese incluso más increíble aún.
—Oh, vaya —suspiró ella, mientras su cuerpo se inclinaba ligeramente hacia delante, con una sexy sonrisa de alivio invadiendo su cara cuando se encontró con su mirada.
—Ha sido muy rápido —dijo él con una sonrisa, quedándose quieto durante un momento, solo para dejar que ella se recuperara.
—Ya te dije que estaba muy cerca.
—Me encanta que hayas estado excitada toda la maldita noche.
Ella asintió, sonrió y perezosamente se lamió los labios, confirmando, en realidad, que había sido así. Y por alguna razón, él se acordó de que ella había estado intentando aquella postura en la bañera la pasada noche, y casi lo ahoga, lo que él pensaba que era jodidamente atractivo.
—Este es un lugar mejor para que puedas estar arriba —le dijo, y apretó los dientes de nuevo, mientras empezaba a empujar hacia arriba contra su piel cálida y empapada.
Mientras ella comenzaba a recibir sus embestidas, su respuesta llegó entre jadeos, entre los golpes.
—Esta es... la primera vez... que lo hemos hecho... en una cama.
La respiración de Tom se volvió igual de irregular.
—No... le cojas tanto cariño... a la cama, nena.
—Es... una sorpresa —a Tom se le había ocurrido algo en la góndola, cuando habían empezado a hablar sucio, cuando él la había hecho fantasear con la idea de follársela en el bote.
—¿Otra sorpresa?
—Para mañana por la noche. Y te prometo... que te gustará. Ahora déjame... tocarte y disfrutarte
Ella se mordió el labio, se inclinó hacia delante, le puso los brazos a ambos lados de la cabeza, y dejó que sus hermosos pechos le colgaran sobre la cara. El capturó uno de los erectos pezones entre sus labios y dejó que la firmeza de su lengua le volviera loco mientras lo lamía, en un beso intenso; después succionó.
Sobre él, los gemidos de _________ inundaban la habitación y él entendió que sus pechos eran incluso más sensibles de lo que había imaginado. Se dirigió hacia el otro pecho, y tiró de su preciosa bolita con la boca, mientras todavía empujaba su miembro en la calurosa bienvenida de su vulva.
—Oh, cielo —le dijo ella entre jadeos, mientras él le chupaba con más intensidad aún, y cuando ella se arqueó, él recibió todo lo que pudo de su suave y femenina piel.
akii esta el otro capii nnas ojala les guste ;)
Joder, la deseaba. Y le gustaba. Le gustaba jodidamente, mucho. Demasiado. Y había pasado los últimos días haciendo exactamente lo que se había dicho que no podía permitirse hacer más, especialmente en aquel momento. Había dado rienda suelta a su lujuria, estaba dejando que lo vieran en público con una mujer justo en el momento en el que lo acusaban de aprovecharse de las mujeres, y se había lanzado a todas las oportunidades que se le habían presentado con ella. Sin embargo, había algo en _________ que le hacía imposible parar. Puede que hubiera intentado actuar despreocupada por haber sido «algo más remilgada» antes de aquel momento, pero él todavía sospechaba que había sido mucho más remilgada de lo que confesó y de lo que había demostrado recientemente, y tenía la fuerte sensación de que fue él quien la había convertido en el animal sexual que era ahora. Él sabía que aquello lo hacía un bastardo arrogante, pero le llegaba al alma. Y que Dios lo ayudara, porque la amaba. Lo hacía sentirse como si fuera... un dios. Su dios. Pero también... quería cuidar de ella. Necesitaba hacerlo. Sentía casi como si la estuviera salvando de algo, y tuviera que seguir salvándola.
Normalmente, él no disfrutaba sintiendo ningún tipo de responsabilidad hacia una mujer, pero aquello era diferente, ella era diferente. No le exigía, ni siquiera le pedía, simplemente era así de sincera, había una parte genuina en ella que lo hacía desear mucho más. Quería seguir salvándola, seguir follándosela, seguir riéndose con ella, solo seguir estando con ella.
Por supuesto, en aquel momento, mientras entraban por la parte de atrás al ascensor abarrotado, todo lo que quería era echar un polvo. La necesidad era más que palpable.
Estaba de pie detrás de ella, y dejó que sus brazos se plegaran con ternura alrededor de su cintura, tirando de ella hacia atrás, sabiendo cómo de duro estaba su miembro y que ella podía sentirla presionando con insistencia contra su trasero suave y dulce.
A medida que el ascensor se elevaba, ella se estremeció en sus brazos, alimentando incluso aún más su deseo. Y mie*rda, aquella maldita cosa se detenía planta por planta. Había gente que salía y más gente que entraba. Él se frotó contra ella. No pudo evitarlo. Ella le cubrió los brazos con los suyos, lo apretujó, lo acarició, y al poco tiempo, le clavó suavemente las uñas.
Cuando el ascensor se detuvo al final en su planta, prácticamente saltaron hacia el vestíbulo y él, cogiéndola de la mano, tiró de ella por el silencioso pasillo que llevaba a su habitación.
—Dios mío —dijo ella, desesperada y sin respiración. —No puedo creérmelo.
—¿Qué?
—De verdad puedo sentirlo... descendiendo por mis piernas.
El estaba confuso.
—¿Qué? ¿Qué hay en tus piernas?
—Mi... humedad.
Él se detuvo, y la paró en seco, después su mirada bajó hacia la minifalda y más abajo aún. Estaba claro que había estado manteniendo cerradas las piernas en el ascensor, pero podía ver perfectamente la humedad a la que se refería, sobre la parte interior de sus muslos y bajo el dobladillo de la falda.
—Cielo santo.
Incapaz de mantener el control, siguió sus instintos, empujándola hacia una de las paredes lujosamente decoradas, cayó a sus rodillas, le abrió las piernas y con intensidad, le lamió la parte interior de los muslos.
El sabor dulce salado de su orgasmo recibía su lengua e hizo que el corazón le latiera con más rapidez, y que cada músculo de su cuerpo se tensara con un deseo puro e intenso. Parecía como si su miembro le quemara debajo de la cremallera; estaba ahora tan rígida que le dolía.
Le lamió un muslo, después el otro, y escuchó sus gemidos suaves e incontrolables, consciente de que todavía estaba temblando y ahora se aferraba indefensa contra la pared que tenía detrás, extendiendo los dedos sobre el papel y curvándolos hacia dentro como si pudiera agarrarse a alguna parte. Y él ni siquiera había llegado a ningún lugar cercano de su vulva.
—Dios, Tom. Vamos a la habitación. Ahora. Por favor. O voy a morirme.
Él casi le creyó. Tampoco se había sentido nunca tan atormentado por el deseo.
Recorrieron lo que quedaba de pared en el pasillo, pero tuvo que concentrarse para conseguir sacarse la cartera del bolsillo y sacar la llave tarjeta que había dentro.
Ella atravesó el gran vestíbulo y la zona del salón directamente hacia la habitación, con Tom pisándole los talones. Y entonces, justo cuando pensaba que ella no podía sorprenderlo más de lo que ya lo había hecho, lo hizo. Cuando entró en la habitación, ella se dio la vuelta, le agarró de los antebrazos y lo empujó con fuerza hacia la cama. Él se dejó caer sin dificultad. No había esperado nada de aquello. Después observó como la pequeña _________, excitante y hambrienta, se montaba a horcajadas sobre sus muslos y empezaba a desabrochar vorazmente la hebilla de su pantalón, justo como había hecho la noche anterior, sólo que ahora lo hacía con más fervor aún.
Unos segundos más tarde, liberó su hambriento miembro y él la ayudó a abrirse más los pantalones y bajarse los calzoncillos. Y entonces, ella lo montó, descendiendo su vulva húmeda, cálida y tensa hacia él con tanta rapidez e intensidad que ambos soltaron un grito.
Oh, cielos, justo como antes, la sensación de encontrarse piel contra piel casi lo abrumaba. Ella lo cabalgaba como una vaquera salvaje, al mismo tiempo que se sacaba la camiseta por la parte de arriba de la cabeza. Debajo de ella, llevaba un sexy sujetador de color rojo, de corte bajo, las redondas curvas de sus pechos se arqueaban hacia arriba. Un cálido placer la inundó, el puro placer del sexo, pero también el inesperado deleite que le producía ver a _________ conseguir lo que quería de él, tan grosera y sucia.
—Necesito más de esos hermosos pechos tuyos —le dijo a través de la mandíbula apretada, después tendió la mano para bajarle las copas con los bordes de encaje de su sujetador para que solo perfilaran los dos preciosos montes de carne. Ella jadeaba excitada, después gimió cuando él los cubrió con sus manos y los estrujó, modelando su exuberante suavidad, sintiendo aquellos pezones duros que señalaban hacia las palmas de sus manos.
Y entonces, los movimientos de _________ se volvieron más lentos, solo un poco, después más rítmicos, y cerró los ojos, y él supo en ese instante y así de rápido que pronto alcanzaría el éxtasis.
—Oh, Dios, cariño —le ronroneó ella, después con más suavidad—, sí. Ahora. Sí.
Echó la cabeza hacia atrás y él sintió cómo la golpeaba el orgasmo y observó sus pechos balancearse de un lado a otro, todo su cuerpo sacudiéndose ligeramente, una y otra vez. Joder, estaba preciosa cuando se corría.
Por supuesto, la mayoría de las mujeres lo estaban, pero cuando _________ alcanzaba el clímax, él no podía evitar ver a la formal chica de oficina en su mente, y el contraste entre aquella visión y la otra hacía que todo fuese incluso más increíble aún.
—Oh, vaya —suspiró ella, mientras su cuerpo se inclinaba ligeramente hacia delante, con una sexy sonrisa de alivio invadiendo su cara cuando se encontró con su mirada.
—Ha sido muy rápido —dijo él con una sonrisa, quedándose quieto durante un momento, solo para dejar que ella se recuperara.
—Ya te dije que estaba muy cerca.
—Me encanta que hayas estado excitada toda la maldita noche.
Ella asintió, sonrió y perezosamente se lamió los labios, confirmando, en realidad, que había sido así. Y por alguna razón, él se acordó de que ella había estado intentando aquella postura en la bañera la pasada noche, y casi lo ahoga, lo que él pensaba que era jodidamente atractivo.
—Este es un lugar mejor para que puedas estar arriba —le dijo, y apretó los dientes de nuevo, mientras empezaba a empujar hacia arriba contra su piel cálida y empapada.
Mientras ella comenzaba a recibir sus embestidas, su respuesta llegó entre jadeos, entre los golpes.
—Esta es... la primera vez... que lo hemos hecho... en una cama.
La respiración de Tom se volvió igual de irregular.
—No... le cojas tanto cariño... a la cama, nena.
—Es... una sorpresa —a Tom se le había ocurrido algo en la góndola, cuando habían empezado a hablar sucio, cuando él la había hecho fantasear con la idea de follársela en el bote.
—¿Otra sorpresa?
—Para mañana por la noche. Y te prometo... que te gustará. Ahora déjame... tocarte y disfrutarte
Ella se mordió el labio, se inclinó hacia delante, le puso los brazos a ambos lados de la cabeza, y dejó que sus hermosos pechos le colgaran sobre la cara. El capturó uno de los erectos pezones entre sus labios y dejó que la firmeza de su lengua le volviera loco mientras lo lamía, en un beso intenso; después succionó.
Sobre él, los gemidos de _________ inundaban la habitación y él entendió que sus pechos eran incluso más sensibles de lo que había imaginado. Se dirigió hacia el otro pecho, y tiró de su preciosa bolita con la boca, mientras todavía empujaba su miembro en la calurosa bienvenida de su vulva.
—Oh, cielo —le dijo ella entre jadeos, mientras él le chupaba con más intensidad aún, y cuando ella se arqueó, él recibió todo lo que pudo de su suave y femenina piel.
akii esta el otro capii nnas ojala les guste ;)
CAP 26
Sus ojos la miraban apasionadamente.
—Sí, está claro que lo has hecho. Pero durante el día, la gente se queda alrededor del canal para ver pasar a las góndolas. No creí que fuera una buena idea, a no ser que quieras que aparezcamos en la prensa sensacionalista, como portada del National Enquirer cerca del último bebé alienígena.
—Oh —dijo ella. —Bueno, supongo que esa es una preocupación válida. Pero solo para que quede claro, si empezaras a besarme mientras nos miran miles de personas, aun así no creo que fuera capaz de resistirme.
Él ladeó la cabeza, con una expresión especulativa en la cara.
—No puedo superarte. Eres la última chica con la que hubiera imaginado divertirme tanto.
—¿Y qué es exactamente lo que te hizo pensar que era tan correcta y remilgada al principio?
—Bueno, no te tomes mal lo que voy a decir, pero llevo viéndote en la oficina cada semana durante los últimos años y tenía la impresión de que eras... una mujer buena y dependiente que... probablemente pensaba que yo era alguien con el que había que tener cuidado.
Algo de la _________ nueva y atrevida quería convencerlo de que estaba completamente equivocado, que la había etiquetado como algo diferente, pero nunca se le había dado bien mentir, la honestidad aparecía simplemente con mucha más naturalidad.
—Bueno, quizás era un poco más remilgada cuando estaba con Wayne. Pero ahora, no tengo razón por la que deba ser así. Y en cuanto a lo que pensaba de ti...
—¿Sí?
De alguna manera, odiaba tener que decirle lo que él ya sabía pero... una vez más, no se le daba bien no ser honesta. En realidad, cuanto más lo conocía, más fácil le resultaba hablarle con el corazón.
—Pensaba... pensaba que con aquellos vaqueros rasgados eras el hombre más sexy que había visto nunca.
Él bajó la barbilla, tenía un aspecto totalmente provocativo.
—¿De verdad?
Ella esperó que la inclinación de su cabeza le pareciera más sexy que tímida.
En cualquier caso, él le pasó el brazo alrededor de sus hombros y la acercó a él, mientras que con su otra mano le levantaba las piernas y las ponía alrededor de su regazo. Y se inclinó un poco más, su susurro resonaba tan sensual como la noche.
—Tú sí que eres condenadamente sexy.
Estar tan cerca de él, pero sin besarlo, la hizo excitarse aún más. Solo mirando sus ojos aparecía esa sensación de posesión otra vez, esa sensación de pertenecerle, de querer abandonarse a su merced sexual.
—¿Todavía quieres que nos liemos? —le preguntó ella.
—Oh, sí —le contestó, y después se inclinó para darle un beso largo y suave.
La canción italiana del gondolero impregnaba la brisa de la noche, con su voz fuerte y profunda, a medida que el bote privado se deslizaba por la suave superficie del canal. Estaba de pie detrás de ellos, guiando el bote, pero había un gran toldo que ensombrecía el asiento y lo hacía casi imperceptible, y gracias a Dios, los besos de Tom se hicieron más y más apasionados. En poco tiempo, su respiración se volvió más forzada mientras un intenso calor se abría camino por sus muslos. No estaba segura de si alguna vez en la vida se había sentido tan excitada por simples besos. Como de costumbre, cuando su boca descendió por su cuello, ella pensó que iba a estallar. Escalofríos de placer se curvaban alrededor de sus brazos, sus pechos, y la región lumbar le dolió con una necesidad dura y sensual.
Cuando terminó la canción del gondolero, _________ y Tom se detuvieron y miraron por encima del hombro, en el caso de que fuera a hablarles, pero cuando simplemente empezó a cantar otra melodía detrás de ellos, volvieron a empezar con los besos.
Hasta que Tom bajó la mano entre sus piernas.
La sensación palpitaba en su interior, creando una necesidad enloquecedora.
—Por favor —se escuchó a sí misma susurrarle con un tono de voz ronca—, más.
Abrió las piernas ligeramente y sintió cómo sus dedos descendían, lentamente, muy lentamente, hasta encontrar su húmeda abertura.
—Mmm —suspiró ella, incapaz de resistirse, y afortunadamente el gondolero cantaba tan felizmente alto, mientras su paseo avanzaba a través de unas aguas prácticamente privadas y oscuras.
—Todavía estás excitada y pegajosa para mí —le jadeó Tom al oído.
Ella asintió.
—Mmm. Sí.
Él le invadió la boca con su lengua una vez más, la besó con intensidad, posesivamente, de nuevo tomando posesión de ella, justo como _________ quería, hasta que le dijo:
—Dios, te necesito, cariño.
—Pronto me tendrás, en lo más profundo de tu perfecta y pequeña vulva.
La parte del cuerpo a la que aludió se convulsionó involuntariamente alrededor de las yemas de sus dedos, y ambos dejaron escapar un jadeo pesado.
—Jesús —susurró él. —Estás tan preparada, nena —ella nunca lo había oído tan intensamente excitado. O sentido de aquella manera, con todo su cuerpo ardiendo por una avidez precipitada y animal.
—Yo... casi no puedo controlarme. Casi quisiera follarte aquí mismo.
Un calor sin precedente invadió sus ojos.
—Solo un poco más —le prometió.
—Deberías... deberías dejar de acariciarme ahora. O... o no sé que voy a hacer.
Él retiró su mano a un lado y ambos dejaron escapar gemidos de frustración incluso aunque ella había insistido en que lo dejara. Aun así, él no pareció poder dejar de tocarla por completo, ya que deslizó la mano hacia arriba y le cubrió un lado del pecho, y le acarició con el pulgar el pezón endurecido casi dolorosamente.
Un gemido de placer incontrolable se escapó de ella cuando él se inclinó para preguntarle, con el tono de voz más sucio que ella había escuchado antes:
—¿Te excita imaginar lo que pueda pasar? ¿Follarme aquí mismo, en este preciso instante, delante del gondolero, delante de la gente que se arremolina alrededor de nosotros, bajo la oscuridad? ¿No te hace alcanzar el éxtasis imaginarte que todo el canal está alineado con gente, pero que no puedes controlarte, así que te subes la falda y te montas encima de mi miembro y me follas como una loca mientras todos nos miran?
Oh, cielos, las imágenes que habían suscitado sus palabras le daban vueltas a la cabeza y hacían que su vulva palpitase con una necesidad dura y cruda. Él seguía acariciándole el pecho, enloqueciéndola más con cada una de sus caricias, y ella se escuchó a sí misma hablándole con una sinceridad todavía más desenfrenada.
—Sí. Oh, sí.
—Cuéntame —le pidió él, con una voz baja y exigente. —Cuéntame cómo llegas a él.
—Es... como en la piscina —intentó explicarle, sin aliento, cada fibra de su ser se volvía más hambrienta con cada segundo que pasaba. —Como ya te dije una vez, lo haría contigo en una cama si pudiera o si no, no me importaría hacerlo delante de toda esa gente. Y ahora mismo, me montaría a horcajadas sobre ti y cabalgaría tan intensamente sobre esa precioso y grande mienbro tuyo... Te follaría bien, cariño, hasta que me corriera encima de ti.
Él estaba besándola de nuevo, con más intensidad esta vez, sus bocas forcejeaban por tener más de cada uno de alguna manera.
Y entonces, el gondolero dejó de cantar otra vez.
Y ambos se quedaron quietos, y miraron de nuevo por encima del hombro.
Y esta vez, él volvió la vista atrás.
—Espero que hayan disfrutado de su paseo en góndola, aquí en el Venecia. Que pasen una maravillosa noche.
Dios, ya habían vuelto al embarcadero. Ella ni siquiera se había dado cuenta, había perdido cualquier noción de espacio y tiempo, y de todo lo demás. No podía hablar, la respiración le temblaba demasiado, pero Tom se las arregló para sentarse recto y decirle al gondolero:
—Ha sido genial. Gracias otra vez por el favor —mientras, _________ se esforzaba por calmarse y actuar normalmente mientras salían de allí.
Después de haber caminado un rato, cogidos de la mano con fuerza, Tom le dijo:
—¿Estás bien, nena?
—No —le contestó ella. —Me estoy volviendo loca. Creo que podría correrme aquí mismo si vuelves a besarme.
Caminaron rápidamente hacia la línea de puertas que conducían al interior del hotel.
—Solo aguanta, cariño, un poco más, y te prometo que daré lo mejor de mí mismo.
Su voz era tranquilizante, pero cuando le apretó la mano, su vulva reaccionó con más humedad todavía, y ella empezó a preocuparse —esperaba que irracionalmente— y se preguntó si podía emitir tanta humedad que, sin bragas, aquello empezara a descenderle por las piernas. ¿Era posible que pasara una cosa así? Temió poder descubrirlo pronto.
—Date prisa —le dijo ella, y después tiró de él hacia delante, hasta romper en un ligero trote.
Tom había estado con mujeres ardientes antes. Él mismo se había sentido así también. Pero no se acordaba de haber tenido que correr nunca para llegar a un lugar en el que tener relaciones sexuales, desde su juventud.
Y _________ no era la única ardiente ahí. Él estaba sencillamente igual de ansioso que ella, así que se dejó arrastrar a través de las puertas del hotel Venecia y después por el casino hasta llegar a los ascensores. Se sentía como si fuera a explotar dentro de sus pantalones si no llegaban pronto a la habitación.
:D gracias x sus coments nnas me hacen feliz :) les subo este y alrao subo el 27 comenten ;)
—Sí, está claro que lo has hecho. Pero durante el día, la gente se queda alrededor del canal para ver pasar a las góndolas. No creí que fuera una buena idea, a no ser que quieras que aparezcamos en la prensa sensacionalista, como portada del National Enquirer cerca del último bebé alienígena.
—Oh —dijo ella. —Bueno, supongo que esa es una preocupación válida. Pero solo para que quede claro, si empezaras a besarme mientras nos miran miles de personas, aun así no creo que fuera capaz de resistirme.
Él ladeó la cabeza, con una expresión especulativa en la cara.
—No puedo superarte. Eres la última chica con la que hubiera imaginado divertirme tanto.
—¿Y qué es exactamente lo que te hizo pensar que era tan correcta y remilgada al principio?
—Bueno, no te tomes mal lo que voy a decir, pero llevo viéndote en la oficina cada semana durante los últimos años y tenía la impresión de que eras... una mujer buena y dependiente que... probablemente pensaba que yo era alguien con el que había que tener cuidado.
Algo de la _________ nueva y atrevida quería convencerlo de que estaba completamente equivocado, que la había etiquetado como algo diferente, pero nunca se le había dado bien mentir, la honestidad aparecía simplemente con mucha más naturalidad.
—Bueno, quizás era un poco más remilgada cuando estaba con Wayne. Pero ahora, no tengo razón por la que deba ser así. Y en cuanto a lo que pensaba de ti...
—¿Sí?
De alguna manera, odiaba tener que decirle lo que él ya sabía pero... una vez más, no se le daba bien no ser honesta. En realidad, cuanto más lo conocía, más fácil le resultaba hablarle con el corazón.
—Pensaba... pensaba que con aquellos vaqueros rasgados eras el hombre más sexy que había visto nunca.
Él bajó la barbilla, tenía un aspecto totalmente provocativo.
—¿De verdad?
Ella esperó que la inclinación de su cabeza le pareciera más sexy que tímida.
En cualquier caso, él le pasó el brazo alrededor de sus hombros y la acercó a él, mientras que con su otra mano le levantaba las piernas y las ponía alrededor de su regazo. Y se inclinó un poco más, su susurro resonaba tan sensual como la noche.
—Tú sí que eres condenadamente sexy.
Estar tan cerca de él, pero sin besarlo, la hizo excitarse aún más. Solo mirando sus ojos aparecía esa sensación de posesión otra vez, esa sensación de pertenecerle, de querer abandonarse a su merced sexual.
—¿Todavía quieres que nos liemos? —le preguntó ella.
—Oh, sí —le contestó, y después se inclinó para darle un beso largo y suave.
La canción italiana del gondolero impregnaba la brisa de la noche, con su voz fuerte y profunda, a medida que el bote privado se deslizaba por la suave superficie del canal. Estaba de pie detrás de ellos, guiando el bote, pero había un gran toldo que ensombrecía el asiento y lo hacía casi imperceptible, y gracias a Dios, los besos de Tom se hicieron más y más apasionados. En poco tiempo, su respiración se volvió más forzada mientras un intenso calor se abría camino por sus muslos. No estaba segura de si alguna vez en la vida se había sentido tan excitada por simples besos. Como de costumbre, cuando su boca descendió por su cuello, ella pensó que iba a estallar. Escalofríos de placer se curvaban alrededor de sus brazos, sus pechos, y la región lumbar le dolió con una necesidad dura y sensual.
Cuando terminó la canción del gondolero, _________ y Tom se detuvieron y miraron por encima del hombro, en el caso de que fuera a hablarles, pero cuando simplemente empezó a cantar otra melodía detrás de ellos, volvieron a empezar con los besos.
Hasta que Tom bajó la mano entre sus piernas.
La sensación palpitaba en su interior, creando una necesidad enloquecedora.
—Por favor —se escuchó a sí misma susurrarle con un tono de voz ronca—, más.
Abrió las piernas ligeramente y sintió cómo sus dedos descendían, lentamente, muy lentamente, hasta encontrar su húmeda abertura.
—Mmm —suspiró ella, incapaz de resistirse, y afortunadamente el gondolero cantaba tan felizmente alto, mientras su paseo avanzaba a través de unas aguas prácticamente privadas y oscuras.
—Todavía estás excitada y pegajosa para mí —le jadeó Tom al oído.
Ella asintió.
—Mmm. Sí.
Él le invadió la boca con su lengua una vez más, la besó con intensidad, posesivamente, de nuevo tomando posesión de ella, justo como _________ quería, hasta que le dijo:
—Dios, te necesito, cariño.
—Pronto me tendrás, en lo más profundo de tu perfecta y pequeña vulva.
La parte del cuerpo a la que aludió se convulsionó involuntariamente alrededor de las yemas de sus dedos, y ambos dejaron escapar un jadeo pesado.
—Jesús —susurró él. —Estás tan preparada, nena —ella nunca lo había oído tan intensamente excitado. O sentido de aquella manera, con todo su cuerpo ardiendo por una avidez precipitada y animal.
—Yo... casi no puedo controlarme. Casi quisiera follarte aquí mismo.
Un calor sin precedente invadió sus ojos.
—Solo un poco más —le prometió.
—Deberías... deberías dejar de acariciarme ahora. O... o no sé que voy a hacer.
Él retiró su mano a un lado y ambos dejaron escapar gemidos de frustración incluso aunque ella había insistido en que lo dejara. Aun así, él no pareció poder dejar de tocarla por completo, ya que deslizó la mano hacia arriba y le cubrió un lado del pecho, y le acarició con el pulgar el pezón endurecido casi dolorosamente.
Un gemido de placer incontrolable se escapó de ella cuando él se inclinó para preguntarle, con el tono de voz más sucio que ella había escuchado antes:
—¿Te excita imaginar lo que pueda pasar? ¿Follarme aquí mismo, en este preciso instante, delante del gondolero, delante de la gente que se arremolina alrededor de nosotros, bajo la oscuridad? ¿No te hace alcanzar el éxtasis imaginarte que todo el canal está alineado con gente, pero que no puedes controlarte, así que te subes la falda y te montas encima de mi miembro y me follas como una loca mientras todos nos miran?
Oh, cielos, las imágenes que habían suscitado sus palabras le daban vueltas a la cabeza y hacían que su vulva palpitase con una necesidad dura y cruda. Él seguía acariciándole el pecho, enloqueciéndola más con cada una de sus caricias, y ella se escuchó a sí misma hablándole con una sinceridad todavía más desenfrenada.
—Sí. Oh, sí.
—Cuéntame —le pidió él, con una voz baja y exigente. —Cuéntame cómo llegas a él.
—Es... como en la piscina —intentó explicarle, sin aliento, cada fibra de su ser se volvía más hambrienta con cada segundo que pasaba. —Como ya te dije una vez, lo haría contigo en una cama si pudiera o si no, no me importaría hacerlo delante de toda esa gente. Y ahora mismo, me montaría a horcajadas sobre ti y cabalgaría tan intensamente sobre esa precioso y grande mienbro tuyo... Te follaría bien, cariño, hasta que me corriera encima de ti.
Él estaba besándola de nuevo, con más intensidad esta vez, sus bocas forcejeaban por tener más de cada uno de alguna manera.
Y entonces, el gondolero dejó de cantar otra vez.
Y ambos se quedaron quietos, y miraron de nuevo por encima del hombro.
Y esta vez, él volvió la vista atrás.
—Espero que hayan disfrutado de su paseo en góndola, aquí en el Venecia. Que pasen una maravillosa noche.
Dios, ya habían vuelto al embarcadero. Ella ni siquiera se había dado cuenta, había perdido cualquier noción de espacio y tiempo, y de todo lo demás. No podía hablar, la respiración le temblaba demasiado, pero Tom se las arregló para sentarse recto y decirle al gondolero:
—Ha sido genial. Gracias otra vez por el favor —mientras, _________ se esforzaba por calmarse y actuar normalmente mientras salían de allí.
Después de haber caminado un rato, cogidos de la mano con fuerza, Tom le dijo:
—¿Estás bien, nena?
—No —le contestó ella. —Me estoy volviendo loca. Creo que podría correrme aquí mismo si vuelves a besarme.
Caminaron rápidamente hacia la línea de puertas que conducían al interior del hotel.
—Solo aguanta, cariño, un poco más, y te prometo que daré lo mejor de mí mismo.
Su voz era tranquilizante, pero cuando le apretó la mano, su vulva reaccionó con más humedad todavía, y ella empezó a preocuparse —esperaba que irracionalmente— y se preguntó si podía emitir tanta humedad que, sin bragas, aquello empezara a descenderle por las piernas. ¿Era posible que pasara una cosa así? Temió poder descubrirlo pronto.
—Date prisa —le dijo ella, y después tiró de él hacia delante, hasta romper en un ligero trote.
Tom había estado con mujeres ardientes antes. Él mismo se había sentido así también. Pero no se acordaba de haber tenido que correr nunca para llegar a un lugar en el que tener relaciones sexuales, desde su juventud.
Y _________ no era la única ardiente ahí. Él estaba sencillamente igual de ansioso que ella, así que se dejó arrastrar a través de las puertas del hotel Venecia y después por el casino hasta llegar a los ascensores. Se sentía como si fuera a explotar dentro de sus pantalones si no llegaban pronto a la habitación.
:D gracias x sus coments nnas me hacen feliz :) les subo este y alrao subo el 27 comenten ;)
jueves, 24 de febrero de 2011
cap 25
El bar al que fueron después era un poco más selecto, lo que no desentonaba mucho con el Strip, con un patio exterior en el que había una joven mujer que tocaba la guitarra y cantaba. Mientras se quedaban allí observándola, hubo una camarera que reconoció a Tom y le preguntó si podía echarse una foto con él con la cámara de su teléfono móvil. _________ pensó que parecía avergonzado —y fue como acordarse exactamente de por qué su cara se estaba haciendo famosa fuera de Los Ángeles, debido a la mala prensa y las hirientes acusaciones— pero él estuvo de acuerdo, por lo que después la gente empezó a mirarlos; era obvio que estaban intentando adivinar quién era él, y _________ se sintió una vez más como la novia de un famoso.
—¿Qué te parece? —le preguntó acerca de la cantante.
Ella reflexionó un momento y le dijo:
—Me gusta. Es como... una Juliana Hatfield de otra época.
A su lado, Tom parecía impresionado, entonces le dijo:
—Es una buena comparación. Pero quizás sea ese el problema, la otra época. Incluso cuando canta canciones más actuales, hay un tono demasiado nostálgico en su voz. Nada en ella dice ahora o innovación.
Su respuesta sorprendió a _________, ya que hasta aquel momento, habían estado completamente de acuerdo en cada cosa que habían escuchado juntos.
—Pero es muy buena, Tom. ¿No te parece?
En lugar de responder a su pregunta, le dijo:
—¿Quién es su público? ¿A qué tipo de gente la venderías?
La multitud que había alrededor de ellos estaba formada estrictamente por adultos maduros con un aspecto más formal y distinguido, que iban desde los treinta hacia delante.
—La misma gente que escucha a Michael Bublé y a Jason Mraz —dijo ella.
Tom negó lentamente con la cabeza.
—Bublé y Mraz dicen ahora e innovación. Dan un giro fresco a su música, lo que la hace actual, incluso aunque no haya mucho sonido de pop moderno. No creo que esa chica esté a su altura.
_________ no pudo evitar sentirse algo decepcionada, como si quizás no tuviese realmente buen ojo para ver las personas que podían vender.
Vio que Tom tenía una expresión ligeramente refunfuñona.
—No parezcas tan deprimida. La música es subjetiva. Incluso la gente del negocio no está siempre de acuerdo en todo.
Ella escuchó cómo la honestidad hacía acto de presencia antes de que ni siquiera pudiera pensarlo.
—Hasta ahora, he sentido que realmente estoy pillándolo todo. Pero si tú no estuvieras aquí, si solo estuviera yo, probablemente me acercaría a esa chica y le diría que estoy muy interesada. Y si tú tuvieras razón, si no tiene lo que hay que tener, entonces significaría que estoy cometiendo un grave error.
Tom ladeó la cabeza.
—Todo el mundo toma una decisión errónea en algún momento. No sería el fin del mundo, ni siquiera el fin de tu trabajo.
—¿Has cometido tú alguna vez un error así?
—Claire Starr —le recordó con sinceridad. —Un error por muchas razones. Resultó ser alguien exigente e irracional con la que trabajar, pero aun así yo lo eché a perder todo. Y ahora estoy pagando por ello. «Más de lo que te piensas». _________ no pudo evitar pensar en aquello.
Antes de que abandonaran el bar, Tom se presentó y también presentó a _________ a la cantante, y le dijo que si deseaba enviarle algo más movido y actual, estaría encantado de escucharlo. La chica, que no tenía ni idea de que había estado siendo estudiada por los de Blue Night, pareció agradecida, incluso un poco avergonzada ante la crítica silenciosa de Tom. Y cuando se fueron, él le explicó a _________ que cuando alguien demostraba ser una promesa, prefería arriesgarse a herir sus sentimientos que a no darle algún tipo de guía que pudiera ayudarlos a tener éxito.
—Y por mucho que te guste, estoy deseando darle la oportunidad de que me enseñe algo más.
Pero cuando subieron al taxi y se dirigieron hacia el siguiente destino, _________ no estaba muy segura de poder hacer aquello, acercarse sin más a alguien y, efectivamente, decirle que lo que estaban haciendo no era lo suficientemente bueno, incluso aunque ellos no hubieran pedido nunca que ninguna discográfica los solicitara.
Había ciertas partes confusas que le hacían dudar, dudar acerca de cómo podría llevar a cabo exactamente las partes de su trabajo como las de estar cara a cara con los artistas, las partes que no implicaban solamente dar buenas noticias. _________ decidió hacer lo que se le había estado dando tan bien durante aquella semana. Dejó a un lado sus dudas y se concentró en las partes buenas de la noche: caminar del brazo de Tom, saber que más tarde estaría en su cama.
Su última parada de la noche fue en uno de los hoteles más antiguos del extremo norte del Strip, en un salón bar donde una cantante pelirroja cantaba canciones alternativas al piano. Después de unos quince minutos, Tom se inclinó sobre _________ y le dijo:
—Por favor, dime que no estás considerando a esta tía.
Afortunadamente, podía hacerlo.
—Tiene una voz lo suficientemente buena, pero... no. No estoy segura de cuál es la razón. ¿Porque está poniendo demasiado interés? ¿Porque su presencia en el escenario es demasiado violenta? Hay algo en ella que me hace sentir como... algo que ya he visto.
Al ver que Tom asentía, sintió que su confianza se restauraba.
—Sí, por todo eso. Es una imitadora barata de Tori Amos. Y no se puede imitar a Tori. Tienes razón, esta chica tiene una voz decente, pero es el vivo ejemplo del artista de sala de Las Vegas, y estará encerrada en lugares como este durante toda la vida.
—Eso... es algo triste —no pudo evitar decírselo.
—El negocio es así. —le dijo él, después le levantó la barbilla con uno de sus dedos. —Pero tú eres condenadamente dulce, ¿lo sabes?
Sus ojos estaban brillándole otra vez, derritiéndola como de costumbre, y ella se sorprendió al saber que él la encontraba dulce, después de todas las cosas que había hecho con él y cómo de sucia se había comportado. Le llegaba directamente al corazón, porque incluso si ella no se hubiera convertido completamente en una nueva _________, quizás eso significaba que la vieja _________ no se había desvanecido, y que quizás él estuviera puliendo la parte que quedaba de ella. La parte que era sensible, la parte que se preocupaba acerca de herir los sentimientos de los demás, la parte que... odiaba tanto las mentiras.
Aun así, cuando salieron a la noche iluminada por las luces de neón de Las Vegas, recomenzaba un nuevo tipo de pecado.
—Dime algo —le dijo Tom cuando le abrió la puerta del taxi.
Ella recibió su mirada bajo las brillantes luces. —¿Qué?
—¿Todavía tienes los muslos pegajosos?
Una nueva ola de lujuria la inundó mientras su cuerpo respondía a la pregunta.
—Mucho. Y espero que pronto hagas que estén incluso aún más pegajosos.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Cuando salieron del taxi hacia las puertas principales del hotel Venecia —los numerosos carriles estaban abarrotados de coches, de gente que iba y venía, el mundo entero parecía concentrarse en aquel oasis del desierto— lo único en lo que _________ pudo pensar fue en meterse dentro y volver a los calzoncillos de Tom. Así que se sorprendió mucho cuando él la cogió de la mano y la llevó lejos de la lujosa entrada, lejos de la multitud, y se dirigieron a una ondulada acera.
—Eh, ¿dónde vamos?
Él le concedió una sonrisa misteriosa.
—Es una sorpresa. (Ella parpadeó)
—¿Qué tipo de sorpresa?
—Ya lo verás. Solo camina conmigo.
Sin pensárselo dos veces, _________ pasó el brazo por el de Tom y él subió la mano que le quedaba libre para cubrirle la suya. Y mientras paseaban por el camino hasta alcanzar finalmente una enorme escalera blanca que recibía a los peatones que venían del Strip, _________ se sintió... cerca de él. Románticamente cerca.
Lo que ella sabía que era terrible, rozando lo trágico.
Pero el cuerpo de Tom junto al suyo le daba una sensación tan cómoda y acogedora, y la noche parecía tan bonita, que no pudo hacer otra cosa que disfrutar de la situación. Y averiguar cuál era su sorpresa.
Todavía cogidos del brazo, él la llevó hacia el embarcadero de góndolas donde reinaba la más absoluta oscuridad y tranquilidad también, excepto por un gondolero que maniobraba una de las barcas grandes y decoradas de adornos.
—Pensé que quizás te gustaría dar un paseo en góndola —le dijo Tom.
Ella desvió la mirada de la concentración de estrechos botes hacia su cara. La idea era increíblemente tierna, pero...
—Creo que están cerrados esta noche.
Aun así, él ladeó la cabeza, en un gesto de seguridad.
—Para casi todo el mundo.
Ella enarcó las cejas.
—¿Para casi todo el mundo?
—Hice una llamada temprano, cuando tú estabas en el aseo de señoritas.
—Y...
A él le brillaban los ojos en la oscuridad.
—Me quedo mucho en este sitio y al parecer les gusto, a pesar de la mala publicidad que me dan. Aceptaron abrir el canal para un último paseo esta noche.
Justo entonces, el gondolero se dirigió a ellos.
—¿Señor Kaulitz?
—Sí, soy yo. Gracias por ser tan complaciente.
—Es un placer, señor... y señorita —dijo el joven hombre, haciendo una leve inclinación de cabeza, mientras Tom llevaba a _________ hacia el bote donde estaba el gondolero, con un palo en la mano.
Ella se dio cuenta de que aquella góndola en particular era incluso más grande que las demás, resplandecía con los lujosos adornos dorados que enmarcaban los asientos negros de felpa. Con discreción, Tom puso en el puño del gondolero lo que parecía un fajo considerable de billetes cuando _________ se acomodó en la tapicería de terciopelo.
—Pónganse cómodos y disfruten —les dijo el gondolero, y ella pudo distinguir el acento italiano cuando él empezó a entonar una elegante serenata operística que bloqueaba cualquier otro sonido, y al resto del mundo más allá del canal.
Tom se sentó cerca de ella y, a medida que el barco se alejaba del embarcadero, ella se inclinó para susurrarle al oído.
—Esto es tan maravilloso, Tom... gracias. Pero... no deberías haberte molestado tanto. Hubiera estado encantada con un paseo normal mañana, uno que apuesto que no te costaría un brazo y una pierna.
—Pero yo no hubiera estado encantado —le dijo él con intensidad.
—¿Por qué no?
—Porque a veces, me gusta hacer ciertas cosas en privado. Quería poder enrollarme contigo si me apetecía, y no creo que tú me dejaras hacerlo a plena luz del día.
_________ soltó una carcajada y le recordó:
—Acabo de darte placer en la cima de la alucinante Torre Eiffel.
NNAS KIERO COMENTS U.U OJALA LES ESTE GUSTANDO COMENTEN SE LES KIERE <3
—¿Qué te parece? —le preguntó acerca de la cantante.
Ella reflexionó un momento y le dijo:
—Me gusta. Es como... una Juliana Hatfield de otra época.
A su lado, Tom parecía impresionado, entonces le dijo:
—Es una buena comparación. Pero quizás sea ese el problema, la otra época. Incluso cuando canta canciones más actuales, hay un tono demasiado nostálgico en su voz. Nada en ella dice ahora o innovación.
Su respuesta sorprendió a _________, ya que hasta aquel momento, habían estado completamente de acuerdo en cada cosa que habían escuchado juntos.
—Pero es muy buena, Tom. ¿No te parece?
En lugar de responder a su pregunta, le dijo:
—¿Quién es su público? ¿A qué tipo de gente la venderías?
La multitud que había alrededor de ellos estaba formada estrictamente por adultos maduros con un aspecto más formal y distinguido, que iban desde los treinta hacia delante.
—La misma gente que escucha a Michael Bublé y a Jason Mraz —dijo ella.
Tom negó lentamente con la cabeza.
—Bublé y Mraz dicen ahora e innovación. Dan un giro fresco a su música, lo que la hace actual, incluso aunque no haya mucho sonido de pop moderno. No creo que esa chica esté a su altura.
_________ no pudo evitar sentirse algo decepcionada, como si quizás no tuviese realmente buen ojo para ver las personas que podían vender.
Vio que Tom tenía una expresión ligeramente refunfuñona.
—No parezcas tan deprimida. La música es subjetiva. Incluso la gente del negocio no está siempre de acuerdo en todo.
Ella escuchó cómo la honestidad hacía acto de presencia antes de que ni siquiera pudiera pensarlo.
—Hasta ahora, he sentido que realmente estoy pillándolo todo. Pero si tú no estuvieras aquí, si solo estuviera yo, probablemente me acercaría a esa chica y le diría que estoy muy interesada. Y si tú tuvieras razón, si no tiene lo que hay que tener, entonces significaría que estoy cometiendo un grave error.
Tom ladeó la cabeza.
—Todo el mundo toma una decisión errónea en algún momento. No sería el fin del mundo, ni siquiera el fin de tu trabajo.
—¿Has cometido tú alguna vez un error así?
—Claire Starr —le recordó con sinceridad. —Un error por muchas razones. Resultó ser alguien exigente e irracional con la que trabajar, pero aun así yo lo eché a perder todo. Y ahora estoy pagando por ello. «Más de lo que te piensas». _________ no pudo evitar pensar en aquello.
Antes de que abandonaran el bar, Tom se presentó y también presentó a _________ a la cantante, y le dijo que si deseaba enviarle algo más movido y actual, estaría encantado de escucharlo. La chica, que no tenía ni idea de que había estado siendo estudiada por los de Blue Night, pareció agradecida, incluso un poco avergonzada ante la crítica silenciosa de Tom. Y cuando se fueron, él le explicó a _________ que cuando alguien demostraba ser una promesa, prefería arriesgarse a herir sus sentimientos que a no darle algún tipo de guía que pudiera ayudarlos a tener éxito.
—Y por mucho que te guste, estoy deseando darle la oportunidad de que me enseñe algo más.
Pero cuando subieron al taxi y se dirigieron hacia el siguiente destino, _________ no estaba muy segura de poder hacer aquello, acercarse sin más a alguien y, efectivamente, decirle que lo que estaban haciendo no era lo suficientemente bueno, incluso aunque ellos no hubieran pedido nunca que ninguna discográfica los solicitara.
Había ciertas partes confusas que le hacían dudar, dudar acerca de cómo podría llevar a cabo exactamente las partes de su trabajo como las de estar cara a cara con los artistas, las partes que no implicaban solamente dar buenas noticias. _________ decidió hacer lo que se le había estado dando tan bien durante aquella semana. Dejó a un lado sus dudas y se concentró en las partes buenas de la noche: caminar del brazo de Tom, saber que más tarde estaría en su cama.
Su última parada de la noche fue en uno de los hoteles más antiguos del extremo norte del Strip, en un salón bar donde una cantante pelirroja cantaba canciones alternativas al piano. Después de unos quince minutos, Tom se inclinó sobre _________ y le dijo:
—Por favor, dime que no estás considerando a esta tía.
Afortunadamente, podía hacerlo.
—Tiene una voz lo suficientemente buena, pero... no. No estoy segura de cuál es la razón. ¿Porque está poniendo demasiado interés? ¿Porque su presencia en el escenario es demasiado violenta? Hay algo en ella que me hace sentir como... algo que ya he visto.
Al ver que Tom asentía, sintió que su confianza se restauraba.
—Sí, por todo eso. Es una imitadora barata de Tori Amos. Y no se puede imitar a Tori. Tienes razón, esta chica tiene una voz decente, pero es el vivo ejemplo del artista de sala de Las Vegas, y estará encerrada en lugares como este durante toda la vida.
—Eso... es algo triste —no pudo evitar decírselo.
—El negocio es así. —le dijo él, después le levantó la barbilla con uno de sus dedos. —Pero tú eres condenadamente dulce, ¿lo sabes?
Sus ojos estaban brillándole otra vez, derritiéndola como de costumbre, y ella se sorprendió al saber que él la encontraba dulce, después de todas las cosas que había hecho con él y cómo de sucia se había comportado. Le llegaba directamente al corazón, porque incluso si ella no se hubiera convertido completamente en una nueva _________, quizás eso significaba que la vieja _________ no se había desvanecido, y que quizás él estuviera puliendo la parte que quedaba de ella. La parte que era sensible, la parte que se preocupaba acerca de herir los sentimientos de los demás, la parte que... odiaba tanto las mentiras.
Aun así, cuando salieron a la noche iluminada por las luces de neón de Las Vegas, recomenzaba un nuevo tipo de pecado.
—Dime algo —le dijo Tom cuando le abrió la puerta del taxi.
Ella recibió su mirada bajo las brillantes luces. —¿Qué?
—¿Todavía tienes los muslos pegajosos?
Una nueva ola de lujuria la inundó mientras su cuerpo respondía a la pregunta.
—Mucho. Y espero que pronto hagas que estén incluso aún más pegajosos.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Cuando salieron del taxi hacia las puertas principales del hotel Venecia —los numerosos carriles estaban abarrotados de coches, de gente que iba y venía, el mundo entero parecía concentrarse en aquel oasis del desierto— lo único en lo que _________ pudo pensar fue en meterse dentro y volver a los calzoncillos de Tom. Así que se sorprendió mucho cuando él la cogió de la mano y la llevó lejos de la lujosa entrada, lejos de la multitud, y se dirigieron a una ondulada acera.
—Eh, ¿dónde vamos?
Él le concedió una sonrisa misteriosa.
—Es una sorpresa. (Ella parpadeó)
—¿Qué tipo de sorpresa?
—Ya lo verás. Solo camina conmigo.
Sin pensárselo dos veces, _________ pasó el brazo por el de Tom y él subió la mano que le quedaba libre para cubrirle la suya. Y mientras paseaban por el camino hasta alcanzar finalmente una enorme escalera blanca que recibía a los peatones que venían del Strip, _________ se sintió... cerca de él. Románticamente cerca.
Lo que ella sabía que era terrible, rozando lo trágico.
Pero el cuerpo de Tom junto al suyo le daba una sensación tan cómoda y acogedora, y la noche parecía tan bonita, que no pudo hacer otra cosa que disfrutar de la situación. Y averiguar cuál era su sorpresa.
Todavía cogidos del brazo, él la llevó hacia el embarcadero de góndolas donde reinaba la más absoluta oscuridad y tranquilidad también, excepto por un gondolero que maniobraba una de las barcas grandes y decoradas de adornos.
—Pensé que quizás te gustaría dar un paseo en góndola —le dijo Tom.
Ella desvió la mirada de la concentración de estrechos botes hacia su cara. La idea era increíblemente tierna, pero...
—Creo que están cerrados esta noche.
Aun así, él ladeó la cabeza, en un gesto de seguridad.
—Para casi todo el mundo.
Ella enarcó las cejas.
—¿Para casi todo el mundo?
—Hice una llamada temprano, cuando tú estabas en el aseo de señoritas.
—Y...
A él le brillaban los ojos en la oscuridad.
—Me quedo mucho en este sitio y al parecer les gusto, a pesar de la mala publicidad que me dan. Aceptaron abrir el canal para un último paseo esta noche.
Justo entonces, el gondolero se dirigió a ellos.
—¿Señor Kaulitz?
—Sí, soy yo. Gracias por ser tan complaciente.
—Es un placer, señor... y señorita —dijo el joven hombre, haciendo una leve inclinación de cabeza, mientras Tom llevaba a _________ hacia el bote donde estaba el gondolero, con un palo en la mano.
Ella se dio cuenta de que aquella góndola en particular era incluso más grande que las demás, resplandecía con los lujosos adornos dorados que enmarcaban los asientos negros de felpa. Con discreción, Tom puso en el puño del gondolero lo que parecía un fajo considerable de billetes cuando _________ se acomodó en la tapicería de terciopelo.
—Pónganse cómodos y disfruten —les dijo el gondolero, y ella pudo distinguir el acento italiano cuando él empezó a entonar una elegante serenata operística que bloqueaba cualquier otro sonido, y al resto del mundo más allá del canal.
Tom se sentó cerca de ella y, a medida que el barco se alejaba del embarcadero, ella se inclinó para susurrarle al oído.
—Esto es tan maravilloso, Tom... gracias. Pero... no deberías haberte molestado tanto. Hubiera estado encantada con un paseo normal mañana, uno que apuesto que no te costaría un brazo y una pierna.
—Pero yo no hubiera estado encantado —le dijo él con intensidad.
—¿Por qué no?
—Porque a veces, me gusta hacer ciertas cosas en privado. Quería poder enrollarme contigo si me apetecía, y no creo que tú me dejaras hacerlo a plena luz del día.
_________ soltó una carcajada y le recordó:
—Acabo de darte placer en la cima de la alucinante Torre Eiffel.
NNAS KIERO COMENTS U.U OJALA LES ESTE GUSTANDO COMENTEN SE LES KIERE <3
miércoles, 23 de febrero de 2011
CAP 24
Deseaba lo que deseaba, y no importaba nada más.
El corazón no atiende a razones, pero lo mismo podía aplicarse a su cuerpo; y en aquel momento su cuerpo quería lamerle el miembro a Tom, de una manera intensa, profunda y minuciosa, hasta que alcanzara el éxtasis. Fue entonces cuando escuchó cómo se abrían las puertas del ascensor, al otro lado de la torre. Y después ligeras carcajadas, voces, de más gente.
Ella lo succionó, sintió su empuje, y silenciosamente deseó: «córrete, córrete».
Por los desiguales suspiros que emitía, _________ pudo sentir que estaba muy cerca y empujaba con más fuerza entre sus labios, pero ella también pudo sentir que los nuevos visitantes se estaban abriendo camino hacia ellos.
Así que soltó el miembro de su boca, se levantó, volvió a agarrarla y, en un movimiento decidido, tiró de su tanga a un lado y se montó sobre él, introduciéndola de una vez en su interior y se sintió agradecida por llevar tacones lo bastante altos como para hacer viable aquella postura.
—Si alguien viene —le jadeó, con la boca dilatada, cerca de la suya—, podemos quedarnos quietos. Pero así parecerá que solo estamos besándonos, no follando.
Él simplemente asintió, pero le brillaban los ojos con lujuria mientras empezaba a sumergirse vigorosamente en su humedad, que le daba la bienvenida.
—Cielos, no durará mucho —le murmuró contra sus labios. Luego, volvió a embestirla otra vez, y otra vez, hasta que un suave gemido se le escapó de la boca y tiró de ella hacia sí con fuerza, justo cuando una joven pareja cogida de la mano apareció por el rincón más cercano.
_________ y Tom se quedaron instintivamente quietos, pero él estaba corriéndose y ella podía sentirlo. De hecho, podía sentir su miembro palpitar dentro de ella, su semen arrojado contra las paredes internas en tres pequeñas y pasmosas explosiones.
—Oh, Dios —susurró ella, con la cara todavía cerca de la de él.
Él no dijo nada, solo le cubrió la boca con la suya y la besó con intensidad.
Había pensado que la noche anterior había sido algo íntimo. Joder, pensaba que todo lo que habían hecho juntos era algo íntimo. Pero nada comparado con aquello, mirar a sus ojos en la oscuridad, sabiendo que estaba dentro de ella cuando había otras personas cerca, sabiendo que la había llenado con calientes fluidos.
—Nunca dejas de asombrarme —le dijo él con suavidad.
—Supongo que simplemente tú... me has inspirado.
Él la besó de nuevo, y ella se recordó a sí misma que se suponía que no debía estar sintiendo nada emocional en todo aquello, así que se obligó a cambiar a un tema más práctico.
—Me temo que... tenemos un problema. Ah, eh... un problema de humedad.
Tom, sin embargo, no parecía preocupado lo más mínimo.
—No es un problema —la corrigió él.
Ella arrugó la nariz.
—¿Y por qué piensas eso?
Su voz bajó incluso más de tono.
—Cuando esos dos se vayan, voy a salir de ti. Después, voy a frotar mi semen en tu vulva y tus muslos y tú vas a sentirte un poco pegajosa durante toda la noche, lo que va a hacer que te sientas excitada y preparada para follarme otra vez más tarde.
—Oh —sintió cómo se quedaba sin respiración. Y sintió cómo estaba convirtiéndose en una chica sucia porque su plan le sonaba descaradamente bien. —Oh, Dios.
Cuando finalmente la pareja desapareció de su vista, Tom sacó su pene de ella, dejándola suspirar ante la pérdida, y después le dio rápidamente la vuelta, para que ella pudiera echarse hacia atrás contra la pared, y él se arrodilló ante ella.
Como le había prometido, utilizó las manos para extender sus jugos por toda su piel, y masajeó la humedad por la parte interior de sus muslos. A pesar del orgasmo que acababa de experimentar, le parecía imposible que sus caricias provocaran sus suspiros de placer mientras empujaba suavemente su pelvis contra la palma de su mano, escalofríos de nuevo deseo recorrían su cuerpo.
Concluyó aquella tarea al darle un suave beso en el clítoris, y aquello hizo que ella soltara un cálido jadeo de su boca.
Y cuando volvió a poner en su sitio la tela de su falda y se levantó para darle un beso en la boca, ella ya no estaba segura de si lo que saboreaba era su vulva o su semen, o simplemente el sexo —un sexo caliente y loco—, pero ni siquiera le importaba. Todo la hacía sentirse bien, sabía bien, la mezcla de ellos dos.
—Por cierto —le susurró él. —Puede que quizás quieras deshacerte de las bragas, están hechas un desastre.
Dios, se había olvidado de que llevaba bragas, la seda que había entre sus muslos se había quedado allí obedientemente, cuando ella se las había echado a un lado para permitir aquel atrevido encuentro.
Le puso las manos en los hombros y empujó hacia abajo.
—Entonces, vuelve ahí abajo. Quítamelas —dado que nadie más se había aventurado a acercarse a aquel lado de la torre, se sentía más atrevida ahora de lo que pensaba que era saludable sentirse. Pero Tom no dudó ni un momento, se dejó caer sobre las rodillas y subió la mano suavemente bajo su minifalda para atrapar el elástico que había a ambos lados de sus caderas. Lenta y sensualmente, le bajó las bragas hasta los tobillos. Levantó un zapato para que se las quitara, después el otro, lo observó hasta que se las quitó completamente, y se sintió más excitada aún cuando la cálida brisa de la noche sopló sobre su vulva, haciéndola sentir sofocada y preparada para más diversión.
Cuando él volvió a ponerse de pie, ella le puso las palmas de las manos sobre el torso y habló en un tono de voz bajo y jadeante.
—No puedo creerme que vaya a andar por ahí toda la noche con una falda tan corta, sin llevar ropa interior y con los muslos pegajosos.
Su traviesa sonrisa despertaba incluso más lascivia en su alma.
—Es tu segundo paseo sin bragas, y esta vez incluso empiezas así la noche. Se me está poniendo dura otra vez solo de pensarlo.
Su mirada recayó en el tanga rojo que llevaba colgando de las yemas de los dedos.
—¿Qué vamos a hacer con esto? —¿Te costó caro?
—En realidad, sí —Kelly había insistido en que lo comprara en su tienda de lencería favorita, que era bastante cara.
—Bueno, entonces, yo te compraré uno nuevo, porque creo que será mejor que nos deshagamos de este.
En realidad, parecía completamente destrozado. Pero...
—¿Vamos a dejarlo aquí arriba?
—Claro —dijo él, y ella solo pudo describir la expresión de su cara como una versión tranquila pero malvada. —Piensa en cómo excitará a la gente cuando se den cuenta de que alguien ha follado aquí arriba. Joder, quizás inspire a alguien más para que lo haga también —solo entonces recorrió con la mirada la barandilla que había tras ellos. —O mejor, podemos...
Le cogió la mano a _________ y la llevó hacia el borde de la Torre Eiffel donde había un pequeño agujero en la red de acero y entonces, sin dudarlo ni un segundo, dejó caer el pedazo de tela roja, que se fue volando hacia abajo sobre Las Vegas Boulevard.
Asombrada, _________ gimió y le dio una palmada en el pecho.
—¡Qué malo eres!
A lo que él respondió tirando de su cuerpo hacia sus brazos, e inclinando la frente hacia la de ella.
—Quizás seas tú quien me haya inspirado a serlo.
La noche transcurrió de la misma manera que las otras noches que había pasado con Tom aquella semana: una mezcla inexorable de trabajo y juego, música y sexo. Se dirigieron en taxi al primero de los bares aislados que había en la lista de Tom para aquella velada. Pero, una vez en el bar, incluso mientras discutían acerca del primer grupo, Playground Bully, Tom deslizó la mano hacia arriba bajo la mesa en la que estaban sentados y se inclinó hacia delante para susurrarle al oído:
—¿Estás mojada?
Su corazón latió con más fuerza ante aquella pregunta.
—Muy mojada —le dijo. Y era verdad. Incluso aunque siguiera concentrándose en la banda de rock, era consciente de aquella pegajosidad que tenía entre las piernas, justo como él le había dicho que iba a sentirse. Se sentía preparada para la acción, sentía los pechos pesados y sensibles bajo el sujetador, y escalofríos en la vulva.
—Bien —dijo él con una sonrisa dominante que a ella le hizo saber que le pertenecía, al menos durante aquella noche, durante aquella semana; y aunque nunca antes le había gustado la idea, la de ser la posesión de un hombre, con Tom era solo un matiz sexual más que añadir al resto.
—¿La tienes dura? —le preguntó entonces; deseaba tomar parte en aquel juego atrevido y guasón.
Él le concedió una mirada traviesa.
—Compruébalo tú misma.
Ella aspiró con fuerza. La sala estaba oscura, y estaban sentados alrededor de una pequeña mesa redonda, el uno al lado de otro, por lo que acariciarle sin ser vistos no sería algo difícil.
Se mordió el labio, tendió la mano, y deslizó la palma directamente sobre el bulto que había en sus pantalones. Lo que era más que un bulto. Lo sentía más como una columna de hormigón, dura como la roca contra su mano. Presionó hacia abajo, y el placer de aquella caricia se extendió a lo largo de su cuerpo, y le oprimió el pecho con deseo y seguramente la hizo humedecerse más donde se suponía que tenían que estar sus braguitas.
—¿Cómo puedes soportarlo? —le susurró ella. Se refería al hecho de que estuviera tan empalmado. Y además todavía era muy temprano.
Su respuesta vino acompañada de una sexy sonrisa.
—Es el precio de mezclar el trabajo con la diversión.
—Te las arreglas mejor que nadie al que haya conocido.
Sus ojos brillaron con pura lascivia.
—Tú lo has dicho. Supongo que eso significa que una cosa es tan importante para mí como la otra.
Le costó mucho no lanzarse hacia él y olvidarse completamente de los Playground Bully, pero justo entonces llegó la camarera, llevando dos bebidas frías. Vino para ella, Tom iba a tomar ron con cola aquella noche.
Así que bebieron y flirtearon incluso mientras hablaban de negocios, y al final, llegaron a la conclusión de que Playground Bully no tenían un sonido lo suficientemente único como para aprovecharlo y dar el siguiente paso.
:D espero q les guste nnas comenten xfiis
El corazón no atiende a razones, pero lo mismo podía aplicarse a su cuerpo; y en aquel momento su cuerpo quería lamerle el miembro a Tom, de una manera intensa, profunda y minuciosa, hasta que alcanzara el éxtasis. Fue entonces cuando escuchó cómo se abrían las puertas del ascensor, al otro lado de la torre. Y después ligeras carcajadas, voces, de más gente.
Ella lo succionó, sintió su empuje, y silenciosamente deseó: «córrete, córrete».
Por los desiguales suspiros que emitía, _________ pudo sentir que estaba muy cerca y empujaba con más fuerza entre sus labios, pero ella también pudo sentir que los nuevos visitantes se estaban abriendo camino hacia ellos.
Así que soltó el miembro de su boca, se levantó, volvió a agarrarla y, en un movimiento decidido, tiró de su tanga a un lado y se montó sobre él, introduciéndola de una vez en su interior y se sintió agradecida por llevar tacones lo bastante altos como para hacer viable aquella postura.
—Si alguien viene —le jadeó, con la boca dilatada, cerca de la suya—, podemos quedarnos quietos. Pero así parecerá que solo estamos besándonos, no follando.
Él simplemente asintió, pero le brillaban los ojos con lujuria mientras empezaba a sumergirse vigorosamente en su humedad, que le daba la bienvenida.
—Cielos, no durará mucho —le murmuró contra sus labios. Luego, volvió a embestirla otra vez, y otra vez, hasta que un suave gemido se le escapó de la boca y tiró de ella hacia sí con fuerza, justo cuando una joven pareja cogida de la mano apareció por el rincón más cercano.
_________ y Tom se quedaron instintivamente quietos, pero él estaba corriéndose y ella podía sentirlo. De hecho, podía sentir su miembro palpitar dentro de ella, su semen arrojado contra las paredes internas en tres pequeñas y pasmosas explosiones.
—Oh, Dios —susurró ella, con la cara todavía cerca de la de él.
Él no dijo nada, solo le cubrió la boca con la suya y la besó con intensidad.
Había pensado que la noche anterior había sido algo íntimo. Joder, pensaba que todo lo que habían hecho juntos era algo íntimo. Pero nada comparado con aquello, mirar a sus ojos en la oscuridad, sabiendo que estaba dentro de ella cuando había otras personas cerca, sabiendo que la había llenado con calientes fluidos.
—Nunca dejas de asombrarme —le dijo él con suavidad.
—Supongo que simplemente tú... me has inspirado.
Él la besó de nuevo, y ella se recordó a sí misma que se suponía que no debía estar sintiendo nada emocional en todo aquello, así que se obligó a cambiar a un tema más práctico.
—Me temo que... tenemos un problema. Ah, eh... un problema de humedad.
Tom, sin embargo, no parecía preocupado lo más mínimo.
—No es un problema —la corrigió él.
Ella arrugó la nariz.
—¿Y por qué piensas eso?
Su voz bajó incluso más de tono.
—Cuando esos dos se vayan, voy a salir de ti. Después, voy a frotar mi semen en tu vulva y tus muslos y tú vas a sentirte un poco pegajosa durante toda la noche, lo que va a hacer que te sientas excitada y preparada para follarme otra vez más tarde.
—Oh —sintió cómo se quedaba sin respiración. Y sintió cómo estaba convirtiéndose en una chica sucia porque su plan le sonaba descaradamente bien. —Oh, Dios.
Cuando finalmente la pareja desapareció de su vista, Tom sacó su pene de ella, dejándola suspirar ante la pérdida, y después le dio rápidamente la vuelta, para que ella pudiera echarse hacia atrás contra la pared, y él se arrodilló ante ella.
Como le había prometido, utilizó las manos para extender sus jugos por toda su piel, y masajeó la humedad por la parte interior de sus muslos. A pesar del orgasmo que acababa de experimentar, le parecía imposible que sus caricias provocaran sus suspiros de placer mientras empujaba suavemente su pelvis contra la palma de su mano, escalofríos de nuevo deseo recorrían su cuerpo.
Concluyó aquella tarea al darle un suave beso en el clítoris, y aquello hizo que ella soltara un cálido jadeo de su boca.
Y cuando volvió a poner en su sitio la tela de su falda y se levantó para darle un beso en la boca, ella ya no estaba segura de si lo que saboreaba era su vulva o su semen, o simplemente el sexo —un sexo caliente y loco—, pero ni siquiera le importaba. Todo la hacía sentirse bien, sabía bien, la mezcla de ellos dos.
—Por cierto —le susurró él. —Puede que quizás quieras deshacerte de las bragas, están hechas un desastre.
Dios, se había olvidado de que llevaba bragas, la seda que había entre sus muslos se había quedado allí obedientemente, cuando ella se las había echado a un lado para permitir aquel atrevido encuentro.
Le puso las manos en los hombros y empujó hacia abajo.
—Entonces, vuelve ahí abajo. Quítamelas —dado que nadie más se había aventurado a acercarse a aquel lado de la torre, se sentía más atrevida ahora de lo que pensaba que era saludable sentirse. Pero Tom no dudó ni un momento, se dejó caer sobre las rodillas y subió la mano suavemente bajo su minifalda para atrapar el elástico que había a ambos lados de sus caderas. Lenta y sensualmente, le bajó las bragas hasta los tobillos. Levantó un zapato para que se las quitara, después el otro, lo observó hasta que se las quitó completamente, y se sintió más excitada aún cuando la cálida brisa de la noche sopló sobre su vulva, haciéndola sentir sofocada y preparada para más diversión.
Cuando él volvió a ponerse de pie, ella le puso las palmas de las manos sobre el torso y habló en un tono de voz bajo y jadeante.
—No puedo creerme que vaya a andar por ahí toda la noche con una falda tan corta, sin llevar ropa interior y con los muslos pegajosos.
Su traviesa sonrisa despertaba incluso más lascivia en su alma.
—Es tu segundo paseo sin bragas, y esta vez incluso empiezas así la noche. Se me está poniendo dura otra vez solo de pensarlo.
Su mirada recayó en el tanga rojo que llevaba colgando de las yemas de los dedos.
—¿Qué vamos a hacer con esto? —¿Te costó caro?
—En realidad, sí —Kelly había insistido en que lo comprara en su tienda de lencería favorita, que era bastante cara.
—Bueno, entonces, yo te compraré uno nuevo, porque creo que será mejor que nos deshagamos de este.
En realidad, parecía completamente destrozado. Pero...
—¿Vamos a dejarlo aquí arriba?
—Claro —dijo él, y ella solo pudo describir la expresión de su cara como una versión tranquila pero malvada. —Piensa en cómo excitará a la gente cuando se den cuenta de que alguien ha follado aquí arriba. Joder, quizás inspire a alguien más para que lo haga también —solo entonces recorrió con la mirada la barandilla que había tras ellos. —O mejor, podemos...
Le cogió la mano a _________ y la llevó hacia el borde de la Torre Eiffel donde había un pequeño agujero en la red de acero y entonces, sin dudarlo ni un segundo, dejó caer el pedazo de tela roja, que se fue volando hacia abajo sobre Las Vegas Boulevard.
Asombrada, _________ gimió y le dio una palmada en el pecho.
—¡Qué malo eres!
A lo que él respondió tirando de su cuerpo hacia sus brazos, e inclinando la frente hacia la de ella.
—Quizás seas tú quien me haya inspirado a serlo.
La noche transcurrió de la misma manera que las otras noches que había pasado con Tom aquella semana: una mezcla inexorable de trabajo y juego, música y sexo. Se dirigieron en taxi al primero de los bares aislados que había en la lista de Tom para aquella velada. Pero, una vez en el bar, incluso mientras discutían acerca del primer grupo, Playground Bully, Tom deslizó la mano hacia arriba bajo la mesa en la que estaban sentados y se inclinó hacia delante para susurrarle al oído:
—¿Estás mojada?
Su corazón latió con más fuerza ante aquella pregunta.
—Muy mojada —le dijo. Y era verdad. Incluso aunque siguiera concentrándose en la banda de rock, era consciente de aquella pegajosidad que tenía entre las piernas, justo como él le había dicho que iba a sentirse. Se sentía preparada para la acción, sentía los pechos pesados y sensibles bajo el sujetador, y escalofríos en la vulva.
—Bien —dijo él con una sonrisa dominante que a ella le hizo saber que le pertenecía, al menos durante aquella noche, durante aquella semana; y aunque nunca antes le había gustado la idea, la de ser la posesión de un hombre, con Tom era solo un matiz sexual más que añadir al resto.
—¿La tienes dura? —le preguntó entonces; deseaba tomar parte en aquel juego atrevido y guasón.
Él le concedió una mirada traviesa.
—Compruébalo tú misma.
Ella aspiró con fuerza. La sala estaba oscura, y estaban sentados alrededor de una pequeña mesa redonda, el uno al lado de otro, por lo que acariciarle sin ser vistos no sería algo difícil.
Se mordió el labio, tendió la mano, y deslizó la palma directamente sobre el bulto que había en sus pantalones. Lo que era más que un bulto. Lo sentía más como una columna de hormigón, dura como la roca contra su mano. Presionó hacia abajo, y el placer de aquella caricia se extendió a lo largo de su cuerpo, y le oprimió el pecho con deseo y seguramente la hizo humedecerse más donde se suponía que tenían que estar sus braguitas.
—¿Cómo puedes soportarlo? —le susurró ella. Se refería al hecho de que estuviera tan empalmado. Y además todavía era muy temprano.
Su respuesta vino acompañada de una sexy sonrisa.
—Es el precio de mezclar el trabajo con la diversión.
—Te las arreglas mejor que nadie al que haya conocido.
Sus ojos brillaron con pura lascivia.
—Tú lo has dicho. Supongo que eso significa que una cosa es tan importante para mí como la otra.
Le costó mucho no lanzarse hacia él y olvidarse completamente de los Playground Bully, pero justo entonces llegó la camarera, llevando dos bebidas frías. Vino para ella, Tom iba a tomar ron con cola aquella noche.
Así que bebieron y flirtearon incluso mientras hablaban de negocios, y al final, llegaron a la conclusión de que Playground Bully no tenían un sonido lo suficientemente único como para aprovecharlo y dar el siguiente paso.
:D espero q les guste nnas comenten xfiis
martes, 22 de febrero de 2011
cap 23 LA CUARTA NOCHE PARTE II
D: deverdd lo siento muchoo nnas esq mi compu estaba en el hospital xD pro akii esta el cap y les prometp q subire todos los dias no importa la ora pro todos los dias subire ;) ojala siga teniendo lectoras :D comenten chikas
Supongo que también has estado en Venecia —le preguntó ella, mirándolo de reojo.
Él asintió.
—Solo una vez.
—Solo una vez —repitió ella, excesivamente contenta cuando él soltó una carcajada, mientras la rodeaba con uno de sus cálidos brazos. —Supongo que también habrás ido en góndola.
Él se encogió de hombros.
—No hay otro modo real de apreciar la vista del lugar.
Ella puso los ojos en blanco y lo besó, lo que acabó completamente con su sensación de envidia y reavivó la lujuria que había estado sintiendo en la cena.
—¿Me perdonas? —le preguntó él con suavidad, e inclinó la frente hasta tocar la suya.
—¿Por?
—Por haber ido a todos esos lugares a los que tú deseas ir.
Ella decidió jugar y flirtear un poco.
—Puede que otro beso pueda ayudar.
Aunque esta vez, el beso no fue corto ni rápido, su cálida boca presionó con firmeza contra la suya, y su lengua serpenteó húmedamente entre sus labios. Cuando ella lo recibió con su propia lengua, sintió cómo se le humedecían las braguitas y, le gustara o no, el romance del momento, la noche, la cálida brisa, se apoderaron de ella, y no pudo hacer otra cosa que rendirse ante aquella sensación. Fue entonces cuando él se puso detrás de ella, la abrazó y le rodeó la cintura con sus brazos, por lo que su sólido cuerpo presionaba contra su espalda, su trasero y sus muslos. Tener relaciones sexuales con Tom Kaulitz era una experiencia que estaba más allá de sus sueños más salvajes, pero aquello —sentirse abrazada por él en la oscuridad, observando Las Vegas Strip, sintiéndose como si los dos fueran el centro del universo y al mismo tiempo felizmente solos—, aquello era innegablemente mágico por sí solo.
—Esto es bonito —le susurró sobre el hombro.
—Tú sí que eres rematadamente bonita —ella sintió cálida su respiración en el oído.
Después, él levantó una de sus manos para acariciarle la parte de abajo del pecho, mientras su otra palma se deslizaba hacia abajo por su vientre, y descansaba sobre su estómago plano, justo por encima de su vulva, y «bonito» ya no era la palabra adecuada para describir lo que estaba pasando. Se mordió el labio, y echó la cabeza hacia atrás contra él, y entonces, se dio cuenta de que su miembro estaba endureciéndose contra su trasero.
Fue entonces cuando la mano que había descansado en su estómago se deslizó más y más abajo, y la cubrió a través de la falda, y su vulva palpitó literalmente ante aquella caricia posesiva.
—Tom —susurró ella.
—¿Sí, nena? —su voz se había vuelto de un tono misterioso y sexy.
—¿Qué estás haciendo?
—Acariciarte.
—Pero... —estaban situados en la esquina de la barandilla de la torre, y ella miró hacia el otro lado. No había nadie observándolos, y había unas cuantas personas en la cima de la torre, por lo que a pesar de la sensación de soledad, no estaban solos. —Hay gente aquí.
—No pueden ver dónde tengo las manos —le aseguró él, en una voz baja y persuasiva. —Nadie está prestándonos atención.
—Bueno, puede que nos presten atención si empiezo a moverme contra tu mano —también había bajado el tono de voz, casi en gemidos por la pasión que la invadía. Él le cubrió ahora los pechos completamente, y su erección se hizo más y más dura contra su trasero. Ella deseaba empujar el cuerpo contra sus dedos.
Podía sentir más que ver la expresión acalorada que se dibujaba en su cara bajo aquel manto de oscuridad.
—Eso es lo que quiero, _________. Quiero que te folles mi mano.
Dios, ¿estaba hablando en serio?
—¿Justo aquí? ¿Con toda la gente?
—Mmmhmm.
Ella no declaró lo que era obvio. Que le gustaba hacerlo en privado. Sabía que ambos estaban pensando en ello. Y aquello era él, que la incitaba a dar un paso más allá de la zona segura, un poco más allá de lo que ya había ido. Era él incitándola a aprovecharse de aquella posibilidad, la posibilidad de que alguien los pillara.
Ella había escuchado que ese tipo de cosas podía excitar a la gente, el miedo de que te pillaran haciendo algo malo, pero a ella no la excitaba precisamente. Es más, la hacía sentirse nerviosa. Volvía a hacerle pensar en el pecado de una manera completamente nueva. Había sido una buena chica durante toda su vida, no había hecho nada que fuera demasiado salvaje, que se saliera tanto de lo común, y la idea de que alguien los pillara pasándoselo en grande, incluso aunque fueran extraños, la mortificaba. Pero el rigido miembro de Tom se extendía a lo largo del centro de su trasero y la hacía sentir demasiado bien como para ignorarlo. Y ahora él tenía la mano bajo su falda, y le acariciaba las braguitas, y le frotaba el clítoris justo de la manera precisa que a ella le hacía recordar que él era un experto en las caricias. El placer resonó en su interior, pero al mismo tiempo, algo más atrayente, una necesidad abrumadora de agitarse sobre sus dedos, de echar el trasero hacia atrás y presionarle la erección.
Volvió a mirar a su derecha, y a su izquierda. Vio a gente en la sombra, pero no estaban cerca de ellos. Y estaba muy oscuro, e iba oscureciendo cada vez más mientras el último resplandor de luz al oeste del cielo se desvanecía hasta adoptar un tono púrpura fuerte y luego negro.
Y cuando Tom retiró a un lado el trozo de seda que le cubría la vulva y hundió los dedos en sus húmedos pliegues, su lujuria pudo más que su miedo. Se dejó llevar y empezó a dar vueltas contra su caricia.
Oh, cielos, sí. Sí. El alivio la inundaba incluso con aquella simple respuesta, recibir sus cálidos dedos desde delante, y su grueso mienbro desde detrás. Y desde arriba, él le pellizcaba suave y rítmicamente el pezón, a través de la camiseta y el sujetador con cada cálido giro.
—Eso es, nena —le susurró al oído.
suplicó que él tuviera razón, que nadie se iba a dar cuenta de nada, que a nadie le iba a importar, porque ahora estaba demasiado metida en ello como para detenerse, moviéndose contra su mano, sintiendo lo mojada que estaba por él y sabiendo que él también lo sentía.
Se mordió el labio e hizo lo que él le había pedido, incluso con más vigor aún, deseando sentir todo lo que pudiera sentir, deseando empaparse de Tom, y de la noche, y de toda la Ciudad del Pecado. Echó la cabeza hacia atrás, la descansó sobre su hombro, y arqueó los pechos más hacia su mano, deleitándose con todo el placer que él le daba. Lo único que impedía el lugar en el que se encontraban era dejar escapar los gemidos y el «¡ Sí, sí, sí!» que deseaba gritar cuando la golpeó el orgasmo.
Se dejó invadir por las deliciosas olas de calor, su respiración se volvió más intensa, el brazo de Tom la sujetaba para evitar que se cayera al suelo, y solo cuando se apagó el placer, se acordó otra vez de que estaban en lo alto de la Torre Eiffel de Las Vegas, ¡rodeados de gente!
Dejó escapar el último de los desiguales jadeos, y descansando el cuerpo sobre él, le dijo:
—Por favor, dime que no hay nadie que esté observándonos.
Ella sintió que él giraba la cabeza para comprobarlo.
—No, nena... estamos bien. Y tú estás condenadamente hermosa.
Le dio un beso en la parte de arriba de la cabeza, y el indulto de saber que nadie los había visto la hizo darse la vuelta para recibir su abrazo, para rodearle el cuello con los brazos y para besarlo apasionadamente.
—Mmm, tus manos —suspiró ella, todavía le costaba respirar con normalidad.
—¿Qué les pasa? —le preguntó.
Ella sonrió con una mirada acusadora.
—Ya lo sabes. Sé que lo sabes. Son... increíbles.
Él se encogió de hombros.
—De acuerdo, quizás, haya escuchado eso antes. Ella bajó la barbilla y le dedicó su mirada más sexy.
—Bueno, ahora lo estás escuchando otra vez y... voy a recompensarte.
Tom enarcó una de sus cejas, parecía casi como si estuviera desafiándola.
—¿Cómo?
_________ apenas podía entender lo que acababa de poseerla. Pero el hecho era que se las había arreglado para alcanzar el éxtasis sin que nadie se diera cuenta, y la noche parecía volverse incluso más oscura, y el ascensor acababa de bajar, llevándose a algunas personas. A pesar de la tranquilidad que los rodeaba, no parecían sentirse tranquilos, y todo aquello la hacía sentir más atrevida de lo que se había sentido en la vida.
Estaban completamente solos, podía escuchar el suave eco de las voces de dos personas que venían del otro lado de la torre. Pero decidió que estaban lo suficientemente solos. Y como había sentido antes con Tom, se encontró a sí misma deseando ser salvaje para él, atrevida para él, deseó ser lo que él quisiera que fuera, aquella chica tan, tan sucia que había despertado en ella. El ascensor subió hasta detenerse al otro lado de la torre y ella deseó que las personas que quedaban se fueran, y que todavía faltara un rato para que el ascensor subiera de nuevo.
Lo empujó contra una de las paredes internas de la torre y después, cayó de rodillas. Cuando tendió la mano hacia la hebilla de su cinturón, Tom gimió:
—Oh, Dios mío.
El estremecimiento de su voz fue todo el incentivo que ella necesitó para desabrocharle con destreza el cinturón y bajarle la cremallera. Los abrió bien y después, presionó la palma de la mano contra su robusta erección.
Mmm, sí, no había sentido nunca nada mejor en su mano. Después, levantó los calzoncillos de algodón negro sobre su enorme y abultado miembro. Vaya, parecía incluso más grande desde aquel ángulo. Y aunque ella nunca había pensado que le fuera a importar el tamaño, de repente, la hizo sentir querer más.
Nunca había estado tan cerca de su miembro, y a pesar de la oscuridad que los rodeaba, pudo ver la redondez de su cabeza y su forma recta de bala. Como por un impulso, se inclinó para besar la parte de delante de su longitud. Un gemido tembloroso se le escapó de la boca, y, oh, Dios, estaba tan dura... y aun así la sentía increíblemente sedosa contra sus labios.
Pero no tenía tiempo para deleitarse observándola, así que agarró su mango cuando la brisa le levantó el pelo del cuello, bajó la boca sobre la punta, después más abajo, dejando que le llenara la boca.
Arriba, él dejó escapar un tembloroso suspiro que le dijo que estaba haciendo todo lo que podía para quedarse quieto mientras ella se ajustaba a la plenitud, y luego, empezó a mover la boca arriba y abajo.
Nunca le había provocado mucho la idea de hacerle un oral a un hombre, siempre había considerado de alguna manera que aquello era un deber, una obligación, cuando había estado en una relación con alguien, y a veces le resultaba como una intrusión de la que no disfrutaba particularmente. Pero de alguna manera, después de que Tom le hubiera hecho alcanzar el orgasmo, necesitaba aquello, necesitaba tomarlo en su boca de la manera que fuese, justo en aquel lugar, justo en aquel instante. Se moría por darle placer, mucho placer.
Aceptando tanto como podía de su majestuoso mienbro, se deleitó con cada movimiento, con cada sensación que aquello le producía. Levantó la cabeza para mirarlo y esperó que él pudiera verla lo suficientemente bien en aquella penumbra; incluso aunque ella tuviera un aspecto obsceno en aquel momento, quería hacerlo, por él.
Y sí, la pasada noche en la bañera había sido maravillosa: un placer expansivo y lento, sin presiones ni preocupaciones, le había dicho que le gustaba hacerlo en privado y se lo había dicho en serio. Pero estaba claro que él le había despertado aquel tipo nuevo y prohibido de emoción, aquel cálido entusiasmo de tener relaciones sexuales fuera de una habitación, fuera de cualquier tipo de habitación en aquel momento.
Porque cuanto más trabajaba sobre él, más se estiraba su erección sobre sus labios, y más empujaba suavemente él contra el hueco de su boca... y más se refugiaba en la pura alegría que sentía.
Deseaba más hacer aquello en aquel momento que existir.
No le importaba si alguien los pillaba, si alguien los observaba.
Supongo que también has estado en Venecia —le preguntó ella, mirándolo de reojo.
Él asintió.
—Solo una vez.
—Solo una vez —repitió ella, excesivamente contenta cuando él soltó una carcajada, mientras la rodeaba con uno de sus cálidos brazos. —Supongo que también habrás ido en góndola.
Él se encogió de hombros.
—No hay otro modo real de apreciar la vista del lugar.
Ella puso los ojos en blanco y lo besó, lo que acabó completamente con su sensación de envidia y reavivó la lujuria que había estado sintiendo en la cena.
—¿Me perdonas? —le preguntó él con suavidad, e inclinó la frente hasta tocar la suya.
—¿Por?
—Por haber ido a todos esos lugares a los que tú deseas ir.
Ella decidió jugar y flirtear un poco.
—Puede que otro beso pueda ayudar.
Aunque esta vez, el beso no fue corto ni rápido, su cálida boca presionó con firmeza contra la suya, y su lengua serpenteó húmedamente entre sus labios. Cuando ella lo recibió con su propia lengua, sintió cómo se le humedecían las braguitas y, le gustara o no, el romance del momento, la noche, la cálida brisa, se apoderaron de ella, y no pudo hacer otra cosa que rendirse ante aquella sensación. Fue entonces cuando él se puso detrás de ella, la abrazó y le rodeó la cintura con sus brazos, por lo que su sólido cuerpo presionaba contra su espalda, su trasero y sus muslos. Tener relaciones sexuales con Tom Kaulitz era una experiencia que estaba más allá de sus sueños más salvajes, pero aquello —sentirse abrazada por él en la oscuridad, observando Las Vegas Strip, sintiéndose como si los dos fueran el centro del universo y al mismo tiempo felizmente solos—, aquello era innegablemente mágico por sí solo.
—Esto es bonito —le susurró sobre el hombro.
—Tú sí que eres rematadamente bonita —ella sintió cálida su respiración en el oído.
Después, él levantó una de sus manos para acariciarle la parte de abajo del pecho, mientras su otra palma se deslizaba hacia abajo por su vientre, y descansaba sobre su estómago plano, justo por encima de su vulva, y «bonito» ya no era la palabra adecuada para describir lo que estaba pasando. Se mordió el labio, y echó la cabeza hacia atrás contra él, y entonces, se dio cuenta de que su miembro estaba endureciéndose contra su trasero.
Fue entonces cuando la mano que había descansado en su estómago se deslizó más y más abajo, y la cubrió a través de la falda, y su vulva palpitó literalmente ante aquella caricia posesiva.
—Tom —susurró ella.
—¿Sí, nena? —su voz se había vuelto de un tono misterioso y sexy.
—¿Qué estás haciendo?
—Acariciarte.
—Pero... —estaban situados en la esquina de la barandilla de la torre, y ella miró hacia el otro lado. No había nadie observándolos, y había unas cuantas personas en la cima de la torre, por lo que a pesar de la sensación de soledad, no estaban solos. —Hay gente aquí.
—No pueden ver dónde tengo las manos —le aseguró él, en una voz baja y persuasiva. —Nadie está prestándonos atención.
—Bueno, puede que nos presten atención si empiezo a moverme contra tu mano —también había bajado el tono de voz, casi en gemidos por la pasión que la invadía. Él le cubrió ahora los pechos completamente, y su erección se hizo más y más dura contra su trasero. Ella deseaba empujar el cuerpo contra sus dedos.
Podía sentir más que ver la expresión acalorada que se dibujaba en su cara bajo aquel manto de oscuridad.
—Eso es lo que quiero, _________. Quiero que te folles mi mano.
Dios, ¿estaba hablando en serio?
—¿Justo aquí? ¿Con toda la gente?
—Mmmhmm.
Ella no declaró lo que era obvio. Que le gustaba hacerlo en privado. Sabía que ambos estaban pensando en ello. Y aquello era él, que la incitaba a dar un paso más allá de la zona segura, un poco más allá de lo que ya había ido. Era él incitándola a aprovecharse de aquella posibilidad, la posibilidad de que alguien los pillara.
Ella había escuchado que ese tipo de cosas podía excitar a la gente, el miedo de que te pillaran haciendo algo malo, pero a ella no la excitaba precisamente. Es más, la hacía sentirse nerviosa. Volvía a hacerle pensar en el pecado de una manera completamente nueva. Había sido una buena chica durante toda su vida, no había hecho nada que fuera demasiado salvaje, que se saliera tanto de lo común, y la idea de que alguien los pillara pasándoselo en grande, incluso aunque fueran extraños, la mortificaba. Pero el rigido miembro de Tom se extendía a lo largo del centro de su trasero y la hacía sentir demasiado bien como para ignorarlo. Y ahora él tenía la mano bajo su falda, y le acariciaba las braguitas, y le frotaba el clítoris justo de la manera precisa que a ella le hacía recordar que él era un experto en las caricias. El placer resonó en su interior, pero al mismo tiempo, algo más atrayente, una necesidad abrumadora de agitarse sobre sus dedos, de echar el trasero hacia atrás y presionarle la erección.
Volvió a mirar a su derecha, y a su izquierda. Vio a gente en la sombra, pero no estaban cerca de ellos. Y estaba muy oscuro, e iba oscureciendo cada vez más mientras el último resplandor de luz al oeste del cielo se desvanecía hasta adoptar un tono púrpura fuerte y luego negro.
Y cuando Tom retiró a un lado el trozo de seda que le cubría la vulva y hundió los dedos en sus húmedos pliegues, su lujuria pudo más que su miedo. Se dejó llevar y empezó a dar vueltas contra su caricia.
Oh, cielos, sí. Sí. El alivio la inundaba incluso con aquella simple respuesta, recibir sus cálidos dedos desde delante, y su grueso mienbro desde detrás. Y desde arriba, él le pellizcaba suave y rítmicamente el pezón, a través de la camiseta y el sujetador con cada cálido giro.
—Eso es, nena —le susurró al oído.
suplicó que él tuviera razón, que nadie se iba a dar cuenta de nada, que a nadie le iba a importar, porque ahora estaba demasiado metida en ello como para detenerse, moviéndose contra su mano, sintiendo lo mojada que estaba por él y sabiendo que él también lo sentía.
Se mordió el labio e hizo lo que él le había pedido, incluso con más vigor aún, deseando sentir todo lo que pudiera sentir, deseando empaparse de Tom, y de la noche, y de toda la Ciudad del Pecado. Echó la cabeza hacia atrás, la descansó sobre su hombro, y arqueó los pechos más hacia su mano, deleitándose con todo el placer que él le daba. Lo único que impedía el lugar en el que se encontraban era dejar escapar los gemidos y el «¡ Sí, sí, sí!» que deseaba gritar cuando la golpeó el orgasmo.
Se dejó invadir por las deliciosas olas de calor, su respiración se volvió más intensa, el brazo de Tom la sujetaba para evitar que se cayera al suelo, y solo cuando se apagó el placer, se acordó otra vez de que estaban en lo alto de la Torre Eiffel de Las Vegas, ¡rodeados de gente!
Dejó escapar el último de los desiguales jadeos, y descansando el cuerpo sobre él, le dijo:
—Por favor, dime que no hay nadie que esté observándonos.
Ella sintió que él giraba la cabeza para comprobarlo.
—No, nena... estamos bien. Y tú estás condenadamente hermosa.
Le dio un beso en la parte de arriba de la cabeza, y el indulto de saber que nadie los había visto la hizo darse la vuelta para recibir su abrazo, para rodearle el cuello con los brazos y para besarlo apasionadamente.
—Mmm, tus manos —suspiró ella, todavía le costaba respirar con normalidad.
—¿Qué les pasa? —le preguntó.
Ella sonrió con una mirada acusadora.
—Ya lo sabes. Sé que lo sabes. Son... increíbles.
Él se encogió de hombros.
—De acuerdo, quizás, haya escuchado eso antes. Ella bajó la barbilla y le dedicó su mirada más sexy.
—Bueno, ahora lo estás escuchando otra vez y... voy a recompensarte.
Tom enarcó una de sus cejas, parecía casi como si estuviera desafiándola.
—¿Cómo?
_________ apenas podía entender lo que acababa de poseerla. Pero el hecho era que se las había arreglado para alcanzar el éxtasis sin que nadie se diera cuenta, y la noche parecía volverse incluso más oscura, y el ascensor acababa de bajar, llevándose a algunas personas. A pesar de la tranquilidad que los rodeaba, no parecían sentirse tranquilos, y todo aquello la hacía sentir más atrevida de lo que se había sentido en la vida.
Estaban completamente solos, podía escuchar el suave eco de las voces de dos personas que venían del otro lado de la torre. Pero decidió que estaban lo suficientemente solos. Y como había sentido antes con Tom, se encontró a sí misma deseando ser salvaje para él, atrevida para él, deseó ser lo que él quisiera que fuera, aquella chica tan, tan sucia que había despertado en ella. El ascensor subió hasta detenerse al otro lado de la torre y ella deseó que las personas que quedaban se fueran, y que todavía faltara un rato para que el ascensor subiera de nuevo.
Lo empujó contra una de las paredes internas de la torre y después, cayó de rodillas. Cuando tendió la mano hacia la hebilla de su cinturón, Tom gimió:
—Oh, Dios mío.
El estremecimiento de su voz fue todo el incentivo que ella necesitó para desabrocharle con destreza el cinturón y bajarle la cremallera. Los abrió bien y después, presionó la palma de la mano contra su robusta erección.
Mmm, sí, no había sentido nunca nada mejor en su mano. Después, levantó los calzoncillos de algodón negro sobre su enorme y abultado miembro. Vaya, parecía incluso más grande desde aquel ángulo. Y aunque ella nunca había pensado que le fuera a importar el tamaño, de repente, la hizo sentir querer más.
Nunca había estado tan cerca de su miembro, y a pesar de la oscuridad que los rodeaba, pudo ver la redondez de su cabeza y su forma recta de bala. Como por un impulso, se inclinó para besar la parte de delante de su longitud. Un gemido tembloroso se le escapó de la boca, y, oh, Dios, estaba tan dura... y aun así la sentía increíblemente sedosa contra sus labios.
Pero no tenía tiempo para deleitarse observándola, así que agarró su mango cuando la brisa le levantó el pelo del cuello, bajó la boca sobre la punta, después más abajo, dejando que le llenara la boca.
Arriba, él dejó escapar un tembloroso suspiro que le dijo que estaba haciendo todo lo que podía para quedarse quieto mientras ella se ajustaba a la plenitud, y luego, empezó a mover la boca arriba y abajo.
Nunca le había provocado mucho la idea de hacerle un oral a un hombre, siempre había considerado de alguna manera que aquello era un deber, una obligación, cuando había estado en una relación con alguien, y a veces le resultaba como una intrusión de la que no disfrutaba particularmente. Pero de alguna manera, después de que Tom le hubiera hecho alcanzar el orgasmo, necesitaba aquello, necesitaba tomarlo en su boca de la manera que fuese, justo en aquel lugar, justo en aquel instante. Se moría por darle placer, mucho placer.
Aceptando tanto como podía de su majestuoso mienbro, se deleitó con cada movimiento, con cada sensación que aquello le producía. Levantó la cabeza para mirarlo y esperó que él pudiera verla lo suficientemente bien en aquella penumbra; incluso aunque ella tuviera un aspecto obsceno en aquel momento, quería hacerlo, por él.
Y sí, la pasada noche en la bañera había sido maravillosa: un placer expansivo y lento, sin presiones ni preocupaciones, le había dicho que le gustaba hacerlo en privado y se lo había dicho en serio. Pero estaba claro que él le había despertado aquel tipo nuevo y prohibido de emoción, aquel cálido entusiasmo de tener relaciones sexuales fuera de una habitación, fuera de cualquier tipo de habitación en aquel momento.
Porque cuanto más trabajaba sobre él, más se estiraba su erección sobre sus labios, y más empujaba suavemente él contra el hueco de su boca... y más se refugiaba en la pura alegría que sentía.
Deseaba más hacer aquello en aquel momento que existir.
No le importaba si alguien los pillaba, si alguien los observaba.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Cap 22 LA CUARTA NOCHE
En realidad, ¿cuándo había sido la última vez que había disfrutado verdaderamente con una mujer sin que hubiera una relación sexual de por medio?
Mie*rda, aquella era una pregunta seria.
Porque no estaba muy seguro de que... lo hubiera hecho alguna vez.
A no ser que pensara en Angie. Pero otra vez, aquello había pasado hacía una eternidad. En otro mundo. Era una persona completamente diferente de la que había sido entonces.
—¿Ocurre algo? —le preguntó _________.
Él se sobresaltó.
—¿Qué? Nada. ¿Por qué?
—Solo es que tienes una expresión extraña en la cara.
Mie*rda. La gente no solía acusarlo de tener expresiones extrañas, así que no sabía qué contestar. Consideró la idea de ser sincero —tan sincero, abierto y directo como lo hubiera sido ella si la situación hubiera sido al revés— y decirle: «Solo es que me gustas, eso es todo. Me gustas, y realmente no recuerdo la última vez que real y honestamente me gustó alguien al que me estaba tirando». Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír con desdén y le dijo:
—Gracias —y como un impulso, le lanzó una patata frita.
Ella rió a carcajadas ante ello, y después le contestó devolviéndole un puñado de ellas.
Lo que, por alguna razón, a él le hizo que le gustara incluso más. La señaló con el dedo, en un gesto de reprimenda, y le dijo:
—Para —incapaz de disimular una ligera sonrisa. —Se supone que has de comportarte como una representante de A&R tranquila y moderna. Deja de lanzarme comida.
La expresión de _________ cambió de divertida a confusa.
—¿No has sido tú quien ha tirado la primera patata frita? ¿Hace diez segundos? Pensaba que quizás fuera parte de mi formación.
Él ladeó la cabeza, cruzó los brazos y al final, intentó ser honesto.
—Solo digamos que... hay momentos en los que me haces olvidar que estoy aquí por trabajo.
Al otro lado de la mesa, ella bajó la barbilla.
—Si eso ocurre, eres el hombre más capaz que hay para combinar el trabajo y el juego, como nadie que haya conocido nunca.
Él se encogió de hombros.
—Es un don —y se preguntó qué coño hacía diciéndole gilipolleces como aquellas, eso de que le hacía olvidarse de sus deberes. Vaya una estupidez. Era hora de cambiar de tema. —¿Vas a comerte esas patatas fritas o vas a lanzármelas? Deberíamos irnos, tenemos una gran noche por delante.
Después de regresar al hotel Venecia, _________ y Tom se fueron por caminos separados, hacia sus respectivas habitaciones, para prepararse para la noche. Ella había pasado una tarde maravillosa con él, pero dado que hacía unos cien grados en el exterior, definitivamente necesitaba una ducha antes de que salieran en busca de un nuevo talento.
Desde luego, cuando recorrió su cuerpo con la pastilla de jabón y dejó que el agua caliente cayera sobre ella, se acordó de cuan húmeda y enjabonada había estado con él la noche anterior. Se acordó de que aquel había sido el mejor y el más poderoso sexo de toda su vida.
Y pensó en el rato tan divertido que había pasado con él aquel día y cómo, en algún momento durante el paseo, le había ocurrido algo más sorprendente aún: la nueva _________ había parecido desaparecer. Pensó que había sido como una combinación entre la nueva y la vieja _________, y que aquella igualdad solo la hacía pensar que se había comportado como la auténtica _________. Porque nada de lo que había dicho ni hecho con él había sido fingido. Había dejado de ser todo calculado, planeado, practicado; de alguna manera, acababa de empezar a sentirse ella misma cuando estaba con él, una persona que a veces era estúpida, otras sensual, y todo lo que quedaba entre las dos cosas.
No podía evitar pensar en que Tom había descubierto aquella nueva y auténtica _________. Y que en los pocos días que habían pasado, nunca se había dado cuenta, nunca se había sentido tan... completamente consciente de quién era, como lo hacía ahora repentinamente.
«Deja de pensar de esa manera», se regañó a sí misma, mientras se ponía una camiseta de lentejuelas sin mangas y una minifalda. Porque pensar de aquella manera solo la hacía sentirse conectada a él. No solo físicamente, sino también emocionalmente. Y allí no había sitio para ninguna emoción, ¿o sí lo había?
«Mie*rda. Déjalo ya».
Estaba de pie delante del tocador, maquillándose, y fue entonces cuando decidió que debía seguir unas cuantas reglas durante el resto de la semana:
1)Aprende tu trabajo nuevo.
2)Concéntrate en los aspectos físicos de la relación.
3)Evita cualquier otra emoción que suponga un romance o compromiso.
4)Haz a un lado cualquier pensamiento que te recuerde cómo estás engañándole.
5)Y fóllatelo a la primera oportunidad que se te presente.
Decidió concentrarse especialmente en el número cinco, y dado que la noche estaba empezando y las luces de la Ciudad del Pecado empezaban a brillar ya en el anochecer que se exhibía en las ventanas de su pared, supuso que no tendría que esperar mucho tiempo para hacerlo.
En la cena...
—La cena ha sido rápida —dijo Tom, y echó un vistazo al reloj después de dejar la tarjeta de crédito en la pequeña carpeta de cuero que acababa de traer la camarera. —Es demasiado temprano para ir a las discotecas, tenemos más o menos una hora por delante
—Se me ocurre una buena manera de aprovechar una hora —le contestó ella, en un gesto coqueto, incapaz de resistirse y pasear el zapato por su pierna, debajo de la mesa.
Como solían hacer, sus preciosos ojos marrones brillaron mientras él ladeaba la cabeza y le concedía una pequeña y traviesa sonrisa.
—Es una pena que te guste tanto hacerlo en privado, porque no tenemos mucho tiempo de regresar al hotel. Tendremos que hacer algo que sea más aburrido.
Después de esbozar una sonrisa guasona, echó un vistazo a su alrededor —a los coches y limusinas que se precipitaban arriba y abajo por el Strip, a las fuentes del Bellagio que atravesaban la avenida, a la noche de Las Vegas que empezaba ya a alimentar su excitación— y sus ojos recayeron en la Torre Eiffel que estaba a un tiro de piedra de ellos.
—Vayamos a la parte de arriba —dijo ella, señalando.
—Nunca he ido hasta allí.
—Oooh, así que por fin seré yo la que tenga que enseñarte algo a ti.
Diez minutos más tarde, Tom había comprado los pases y estaban subiendo en el ascensor con una pareja mayor y una joven familia.
Unos minutos después, estaban en la plataforma de observación, y el aire de la cálida noche golpeaba a _________ como una piedra, pero de alguna manera le pareció más estimulante que opresivo, lo que, combinado con la vista, le recordaba que probablemente había vivido más en los pasados días que en toda su vida.
—Vaya —dijo ella, acercándose a la barandilla. Como muchas estructuras con aquella altura, la plataforma estaba rodeada de pequeños barrotes de acero cruzado, una especie de red para evitar que nadie cayera hacia abajo, pero como era de esperar, había una pequeña abertura que permitía a los visitantes tener una clara vista. Además de los hoteles y los casinos que recorrían Las Vegas Boulevard, la vista panorámica que ofrecía la torre incluía una mirada al desértico valle, y hacia el oeste se atisbaban los restos de puesta de sol que brillaba tras una silueta de montañas.
Tom caminó hacia ella.
—La vista no es ni de cerca tan buena como la que se tiene desde la verdadera Torre Eiffel en París, pero tengo que admitir que no está nada mal.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Has estado en París?
Él asintió con rapidez.
—Unas pocas veces.
¿En qué estaba pensando ella? Por supuesto que había estado en París. Era el alucinante Tom Kaulitz, después de todo. Por momentos, se olvidaba de aquello, finalmente había logrado no pensar en que estaba con una estrella como había pasado al principio. Pero entonces, en otros momentos, aquello venía a ella con una asombrosa claridad.
—¿Por qué pareces tan triste de repente? —le preguntó él. Se sintió como una completa cría, pero le contestó con sinceridad.
—Envidia, supongo. Siempre he soñado con ir a París. Aparte de unos cuantos viajes a la playa en el instituto y después, de haberme mudado a Los Ángeles, apenas he estado en ningún sitio. Supongo que ver hoy el hotel y ahora esto (incluso aunque solo sea una reproducción, un tipo de parque de atracciones) ha hecho que vuelva a desear ir allí.
Él le cubrió la mano con la suya.
—Irás allí.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Vas a lugares nuevos ahora mismo, _________, figurativa y literalmente. Hay un mundo completamente nuevo que se abre para ti. Podrás ir adonde quieras ir.
Él habló con tanta confianza que ella sintió cómo se renovaba la suya propia. Haber reflexionado antes —aunque solo hubiera sido un momento— acerca de su engaño, había empezado a sembrar dudas de si estaba haciendo lo correcto, solo un poco. Ahora que lo conocía. Ahora que le gustaba tanto. Y la verdad era que verlo caminar con tanta seguridad hacia los camareros y encargados de las discotecas para hablar de música y negocios la hacía sentir un poco... intimidada. Como si no importara el buen oído que tuviera ella para la música, nunca sería capaz de hacer bien ciertas partes de aquel trabajo, o al menos no con comodidad. Pero ahora, con Tom recordándole las recompensas de gran alcance que daban aquel puesto —viaje, lujo— sintió una energía renovada y bastante determinación
Mie*rda, aquella era una pregunta seria.
Porque no estaba muy seguro de que... lo hubiera hecho alguna vez.
A no ser que pensara en Angie. Pero otra vez, aquello había pasado hacía una eternidad. En otro mundo. Era una persona completamente diferente de la que había sido entonces.
—¿Ocurre algo? —le preguntó _________.
Él se sobresaltó.
—¿Qué? Nada. ¿Por qué?
—Solo es que tienes una expresión extraña en la cara.
Mie*rda. La gente no solía acusarlo de tener expresiones extrañas, así que no sabía qué contestar. Consideró la idea de ser sincero —tan sincero, abierto y directo como lo hubiera sido ella si la situación hubiera sido al revés— y decirle: «Solo es que me gustas, eso es todo. Me gustas, y realmente no recuerdo la última vez que real y honestamente me gustó alguien al que me estaba tirando». Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír con desdén y le dijo:
—Gracias —y como un impulso, le lanzó una patata frita.
Ella rió a carcajadas ante ello, y después le contestó devolviéndole un puñado de ellas.
Lo que, por alguna razón, a él le hizo que le gustara incluso más. La señaló con el dedo, en un gesto de reprimenda, y le dijo:
—Para —incapaz de disimular una ligera sonrisa. —Se supone que has de comportarte como una representante de A&R tranquila y moderna. Deja de lanzarme comida.
La expresión de _________ cambió de divertida a confusa.
—¿No has sido tú quien ha tirado la primera patata frita? ¿Hace diez segundos? Pensaba que quizás fuera parte de mi formación.
Él ladeó la cabeza, cruzó los brazos y al final, intentó ser honesto.
—Solo digamos que... hay momentos en los que me haces olvidar que estoy aquí por trabajo.
Al otro lado de la mesa, ella bajó la barbilla.
—Si eso ocurre, eres el hombre más capaz que hay para combinar el trabajo y el juego, como nadie que haya conocido nunca.
Él se encogió de hombros.
—Es un don —y se preguntó qué coño hacía diciéndole gilipolleces como aquellas, eso de que le hacía olvidarse de sus deberes. Vaya una estupidez. Era hora de cambiar de tema. —¿Vas a comerte esas patatas fritas o vas a lanzármelas? Deberíamos irnos, tenemos una gran noche por delante.
Después de regresar al hotel Venecia, _________ y Tom se fueron por caminos separados, hacia sus respectivas habitaciones, para prepararse para la noche. Ella había pasado una tarde maravillosa con él, pero dado que hacía unos cien grados en el exterior, definitivamente necesitaba una ducha antes de que salieran en busca de un nuevo talento.
Desde luego, cuando recorrió su cuerpo con la pastilla de jabón y dejó que el agua caliente cayera sobre ella, se acordó de cuan húmeda y enjabonada había estado con él la noche anterior. Se acordó de que aquel había sido el mejor y el más poderoso sexo de toda su vida.
Y pensó en el rato tan divertido que había pasado con él aquel día y cómo, en algún momento durante el paseo, le había ocurrido algo más sorprendente aún: la nueva _________ había parecido desaparecer. Pensó que había sido como una combinación entre la nueva y la vieja _________, y que aquella igualdad solo la hacía pensar que se había comportado como la auténtica _________. Porque nada de lo que había dicho ni hecho con él había sido fingido. Había dejado de ser todo calculado, planeado, practicado; de alguna manera, acababa de empezar a sentirse ella misma cuando estaba con él, una persona que a veces era estúpida, otras sensual, y todo lo que quedaba entre las dos cosas.
No podía evitar pensar en que Tom había descubierto aquella nueva y auténtica _________. Y que en los pocos días que habían pasado, nunca se había dado cuenta, nunca se había sentido tan... completamente consciente de quién era, como lo hacía ahora repentinamente.
«Deja de pensar de esa manera», se regañó a sí misma, mientras se ponía una camiseta de lentejuelas sin mangas y una minifalda. Porque pensar de aquella manera solo la hacía sentirse conectada a él. No solo físicamente, sino también emocionalmente. Y allí no había sitio para ninguna emoción, ¿o sí lo había?
«Mie*rda. Déjalo ya».
Estaba de pie delante del tocador, maquillándose, y fue entonces cuando decidió que debía seguir unas cuantas reglas durante el resto de la semana:
1)Aprende tu trabajo nuevo.
2)Concéntrate en los aspectos físicos de la relación.
3)Evita cualquier otra emoción que suponga un romance o compromiso.
4)Haz a un lado cualquier pensamiento que te recuerde cómo estás engañándole.
5)Y fóllatelo a la primera oportunidad que se te presente.
Decidió concentrarse especialmente en el número cinco, y dado que la noche estaba empezando y las luces de la Ciudad del Pecado empezaban a brillar ya en el anochecer que se exhibía en las ventanas de su pared, supuso que no tendría que esperar mucho tiempo para hacerlo.
En la cena...
—La cena ha sido rápida —dijo Tom, y echó un vistazo al reloj después de dejar la tarjeta de crédito en la pequeña carpeta de cuero que acababa de traer la camarera. —Es demasiado temprano para ir a las discotecas, tenemos más o menos una hora por delante
—Se me ocurre una buena manera de aprovechar una hora —le contestó ella, en un gesto coqueto, incapaz de resistirse y pasear el zapato por su pierna, debajo de la mesa.
Como solían hacer, sus preciosos ojos marrones brillaron mientras él ladeaba la cabeza y le concedía una pequeña y traviesa sonrisa.
—Es una pena que te guste tanto hacerlo en privado, porque no tenemos mucho tiempo de regresar al hotel. Tendremos que hacer algo que sea más aburrido.
Después de esbozar una sonrisa guasona, echó un vistazo a su alrededor —a los coches y limusinas que se precipitaban arriba y abajo por el Strip, a las fuentes del Bellagio que atravesaban la avenida, a la noche de Las Vegas que empezaba ya a alimentar su excitación— y sus ojos recayeron en la Torre Eiffel que estaba a un tiro de piedra de ellos.
—Vayamos a la parte de arriba —dijo ella, señalando.
—Nunca he ido hasta allí.
—Oooh, así que por fin seré yo la que tenga que enseñarte algo a ti.
Diez minutos más tarde, Tom había comprado los pases y estaban subiendo en el ascensor con una pareja mayor y una joven familia.
Unos minutos después, estaban en la plataforma de observación, y el aire de la cálida noche golpeaba a _________ como una piedra, pero de alguna manera le pareció más estimulante que opresivo, lo que, combinado con la vista, le recordaba que probablemente había vivido más en los pasados días que en toda su vida.
—Vaya —dijo ella, acercándose a la barandilla. Como muchas estructuras con aquella altura, la plataforma estaba rodeada de pequeños barrotes de acero cruzado, una especie de red para evitar que nadie cayera hacia abajo, pero como era de esperar, había una pequeña abertura que permitía a los visitantes tener una clara vista. Además de los hoteles y los casinos que recorrían Las Vegas Boulevard, la vista panorámica que ofrecía la torre incluía una mirada al desértico valle, y hacia el oeste se atisbaban los restos de puesta de sol que brillaba tras una silueta de montañas.
Tom caminó hacia ella.
—La vista no es ni de cerca tan buena como la que se tiene desde la verdadera Torre Eiffel en París, pero tengo que admitir que no está nada mal.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Has estado en París?
Él asintió con rapidez.
—Unas pocas veces.
¿En qué estaba pensando ella? Por supuesto que había estado en París. Era el alucinante Tom Kaulitz, después de todo. Por momentos, se olvidaba de aquello, finalmente había logrado no pensar en que estaba con una estrella como había pasado al principio. Pero entonces, en otros momentos, aquello venía a ella con una asombrosa claridad.
—¿Por qué pareces tan triste de repente? —le preguntó él. Se sintió como una completa cría, pero le contestó con sinceridad.
—Envidia, supongo. Siempre he soñado con ir a París. Aparte de unos cuantos viajes a la playa en el instituto y después, de haberme mudado a Los Ángeles, apenas he estado en ningún sitio. Supongo que ver hoy el hotel y ahora esto (incluso aunque solo sea una reproducción, un tipo de parque de atracciones) ha hecho que vuelva a desear ir allí.
Él le cubrió la mano con la suya.
—Irás allí.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Vas a lugares nuevos ahora mismo, _________, figurativa y literalmente. Hay un mundo completamente nuevo que se abre para ti. Podrás ir adonde quieras ir.
Él habló con tanta confianza que ella sintió cómo se renovaba la suya propia. Haber reflexionado antes —aunque solo hubiera sido un momento— acerca de su engaño, había empezado a sembrar dudas de si estaba haciendo lo correcto, solo un poco. Ahora que lo conocía. Ahora que le gustaba tanto. Y la verdad era que verlo caminar con tanta seguridad hacia los camareros y encargados de las discotecas para hablar de música y negocios la hacía sentir un poco... intimidada. Como si no importara el buen oído que tuviera ella para la música, nunca sería capaz de hacer bien ciertas partes de aquel trabajo, o al menos no con comodidad. Pero ahora, con Tom recordándole las recompensas de gran alcance que daban aquel puesto —viaje, lujo— sintió una energía renovada y bastante determinación
martes, 15 de febrero de 2011
cap 21
despues d esto la cuarta noche :D
Ella no tenía ni idea de lo bien que se había sentido él la noche anterior.
Tom estaba acostumbrado a despertarse con una mujer a su lado, pero cuando se dio la vuelta en su almohada y encontró a _________, su polvo apasionado en la bañera le vino de nuevo a la mente. Era la primera mujer con la que tenía relaciones sexuales sin utilizar preservativo desde que había dejado a Angie, hacia muchísimo tiempo ya. Le pareció como toda una eternidad. No lo había hecho a propósito. Simplemente se había metido en la bañera, la había invitado a entrar con él y de alguna manera durante el proceso se le había ocurrido que no tenía una goma en ningún lugar que estuviera al alcance de la mano.
Y quizás había sido injusto no señalar aquello, no recordárselo a ella, ya que estaba claro que también se había olvidado del detalle, pero él no. Porque cuando ella se deslizó sobre él tan húmeda, tan tensa, cuando él sintió aquella vulva cálida y tersa colgando sobre su miembro, piel contra piel, simplemente no tuvo la fuerza de dejar de sentirla. Él sabía que estaba sano, porque siempre había tenido cuidado hasta aquel momento. Y estaba condenadamente seguro de que _________ también lo estaba, estaba muy seguro de que era el primer hombre al que se follaba después de haber dejado al cabrón de su marido. Y él sabía que ella estaba tomando la pastilla anticonceptiva, porque lo había mencionado entre las cosas que tenía que hacer el día anterior por la mañana cuando se fue de vuelta a su habitación para prepararse para la reunión del desayuno con Blush. Él le había sugerido que las llevara en la cartera para que no tuviera que escabullirse a su habitación en el futuro. Justo en el momento en el que pensaba aquellas cosas, ella abrió los ojos.
Y él miró hacia otro lado. No estaba seguro de cuál era la razón, pero supuso que no quería que lo pillara mirando mientras ella dormía. Había algo en ello que le parecía... bueno, como si fuera otra persona, como si no fuera propio de él.
Solo cuando ella se estiró y bostezó, él se dio la vuelta para decirle:
—Eh, nena.
Su sonrisa somnolienta iluminó la habitación.
—Eh —definitivamente, tenía el aspecto de una mujer que había recibido mucho placer la noche anterior, y aquella idea hizo que su pene volviera a la vida debajo de las sábanas.
—¿Tienes que tomarte tu pastilla?
Ella gimió con suavidad.
—Oh, vaya, gracias por recordármelo. Pensé que podría dejármelas después del divorcio, pero hacen que me baje la regla con regularidad —y, levantándose de un salto de la cama, contoneó su precioso cuerpo desnudo hacia la zona del salón, donde él supuso que habría dejado la cartera la pasada noche. Observó su dulce y redondo trasero bamboleándose y un momento más tarde, la vio regresar, con sus bonitos pechos —y unos pezones que ya estaban erectos— balanceándose de un lado a otro mientras caminaba.
Cuando echó un vistazo al reloj, él también lo hizo y joder, ¡era casi mediodía!
—Mie*rda —dijo él. —Menos mal que no tenemos nada planeado para hoy.
Ella se sentó al borde de la cama.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Tom reflexionó sobre aquella pregunta.
—Esta noche, tenemos que hacer algunas paradas en unas cuantas discotecas más, pero podemos aprovechar la tarde para hacerles una visita a algunos de mis contactos en el Strip. Y quizás podamos hacer algo más mientras tanto.
—Suena bien —le dijo ella y a él le pareció adorable la manera libre y fácil con la que se repantigaba completamente desnuda. Aquella no era en absoluto la manera en la que había imaginado a _________ antes de aquel viaje, o incluso después de la primera noche que habían pasado en la cafetería francesa.
—Y tú eres una pequeña y buena chica —añadió él. —Quizás podamos ir a ver algunos monumentos. Lo que aquí significa hacer turismo por los hoteles. No es que suene tan excitante, ya lo sé, pero algunos de esos lugares son bastante espectaculares.
Ella ladeó la cabeza, en un gesto coqueto.
—Solo hay un problema con ese plan.
—¿Cuál es?
Ella negó con la cabeza, y su pelo revuelto por la cama cayó enmarcándole la cara.
—No soy una pequeña y buena chica.
Mientras recorrían el tramo que llevaba al extremo sur del Strip, Tom llevó primero a _________ de vuelta al hotel París. Él se acordó de que a ella pareció gustarle el ambiente de Mon Ami Gabi, y había muchas más cosas que ver allí.
La llevó por el casino, que estaba situado bajo la base de una imitación de la Torre Eiffel y flanqueada por falsas calles parisinas repletas de cafeterías y pastelerías. Ya que se habían perdido el desayuno, se detuvieron en una de las panaderías francesas y compraron unos cruasanes hojaldrados y recién hechos.
—Mmm —ronroneó ella, al dar el primer bocado en la pequeña mesa de la cafetería en donde se habían sentado. —Está divino.
Él no pudo evitar esbozar una sonrisa, porque su suave y pequeño gemido le recordó el momento en el que la acariciaba, justo cuando empezaba a excitarse.
Desde el París, se aventuraron a través de la carretera que llevaba a la grandeza del Bellagio, otro hotel de temática italiana, famoso por sus «fuentes danzantes» que se alineaban en Las Vegas Boulevard. Aunque todo aquel lugar era muy lujoso —y dio por hecho que a _________ le gustaba lo lujoso— la había llevado allí principalmente para que viera el techo de cristal del escultor estadounidense Dale Chihuly, una obra compuesta por cientos de piezas de vidrio soplado, con discos de cristal de colores alegres que se suspendían sobre el vestíbulo.
—Oh, Dios mío —dijo ella, y echó la cabeza hacia atrás para poder mirar hacia arriba. —Podrías quedarte todo el día mirando esto y aún así descubrir cosas que no habías visto antes. Es increíble. Ojalá pudiera tumbarme en el suelo y quedarme un rato observándolo.
Tom sonrió ante su entusiasmo infantil y después echó un vistazo a su alrededor.
—Tengo una idea mejor —la cogió de la mano y la llevó hacia uno de los lujosos sofás que había bajo la escultura colgante y se sentaron allí. —Túmbate aquí, a mi lado, y descansa la cabeza en mi regazo. Así, no tendrás que preocuparte de que te pise nadie.
A ella le entró la risa, y después hizo lo que Tom le había sugerido. Se tumbó allí y dejó que sus mechones rojizos cayeran sobre su muslo. Él observó sus ojos verdes y brillantes, mientras ella exploraba los colores y las formas que se veían arriba, hasta que finalmente concluyó:
—Podría perderme en todo esto. Es como... como algo que solo verías en un sueño.
Después de aquello, él la llevó un poco más lejos hacia arriba del Strip, cruzaron la Tropicana Avenue hasta llegar al Excalibur, donde ella pareció disfrutar mucho del tema medieval; y luego pasaron por el Luxor, el hotel con forma de pirámide; y por el elegante Mandalay Bay, donde visitaron el tanque de tiburones y se detuvieron para jugar un poco a la ruleta. Él nunca había visto a nadie divertirse tanto al ganar diez dólares en aquel juego como lo hacía _________.
Por supuesto, en cada parada, aprovechó la oportunidad de colarse en un bar o en algún salón en donde conocía a alguien —para preguntar si habían visto últimamente a un grupo que mereciera la pena escuchar— y conseguir un par de pistas. También presentó a _________, y explicó que estaba uniéndose a él en los deberes como representante de A&R deBlue Night. Siempre ahorraba una noche o dos en viajes como aquel para hacer averiguaciones sobre los artistas que conocía, y empezó a tomar notas mientras iban del tramo del Mandalay de vuelta al Excalibur; después cogieron el paseo elevado que llevaba del Tropicana Avenue hacia el New York, New York.
Cuando vagaban por las calles sinuosas que había dentro del centro turístico, _________ le preguntó:
—Entonces, ¿está este lugar a la altura de Nueva York?
El se encogió de hombros.
—Es... un facsímil divertido. No te hace sentir exactamente como en casa, pero supongo que es lo más parecido que puedes encontrar en este lugar del país.
Después de pasar unas pocas horas recorriendo hoteles y estableciendo contactos, _________ anunció que estaba hambrienta, por lo que se detuvieron en una charcutería de una de las falsas avenidas del New York donde se vendían bocadillos, y se sentaron por allí para comérselos. A Tom le chocó la idea de lo mucho que se estaba divirtiendo. Solo comiéndose un bocadillo improvisado con ella. Dando una vuelta con ella y enseñándole cosas que nunca antes había visto. Observando la manera en la que se encendían sus ojos con asombro a cada punto en el que se detenían.
Supuso que ya estaba tan acostumbrado a las mujeres de plástico que _________ le parecía una agradable innovación. De hecho, nunca había pensado en esas mujeres de aquella manera —como plástico—> pero parecía describir muy bien a las mujeres con las que solía acostarse. No es que hubiera nada de malo en ellas, pero _________ era tan diferente, tan abierta, estaba tan deseosa por dejar revelar sus inseguridades. Y la manera en la que su comportamiento recorría toda la gama, desde una ninfa del sexo sucia y ansiosa hasta una inocente con los ojos abiertos de par en par; joder, aquello solamente los hacía parecer a los dos tan... bidimensionales. Únicos. Irreales.
Ella no tenía ni idea de lo bien que se había sentido él la noche anterior.
Tom estaba acostumbrado a despertarse con una mujer a su lado, pero cuando se dio la vuelta en su almohada y encontró a _________, su polvo apasionado en la bañera le vino de nuevo a la mente. Era la primera mujer con la que tenía relaciones sexuales sin utilizar preservativo desde que había dejado a Angie, hacia muchísimo tiempo ya. Le pareció como toda una eternidad. No lo había hecho a propósito. Simplemente se había metido en la bañera, la había invitado a entrar con él y de alguna manera durante el proceso se le había ocurrido que no tenía una goma en ningún lugar que estuviera al alcance de la mano.
Y quizás había sido injusto no señalar aquello, no recordárselo a ella, ya que estaba claro que también se había olvidado del detalle, pero él no. Porque cuando ella se deslizó sobre él tan húmeda, tan tensa, cuando él sintió aquella vulva cálida y tersa colgando sobre su miembro, piel contra piel, simplemente no tuvo la fuerza de dejar de sentirla. Él sabía que estaba sano, porque siempre había tenido cuidado hasta aquel momento. Y estaba condenadamente seguro de que _________ también lo estaba, estaba muy seguro de que era el primer hombre al que se follaba después de haber dejado al cabrón de su marido. Y él sabía que ella estaba tomando la pastilla anticonceptiva, porque lo había mencionado entre las cosas que tenía que hacer el día anterior por la mañana cuando se fue de vuelta a su habitación para prepararse para la reunión del desayuno con Blush. Él le había sugerido que las llevara en la cartera para que no tuviera que escabullirse a su habitación en el futuro. Justo en el momento en el que pensaba aquellas cosas, ella abrió los ojos.
Y él miró hacia otro lado. No estaba seguro de cuál era la razón, pero supuso que no quería que lo pillara mirando mientras ella dormía. Había algo en ello que le parecía... bueno, como si fuera otra persona, como si no fuera propio de él.
Solo cuando ella se estiró y bostezó, él se dio la vuelta para decirle:
—Eh, nena.
Su sonrisa somnolienta iluminó la habitación.
—Eh —definitivamente, tenía el aspecto de una mujer que había recibido mucho placer la noche anterior, y aquella idea hizo que su pene volviera a la vida debajo de las sábanas.
—¿Tienes que tomarte tu pastilla?
Ella gimió con suavidad.
—Oh, vaya, gracias por recordármelo. Pensé que podría dejármelas después del divorcio, pero hacen que me baje la regla con regularidad —y, levantándose de un salto de la cama, contoneó su precioso cuerpo desnudo hacia la zona del salón, donde él supuso que habría dejado la cartera la pasada noche. Observó su dulce y redondo trasero bamboleándose y un momento más tarde, la vio regresar, con sus bonitos pechos —y unos pezones que ya estaban erectos— balanceándose de un lado a otro mientras caminaba.
Cuando echó un vistazo al reloj, él también lo hizo y joder, ¡era casi mediodía!
—Mie*rda —dijo él. —Menos mal que no tenemos nada planeado para hoy.
Ella se sentó al borde de la cama.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Tom reflexionó sobre aquella pregunta.
—Esta noche, tenemos que hacer algunas paradas en unas cuantas discotecas más, pero podemos aprovechar la tarde para hacerles una visita a algunos de mis contactos en el Strip. Y quizás podamos hacer algo más mientras tanto.
—Suena bien —le dijo ella y a él le pareció adorable la manera libre y fácil con la que se repantigaba completamente desnuda. Aquella no era en absoluto la manera en la que había imaginado a _________ antes de aquel viaje, o incluso después de la primera noche que habían pasado en la cafetería francesa.
—Y tú eres una pequeña y buena chica —añadió él. —Quizás podamos ir a ver algunos monumentos. Lo que aquí significa hacer turismo por los hoteles. No es que suene tan excitante, ya lo sé, pero algunos de esos lugares son bastante espectaculares.
Ella ladeó la cabeza, en un gesto coqueto.
—Solo hay un problema con ese plan.
—¿Cuál es?
Ella negó con la cabeza, y su pelo revuelto por la cama cayó enmarcándole la cara.
—No soy una pequeña y buena chica.
Mientras recorrían el tramo que llevaba al extremo sur del Strip, Tom llevó primero a _________ de vuelta al hotel París. Él se acordó de que a ella pareció gustarle el ambiente de Mon Ami Gabi, y había muchas más cosas que ver allí.
La llevó por el casino, que estaba situado bajo la base de una imitación de la Torre Eiffel y flanqueada por falsas calles parisinas repletas de cafeterías y pastelerías. Ya que se habían perdido el desayuno, se detuvieron en una de las panaderías francesas y compraron unos cruasanes hojaldrados y recién hechos.
—Mmm —ronroneó ella, al dar el primer bocado en la pequeña mesa de la cafetería en donde se habían sentado. —Está divino.
Él no pudo evitar esbozar una sonrisa, porque su suave y pequeño gemido le recordó el momento en el que la acariciaba, justo cuando empezaba a excitarse.
Desde el París, se aventuraron a través de la carretera que llevaba a la grandeza del Bellagio, otro hotel de temática italiana, famoso por sus «fuentes danzantes» que se alineaban en Las Vegas Boulevard. Aunque todo aquel lugar era muy lujoso —y dio por hecho que a _________ le gustaba lo lujoso— la había llevado allí principalmente para que viera el techo de cristal del escultor estadounidense Dale Chihuly, una obra compuesta por cientos de piezas de vidrio soplado, con discos de cristal de colores alegres que se suspendían sobre el vestíbulo.
—Oh, Dios mío —dijo ella, y echó la cabeza hacia atrás para poder mirar hacia arriba. —Podrías quedarte todo el día mirando esto y aún así descubrir cosas que no habías visto antes. Es increíble. Ojalá pudiera tumbarme en el suelo y quedarme un rato observándolo.
Tom sonrió ante su entusiasmo infantil y después echó un vistazo a su alrededor.
—Tengo una idea mejor —la cogió de la mano y la llevó hacia uno de los lujosos sofás que había bajo la escultura colgante y se sentaron allí. —Túmbate aquí, a mi lado, y descansa la cabeza en mi regazo. Así, no tendrás que preocuparte de que te pise nadie.
A ella le entró la risa, y después hizo lo que Tom le había sugerido. Se tumbó allí y dejó que sus mechones rojizos cayeran sobre su muslo. Él observó sus ojos verdes y brillantes, mientras ella exploraba los colores y las formas que se veían arriba, hasta que finalmente concluyó:
—Podría perderme en todo esto. Es como... como algo que solo verías en un sueño.
Después de aquello, él la llevó un poco más lejos hacia arriba del Strip, cruzaron la Tropicana Avenue hasta llegar al Excalibur, donde ella pareció disfrutar mucho del tema medieval; y luego pasaron por el Luxor, el hotel con forma de pirámide; y por el elegante Mandalay Bay, donde visitaron el tanque de tiburones y se detuvieron para jugar un poco a la ruleta. Él nunca había visto a nadie divertirse tanto al ganar diez dólares en aquel juego como lo hacía _________.
Por supuesto, en cada parada, aprovechó la oportunidad de colarse en un bar o en algún salón en donde conocía a alguien —para preguntar si habían visto últimamente a un grupo que mereciera la pena escuchar— y conseguir un par de pistas. También presentó a _________, y explicó que estaba uniéndose a él en los deberes como representante de A&R deBlue Night. Siempre ahorraba una noche o dos en viajes como aquel para hacer averiguaciones sobre los artistas que conocía, y empezó a tomar notas mientras iban del tramo del Mandalay de vuelta al Excalibur; después cogieron el paseo elevado que llevaba del Tropicana Avenue hacia el New York, New York.
Cuando vagaban por las calles sinuosas que había dentro del centro turístico, _________ le preguntó:
—Entonces, ¿está este lugar a la altura de Nueva York?
El se encogió de hombros.
—Es... un facsímil divertido. No te hace sentir exactamente como en casa, pero supongo que es lo más parecido que puedes encontrar en este lugar del país.
Después de pasar unas pocas horas recorriendo hoteles y estableciendo contactos, _________ anunció que estaba hambrienta, por lo que se detuvieron en una charcutería de una de las falsas avenidas del New York donde se vendían bocadillos, y se sentaron por allí para comérselos. A Tom le chocó la idea de lo mucho que se estaba divirtiendo. Solo comiéndose un bocadillo improvisado con ella. Dando una vuelta con ella y enseñándole cosas que nunca antes había visto. Observando la manera en la que se encendían sus ojos con asombro a cada punto en el que se detenían.
Supuso que ya estaba tan acostumbrado a las mujeres de plástico que _________ le parecía una agradable innovación. De hecho, nunca había pensado en esas mujeres de aquella manera —como plástico—> pero parecía describir muy bien a las mujeres con las que solía acostarse. No es que hubiera nada de malo en ellas, pero _________ era tan diferente, tan abierta, estaba tan deseosa por dejar revelar sus inseguridades. Y la manera en la que su comportamiento recorría toda la gama, desde una ninfa del sexo sucia y ansiosa hasta una inocente con los ojos abiertos de par en par; joder, aquello solamente los hacía parecer a los dos tan... bidimensionales. Únicos. Irreales.
lunes, 14 de febrero de 2011
cap 20
Mientras _________ sacaba el cuerpo de las burbujas, Tom rescataba sus zapatos, los cuales, le anunció él, estaban empapados pero no parecían estar estropeados. Ella encontró su ropa bajo una pila de espuma que había en el suelo, y también estaba húmeda, lo que era previsible. Después de que se secaran el uno al otro con las toallas, ella miró hacia atrás, al recinto enlosado que todavía estaba cubierto de blanco:
—¿Qué hay del vino?
—Olvídate del vino, quiero que nos acostemos en la cama.
Ella no podía discutirle algo así, especialmente cuando se metieron en la enorme y lujosa cama y Tom tiró de su cuerpo desnudo más hacia él y le dio un beso en la frente.
Después, él se quedó dormido, pero a ella no le importaba, en realidad, casi pensó que era muy mono que incluso Tom Kaulitz, el dios del sexo, cayera preso del sueño después de un orgasmo.
Lo observó dormir, respiró la fragancia fresca pero todavía masculina de su cuerpo, observó la manera en la que sus trensas empezaban a secarse. No podía evitar reflexionar sobre la miríada de experiencias que aquel hombre le provocaba. Y la miríada de emociones que la hacía sentir. Se había dado cuenta en la bañera de que el sexo era tan abrumador como las emociones más oscuras, pero incluso que aquello en sí mismo, la idea de que todo lo que deseabas o por lo que te preocupabas era de un pene embistiéndote... ¿no era acaso una emoción en sí misma?. Nunca antes había sabido mucho de la intimidad real y verdadera. Suponía que ni Wayne, ni los otros pocos hombres con los que había estado, le habían inspirado nunca unos sentimientos como aquellos. Aun así, sabía que aquella noche lo había experimentado con Tom.
_________ todavía estaba observándolo cuando, unos segundos más tarde, su mano se movió sobre su cadera bajo las sábanas y sus ojos se abrieron.
—Eh —dijo él, con una somnolienta sonrisa.
—Eh.
—Siento haberme quedado dormido.
Ella le concedió una sonrisa paciente.
—El orgasmo puede ser el causante.
—Follarte con tanta intensidad me ha dejado agotado —admitió con una pequeña sonrisa lasciva. Después, meditó: —Las luces están todavía encendidas. La música también.
Era verdad, no se había dado cuenta, tan ensimismada había estado con Tom y con la sensación sexual y abrumadora que le había dado en las últimas veinticuatro horas.
—Me siento demasiado cómoda como para levantarme ahora mismo —y además, las luces de la habitación estaban apagadas, solo la luz del cuarto de baño y las del salón se filtraban a través de las puertas, dándole una luz tenue y romántica al ambiente.
Él se acurrucó más cerca de ella.
—Yo también.
Cuando su mirada recayó en la cruz que llevaba en la garganta, tendió la mano suavemente y deslizó la yema del dedo sobre la suave superficie de plata.
—¿Es especial para ti? Nunca me había dado cuenta de que la llevabas hasta la pasada noche, pero la llevas puesta desde entonces.
—La llevo todo el tiempo. Simplemente acaba bajo mi camiseta la mayoría de los días.
—Entonces, sí es especial.
Él asintió ligeramente contra la almohada.
—Mi abuela me la regaló en mi confirmación, cuando tenía doce años. La trajo con ella desde Grecia y la tenía desde que era pequeña.
—Vaya —su respuesta la había sorprendido a muchos niveles. Le sorprendió darse cuenta de que la cruz fuera tan antigua. Y que Tom Kaulitz fuera el tipo de hombre que apreciara tanto a su abuela. Y que Tom Kaulitz tuviera un lado religioso. —No suponía que fueras un buen chico católico.
La miró de reojo.
—Católico, sí. No necesariamente bueno.
Ella le sonrió en respuesta.
—¿Está tu abuela... todavía viva?
Su expresión se convirtió en una acalorada, quizás algo de alivio, que ella no había visto nunca.
—Tiene ochenta y cinco años y todavía está fuerte. Está de vuelta en Brooklyn con el resto de mi familia.
—Vaya —le dijo ella otra vez. Nunca había pensado en la familia de Tom. —Apuesto a que están muy orgullosos de ti.
Dejó escapar una carcajada corta y cínica.
—Sí, es el sueño de todo padre tener un hijo al que lo acusan de mala conducta sexual en un canal nacional de televisión.
Ella parpadeó.
—Lo siento... no estaba pensando en ello. Estaba pensando en tu trabajo.
—Me quieren y aceptan lo que hago, pero esa no fue exactamente su primera opción.
—¿Y cuál era?
Él suspiró.
—Hasta su jubilación hace unos pocos meses, mi padre vendía seguros en la misma pequeña oficina y en la misma calle de Brooklyn desde antes de que él naciera. Soi el mas grande que mi hermano y mis padres esperaban que algún día pudiera encargarme del negocio familiar.
—Oh —no podía imaginar la presión que aquello podría suponer para un chico
Él sonrió.
—¿Te resultó difícil hacer las maletas y mudarte a Los Ángeles? ¿Decirle a tu padre que abandonabas el negocio de los seguros? —antes, hacía unos minutos, ella no podía haber imaginado que hubiera algo difícil para Tom Kaulitz, pero escuchar todo aquello de su familia, imaginarlo como un chico joven de Brooklyn, lo cambiaba todo.
—Sí y no —le dijo él, suavizando el tono de voz. —No me gustaba la idea de decepcionarlos, pero me sentía asfixiado allí. Dejarlo todo para perseguir lo que realmente quería hacer en la vida era muy... liberador. En más de un sentido.
—¿Qué quieres decir?
Su mirada se alejó del techo para centrarse en ella, y después volvió a mirar hacia arriba. —Estaba prometido.
Se esforzó todo lo que pudo para no quedarse mirándolo boquiabierta. —¿En serio? El asintió ligeramente.
—Su nombre era Angie, era una buena chica griega del barrio. Llevábamos saliendo juntos desde los dieciséis años y...
—¿Y qué? —le preguntó ella cuando él se detuvo. —Era como lo de estar en el negocio de los seguros. No quería estar en esa situación, pero me sentía obligado. —Oh.
Él volvió a mirarla.
—Una vez la amé, pero tenía que irme. Fue la cosa más inteligente que he hecho nunca. Y una lección aprendida. _________ se mordió el labio. —¿Y cuál era la lección?
—Que sentirme atado me hace sentir de alguna manera... en fin, atado. Así que desde entonces, simplemente me limito a no hacerlo. Me siento más feliz así. Y no me arriesgo a hacerle daño a nadie.
—Suena inteligente —le dijo ella, intentando ignorar el leve retortijón en su estómago. Y en realidad, sonaba inteligente, entonces, ¿por qué se sentía tan nerviosa? No era exactamente algo nuevo que Tom no se comprometiera ni tuviera relaciones serias con alguien. Básicamente le estaba contando lo que ella ya sabía. Solo que quizás escucharlo de su propia voz le parecía un poco diferente.
No es que solo le gustara el sexo con él, sino que le gustaba él. Estar con él, hablar con él, aprender con él, reír con él.
—Háblame de tu ex marido —le dijo Tom, y ella se sorprendió ante aquella petición. Cuando no le respondió enseguida, añadió: —A no ser que prefieras no hacerlo.
Ella negó con la cabeza.
—No, no me importa. Yo... conocí a Wayne hace cinco años, y me pareció que había encontrado al hombre de mis sueños. Nos casamos después de un año saliendo juntos (una boda grande y tradicional, con todos los detalles) y un año después, su compañía lo trasladó desde Ohio a Los Ángeles. Así que nos mudamos y todo nos pareció genial. Supongo que a medida que pasaba el tiempo, nos separamos un poco, pero yo lo achaqué a lo ocupados que nos mantenían nuestros trabajos, yo con el puesto en Blue Night y él con su trabajo de desarrollo de sistemas, y además se había apuntado al gimnasio y pasaba mucho tiempo fuera de casa. Entonces, una noche se fue al gimnasio pero se olvidó el teléfono móvil. Me di cuenta de que había una llamada perdida y pensando que quizás fuera algo importante, escuché el mensaje que le habían dejado. Escuché a una mujer diciendo que llegaba tarde, pero que estaría allí pronto y que llevaba un nuevo conjunto de ropa interior bajo el chándal.
—Mie*rda.
Ella asintió con un gesto indiferente, perdida en aquel ensueño.
—Sí, mie*rda.
—¿Y qué hiciste entonces?
—Me fui al gimnasio. Y los encontré trabajando juntos y me enfrenté a él. Me lo contó todo, que la había conocido allí, que se habían caído bien, que una cosa había llevado a la otra. Que ella estaba casada también y que era madre de tres hijos.
_________ agradeció la sonrisa de Tom.
Le animaba a compartir sus sentimientos en aquel tema en particular.
—Creo que el sexo es genial y todo eso, pero para mí hay un par de cosas que son sagradas: el matrimonio y la familia. Quiero decir, ¿por qué molestarse con esas cosas si uno no las desea realmente?
Él asintió.
—Exactamente. Esa es la razón por la que yo no las tengo.
—Entonces, entiendes por qué no pude perdonarlo.
Él la miró, sorprendido.
—¿Pretendía que lo hicieras?
—Eso es lo que quería él. Pero... una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes.
—No te culpo, nena —le dijo él; después se inclinó para darle un pequeño beso, lo que ella necesitaba realmente en aquel preciso momento. —Pero te contaré un secreto.
Ella se acercó más, contenta de que estuvieran dejando atrás la historia de su ex marido. Su ruptura no podía haber contrastado más con la nueva _________.
—¿Qué es?
—Su pérdida me ha venido definitivamente bien.
Se besaron otra vez, y Tom cerró los ojos, dejando que _________ volviera de nuevo a sus propios pensamientos, y a sus propias palabras: «una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes». ¿No sería así como se sentiría Tom si se enteraba de su engaño, de que estaba robándole un puesto de trabajo que adoraba y que había hecho tan bien durante tanto tiempo? De alguna manera, casi se había olvidado de ello aquel día: había existido tanta excitación entre ellos que le resultó muy fácil dejar apartado cualquier pensamiento negativo.
Ella sabía que estaba cometiendo muchos pecados con Tom, pero aquella mentira era mucho peor que todo lo demás y ella se apartó de él y se bajó de la cama, caminó desnuda para apagar las luces y el equipo de música, y sufrió un sincero sentimiento de culpa que no había sentido hasta aquel momento. Porque ahora lo conocía. Y porque ahora todo aquello le parecía más que una simple cuestión de sexo. Como mínimo, se habían hecho amigos. Bueno, amigos con derecho a roce. Cuando se dirigió hacia la amplia pared de ventanas que había en la espaciosa zona de la salita, miró las luces de la ciudad, y se obligó una vez más a dejar a un lado el sentimiento de culpabilidad. Después de todo, ¿no le había dicho él que lo que pasara en Las Vegas se quedaba en Las Vegas?
Así que el sexo se quedaría en Las Vegas.
Y con algo de suerte, también lo haría el sentimiento de culpa.
—¿Qué hay del vino?
—Olvídate del vino, quiero que nos acostemos en la cama.
Ella no podía discutirle algo así, especialmente cuando se metieron en la enorme y lujosa cama y Tom tiró de su cuerpo desnudo más hacia él y le dio un beso en la frente.
Después, él se quedó dormido, pero a ella no le importaba, en realidad, casi pensó que era muy mono que incluso Tom Kaulitz, el dios del sexo, cayera preso del sueño después de un orgasmo.
Lo observó dormir, respiró la fragancia fresca pero todavía masculina de su cuerpo, observó la manera en la que sus trensas empezaban a secarse. No podía evitar reflexionar sobre la miríada de experiencias que aquel hombre le provocaba. Y la miríada de emociones que la hacía sentir. Se había dado cuenta en la bañera de que el sexo era tan abrumador como las emociones más oscuras, pero incluso que aquello en sí mismo, la idea de que todo lo que deseabas o por lo que te preocupabas era de un pene embistiéndote... ¿no era acaso una emoción en sí misma?. Nunca antes había sabido mucho de la intimidad real y verdadera. Suponía que ni Wayne, ni los otros pocos hombres con los que había estado, le habían inspirado nunca unos sentimientos como aquellos. Aun así, sabía que aquella noche lo había experimentado con Tom.
_________ todavía estaba observándolo cuando, unos segundos más tarde, su mano se movió sobre su cadera bajo las sábanas y sus ojos se abrieron.
—Eh —dijo él, con una somnolienta sonrisa.
—Eh.
—Siento haberme quedado dormido.
Ella le concedió una sonrisa paciente.
—El orgasmo puede ser el causante.
—Follarte con tanta intensidad me ha dejado agotado —admitió con una pequeña sonrisa lasciva. Después, meditó: —Las luces están todavía encendidas. La música también.
Era verdad, no se había dado cuenta, tan ensimismada había estado con Tom y con la sensación sexual y abrumadora que le había dado en las últimas veinticuatro horas.
—Me siento demasiado cómoda como para levantarme ahora mismo —y además, las luces de la habitación estaban apagadas, solo la luz del cuarto de baño y las del salón se filtraban a través de las puertas, dándole una luz tenue y romántica al ambiente.
Él se acurrucó más cerca de ella.
—Yo también.
Cuando su mirada recayó en la cruz que llevaba en la garganta, tendió la mano suavemente y deslizó la yema del dedo sobre la suave superficie de plata.
—¿Es especial para ti? Nunca me había dado cuenta de que la llevabas hasta la pasada noche, pero la llevas puesta desde entonces.
—La llevo todo el tiempo. Simplemente acaba bajo mi camiseta la mayoría de los días.
—Entonces, sí es especial.
Él asintió ligeramente contra la almohada.
—Mi abuela me la regaló en mi confirmación, cuando tenía doce años. La trajo con ella desde Grecia y la tenía desde que era pequeña.
—Vaya —su respuesta la había sorprendido a muchos niveles. Le sorprendió darse cuenta de que la cruz fuera tan antigua. Y que Tom Kaulitz fuera el tipo de hombre que apreciara tanto a su abuela. Y que Tom Kaulitz tuviera un lado religioso. —No suponía que fueras un buen chico católico.
La miró de reojo.
—Católico, sí. No necesariamente bueno.
Ella le sonrió en respuesta.
—¿Está tu abuela... todavía viva?
Su expresión se convirtió en una acalorada, quizás algo de alivio, que ella no había visto nunca.
—Tiene ochenta y cinco años y todavía está fuerte. Está de vuelta en Brooklyn con el resto de mi familia.
—Vaya —le dijo ella otra vez. Nunca había pensado en la familia de Tom. —Apuesto a que están muy orgullosos de ti.
Dejó escapar una carcajada corta y cínica.
—Sí, es el sueño de todo padre tener un hijo al que lo acusan de mala conducta sexual en un canal nacional de televisión.
Ella parpadeó.
—Lo siento... no estaba pensando en ello. Estaba pensando en tu trabajo.
—Me quieren y aceptan lo que hago, pero esa no fue exactamente su primera opción.
—¿Y cuál era?
Él suspiró.
—Hasta su jubilación hace unos pocos meses, mi padre vendía seguros en la misma pequeña oficina y en la misma calle de Brooklyn desde antes de que él naciera. Soi el mas grande que mi hermano y mis padres esperaban que algún día pudiera encargarme del negocio familiar.
—Oh —no podía imaginar la presión que aquello podría suponer para un chico
Él sonrió.
—¿Te resultó difícil hacer las maletas y mudarte a Los Ángeles? ¿Decirle a tu padre que abandonabas el negocio de los seguros? —antes, hacía unos minutos, ella no podía haber imaginado que hubiera algo difícil para Tom Kaulitz, pero escuchar todo aquello de su familia, imaginarlo como un chico joven de Brooklyn, lo cambiaba todo.
—Sí y no —le dijo él, suavizando el tono de voz. —No me gustaba la idea de decepcionarlos, pero me sentía asfixiado allí. Dejarlo todo para perseguir lo que realmente quería hacer en la vida era muy... liberador. En más de un sentido.
—¿Qué quieres decir?
Su mirada se alejó del techo para centrarse en ella, y después volvió a mirar hacia arriba. —Estaba prometido.
Se esforzó todo lo que pudo para no quedarse mirándolo boquiabierta. —¿En serio? El asintió ligeramente.
—Su nombre era Angie, era una buena chica griega del barrio. Llevábamos saliendo juntos desde los dieciséis años y...
—¿Y qué? —le preguntó ella cuando él se detuvo. —Era como lo de estar en el negocio de los seguros. No quería estar en esa situación, pero me sentía obligado. —Oh.
Él volvió a mirarla.
—Una vez la amé, pero tenía que irme. Fue la cosa más inteligente que he hecho nunca. Y una lección aprendida. _________ se mordió el labio. —¿Y cuál era la lección?
—Que sentirme atado me hace sentir de alguna manera... en fin, atado. Así que desde entonces, simplemente me limito a no hacerlo. Me siento más feliz así. Y no me arriesgo a hacerle daño a nadie.
—Suena inteligente —le dijo ella, intentando ignorar el leve retortijón en su estómago. Y en realidad, sonaba inteligente, entonces, ¿por qué se sentía tan nerviosa? No era exactamente algo nuevo que Tom no se comprometiera ni tuviera relaciones serias con alguien. Básicamente le estaba contando lo que ella ya sabía. Solo que quizás escucharlo de su propia voz le parecía un poco diferente.
No es que solo le gustara el sexo con él, sino que le gustaba él. Estar con él, hablar con él, aprender con él, reír con él.
—Háblame de tu ex marido —le dijo Tom, y ella se sorprendió ante aquella petición. Cuando no le respondió enseguida, añadió: —A no ser que prefieras no hacerlo.
Ella negó con la cabeza.
—No, no me importa. Yo... conocí a Wayne hace cinco años, y me pareció que había encontrado al hombre de mis sueños. Nos casamos después de un año saliendo juntos (una boda grande y tradicional, con todos los detalles) y un año después, su compañía lo trasladó desde Ohio a Los Ángeles. Así que nos mudamos y todo nos pareció genial. Supongo que a medida que pasaba el tiempo, nos separamos un poco, pero yo lo achaqué a lo ocupados que nos mantenían nuestros trabajos, yo con el puesto en Blue Night y él con su trabajo de desarrollo de sistemas, y además se había apuntado al gimnasio y pasaba mucho tiempo fuera de casa. Entonces, una noche se fue al gimnasio pero se olvidó el teléfono móvil. Me di cuenta de que había una llamada perdida y pensando que quizás fuera algo importante, escuché el mensaje que le habían dejado. Escuché a una mujer diciendo que llegaba tarde, pero que estaría allí pronto y que llevaba un nuevo conjunto de ropa interior bajo el chándal.
—Mie*rda.
Ella asintió con un gesto indiferente, perdida en aquel ensueño.
—Sí, mie*rda.
—¿Y qué hiciste entonces?
—Me fui al gimnasio. Y los encontré trabajando juntos y me enfrenté a él. Me lo contó todo, que la había conocido allí, que se habían caído bien, que una cosa había llevado a la otra. Que ella estaba casada también y que era madre de tres hijos.
_________ agradeció la sonrisa de Tom.
Le animaba a compartir sus sentimientos en aquel tema en particular.
—Creo que el sexo es genial y todo eso, pero para mí hay un par de cosas que son sagradas: el matrimonio y la familia. Quiero decir, ¿por qué molestarse con esas cosas si uno no las desea realmente?
Él asintió.
—Exactamente. Esa es la razón por la que yo no las tengo.
—Entonces, entiendes por qué no pude perdonarlo.
Él la miró, sorprendido.
—¿Pretendía que lo hicieras?
—Eso es lo que quería él. Pero... una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes.
—No te culpo, nena —le dijo él; después se inclinó para darle un pequeño beso, lo que ella necesitaba realmente en aquel preciso momento. —Pero te contaré un secreto.
Ella se acercó más, contenta de que estuvieran dejando atrás la historia de su ex marido. Su ruptura no podía haber contrastado más con la nueva _________.
—¿Qué es?
—Su pérdida me ha venido definitivamente bien.
Se besaron otra vez, y Tom cerró los ojos, dejando que _________ volviera de nuevo a sus propios pensamientos, y a sus propias palabras: «una vez que la confianza estuvo tan completamente destrozada, supe que nunca volvería a sentir por él lo de antes». ¿No sería así como se sentiría Tom si se enteraba de su engaño, de que estaba robándole un puesto de trabajo que adoraba y que había hecho tan bien durante tanto tiempo? De alguna manera, casi se había olvidado de ello aquel día: había existido tanta excitación entre ellos que le resultó muy fácil dejar apartado cualquier pensamiento negativo.
Ella sabía que estaba cometiendo muchos pecados con Tom, pero aquella mentira era mucho peor que todo lo demás y ella se apartó de él y se bajó de la cama, caminó desnuda para apagar las luces y el equipo de música, y sufrió un sincero sentimiento de culpa que no había sentido hasta aquel momento. Porque ahora lo conocía. Y porque ahora todo aquello le parecía más que una simple cuestión de sexo. Como mínimo, se habían hecho amigos. Bueno, amigos con derecho a roce. Cuando se dirigió hacia la amplia pared de ventanas que había en la espaciosa zona de la salita, miró las luces de la ciudad, y se obligó una vez más a dejar a un lado el sentimiento de culpabilidad. Después de todo, ¿no le había dicho él que lo que pasara en Las Vegas se quedaba en Las Vegas?
Así que el sexo se quedaría en Las Vegas.
Y con algo de suerte, también lo haría el sentimiento de culpa.
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