martes, 22 de febrero de 2011

cap 23 LA CUARTA NOCHE PARTE II

D: deverdd lo siento muchoo nnas esq mi compu estaba en el hospital xD pro akii esta el cap y les prometp q subire todos los dias no importa la ora pro todos los dias subire ;) ojala siga teniendo lectoras :D comenten chikas




Supongo que también has estado en Venecia —le preguntó ella, mirándolo de reojo.
Él asintió.
—Solo una vez.
—Solo una vez —repitió ella, excesivamente contenta cuando él soltó una carcajada, mientras la rodeaba con uno de sus cálidos brazos. —Supongo que también habrás ido en góndola.
Él se encogió de hombros.
—No hay otro modo real de apreciar la vista del lugar.
Ella puso los ojos en blanco y lo besó, lo que acabó completamente con su sensación de envidia y reavivó la lujuria que había estado sintiendo en la cena.
—¿Me perdonas? —le preguntó él con suavidad, e inclinó la frente hasta tocar la suya.
—¿Por?
—Por haber ido a todos esos lugares a los que tú deseas ir.
Ella decidió jugar y flirtear un poco.
—Puede que otro beso pueda ayudar.
Aunque esta vez, el beso no fue corto ni rápido, su cálida boca presionó con firmeza contra la suya, y su lengua serpenteó húmedamente entre sus labios. Cuando ella lo recibió con su propia lengua, sintió cómo se le humedecían las braguitas y, le gustara o no, el romance del momento, la noche, la cálida brisa, se apoderaron de ella, y no pudo hacer otra cosa que rendirse ante aquella sensación. Fue entonces cuando él se puso detrás de ella, la abrazó y le rodeó la cintura con sus brazos, por lo que su sólido cuerpo presionaba contra su espalda, su trasero y sus muslos. Tener relaciones sexuales con Tom Kaulitz era una experiencia que estaba más allá de sus sueños más salvajes, pero aquello —sentirse abrazada por él en la oscuridad, observando Las Vegas Strip, sintiéndose como si los dos fueran el centro del universo y al mismo tiempo felizmente solos—, aquello era innegablemente mágico por sí solo.
—Esto es bonito —le susurró sobre el hombro.
—Tú sí que eres rematadamente bonita —ella sintió cálida su respiración en el oído.
Después, él levantó una de sus manos para acariciarle la parte de abajo del pecho, mientras su otra palma se deslizaba hacia abajo por su vientre, y descansaba sobre su estómago plano, justo por encima de su vulva, y «bonito» ya no era la palabra adecuada para describir lo que estaba pasando. Se mordió el labio, y echó la cabeza hacia atrás contra él, y entonces, se dio cuenta de que su miembro estaba endureciéndose contra su trasero.
Fue entonces cuando la mano que había descansado en su estómago se deslizó más y más abajo, y la cubrió a través de la falda, y su vulva palpitó literalmente ante aquella caricia posesiva.
—Tom —susurró ella.
—¿Sí, nena? —su voz se había vuelto de un tono misterioso y sexy.
—¿Qué estás haciendo?
—Acariciarte.
—Pero... —estaban situados en la esquina de la barandilla de la torre, y ella miró hacia el otro lado. No había nadie observándolos, y había unas cuantas personas en la cima de la torre, por lo que a pesar de la sensación de soledad, no estaban solos. —Hay gente aquí.
—No pueden ver dónde tengo las manos —le aseguró él, en una voz baja y persuasiva. —Nadie está prestándonos atención.

—Bueno, puede que nos presten atención si empiezo a moverme contra tu mano —también había bajado el tono de voz, casi en gemidos por la pasión que la invadía. Él le cubrió ahora los pechos completamente, y su erección se hizo más y más dura contra su trasero. Ella deseaba empujar el cuerpo contra sus dedos.
Podía sentir más que ver la expresión acalorada que se dibujaba en su cara bajo aquel manto de oscuridad.
—Eso es lo que quiero, _________. Quiero que te folles mi mano.
Dios, ¿estaba hablando en serio?
—¿Justo aquí? ¿Con toda la gente?
—Mmmhmm.
Ella no declaró lo que era obvio. Que le gustaba hacerlo en privado. Sabía que ambos estaban pensando en ello. Y aquello era él, que la incitaba a dar un paso más allá de la zona segura, un poco más allá de lo que ya había ido. Era él incitándola a aprovecharse de aquella posibilidad, la posibilidad de que alguien los pillara.
Ella había escuchado que ese tipo de cosas podía excitar a la gente, el miedo de que te pillaran haciendo algo malo, pero a ella no la excitaba precisamente. Es más, la hacía sentirse nerviosa. Volvía a hacerle pensar en el pecado de una manera completamente nueva. Había sido una buena chica durante toda su vida, no había hecho nada que fuera demasiado salvaje, que se saliera tanto de lo común, y la idea de que alguien los pillara pasándoselo en grande, incluso aunque fueran extraños, la mortificaba. Pero el rigido miembro de Tom se extendía a lo largo del centro de su trasero y la hacía sentir demasiado bien como para ignorarlo. Y ahora él tenía la mano bajo su falda, y le acariciaba las braguitas, y le frotaba el clítoris justo de la manera precisa que a ella le hacía recordar que él era un experto en las caricias. El placer resonó en su interior, pero al mismo tiempo, algo más atrayente, una necesidad abrumadora de agitarse sobre sus dedos, de echar el trasero hacia atrás y presionarle la erección.

Volvió a mirar a su derecha, y a su izquierda. Vio a gente en la sombra, pero no estaban cerca de ellos. Y estaba muy oscuro, e iba oscureciendo cada vez más mientras el último resplandor de luz al oeste del cielo se desvanecía hasta adoptar un tono púrpura fuerte y luego negro.
Y cuando Tom retiró a un lado el trozo de seda que le cubría la vulva y hundió los dedos en sus húmedos pliegues, su lujuria pudo más que su miedo. Se dejó llevar y empezó a dar vueltas contra su caricia.
Oh, cielos, sí. Sí. El alivio la inundaba incluso con aquella simple respuesta, recibir sus cálidos dedos desde delante, y su grueso mienbro desde detrás. Y desde arriba, él le pellizcaba suave y rítmicamente el pezón, a través de la camiseta y el sujetador con cada cálido giro.
—Eso es, nena —le susurró al oído.
suplicó que él tuviera razón, que nadie se iba a dar cuenta de nada, que a nadie le iba a importar, porque ahora estaba demasiado metida en ello como para detenerse, moviéndose contra su mano, sintiendo lo mojada que estaba por él y sabiendo que él también lo sentía.
Se mordió el labio e hizo lo que él le había pedido, incluso con más vigor aún, deseando sentir todo lo que pudiera sentir, deseando empaparse de Tom, y de la noche, y de toda la Ciudad del Pecado. Echó la cabeza hacia atrás, la descansó sobre su hombro, y arqueó los pechos más hacia su mano, deleitándose con todo el placer que él le daba. Lo único que impedía el lugar en el que se encontraban era dejar escapar los gemidos y el «¡ Sí, sí, sí!» que deseaba gritar cuando la golpeó el orgasmo.

Se dejó invadir por las deliciosas olas de calor, su respiración se volvió más intensa, el brazo de Tom la sujetaba para evitar que se cayera al suelo, y solo cuando se apagó el placer, se acordó otra vez de que estaban en lo alto de la Torre Eiffel de Las Vegas, ¡rodeados de gente!

Dejó escapar el último de los desiguales jadeos, y descansando el cuerpo sobre él, le dijo:
—Por favor, dime que no hay nadie que esté observándonos.
Ella sintió que él giraba la cabeza para comprobarlo.
—No, nena... estamos bien. Y tú estás condenadamente hermosa.
Le dio un beso en la parte de arriba de la cabeza, y el indulto de saber que nadie los había visto la hizo darse la vuelta para recibir su abrazo, para rodearle el cuello con los brazos y para besarlo apasionadamente.
—Mmm, tus manos —suspiró ella, todavía le costaba respirar con normalidad.
—¿Qué les pasa? —le preguntó.
Ella sonrió con una mirada acusadora.
—Ya lo sabes. Sé que lo sabes. Son... increíbles.
Él se encogió de hombros.
—De acuerdo, quizás, haya escuchado eso antes. Ella bajó la barbilla y le dedicó su mirada más sexy.
—Bueno, ahora lo estás escuchando otra vez y... voy a recompensarte.
Tom enarcó una de sus cejas, parecía casi como si estuviera desafiándola.
—¿Cómo?
_________ apenas podía entender lo que acababa de poseerla. Pero el hecho era que se las había arreglado para alcanzar el éxtasis sin que nadie se diera cuenta, y la noche parecía volverse incluso más oscura, y el ascensor acababa de bajar, llevándose a algunas personas. A pesar de la tranquilidad que los rodeaba, no parecían sentirse tranquilos, y todo aquello la hacía sentir más atrevida de lo que se había sentido en la vida.
Estaban completamente solos, podía escuchar el suave eco de las voces de dos personas que venían del otro lado de la torre. Pero decidió que estaban lo suficientemente solos. Y como había sentido antes con Tom, se encontró a sí misma deseando ser salvaje para él, atrevida para él, deseó ser lo que él quisiera que fuera, aquella chica tan, tan sucia que había despertado en ella. El ascensor subió hasta detenerse al otro lado de la torre y ella deseó que las personas que quedaban se fueran, y que todavía faltara un rato para que el ascensor subiera de nuevo.
Lo empujó contra una de las paredes internas de la torre y después, cayó de rodillas. Cuando tendió la mano hacia la hebilla de su cinturón, Tom gimió:
—Oh, Dios mío.
El estremecimiento de su voz fue todo el incentivo que ella necesitó para desabrocharle con destreza el cinturón y bajarle la cremallera. Los abrió bien y después, presionó la palma de la mano contra su robusta erección.
Mmm, sí, no había sentido nunca nada mejor en su mano. Después, levantó los calzoncillos de algodón negro sobre su enorme y abultado miembro. Vaya, parecía incluso más grande desde aquel ángulo. Y aunque ella nunca había pensado que le fuera a importar el tamaño, de repente, la hizo sentir querer más.

Nunca había estado tan cerca de su miembro, y a pesar de la oscuridad que los rodeaba, pudo ver la redondez de su cabeza y su forma recta de bala. Como por un impulso, se inclinó para besar la parte de delante de su longitud. Un gemido tembloroso se le escapó de la boca, y, oh, Dios, estaba tan dura... y aun así la sentía increíblemente sedosa contra sus labios.
Pero no tenía tiempo para deleitarse observándola, así que agarró su mango cuando la brisa le levantó el pelo del cuello, bajó la boca sobre la punta, después más abajo, dejando que le llenara la boca.
Arriba, él dejó escapar un tembloroso suspiro que le dijo que estaba haciendo todo lo que podía para quedarse quieto mientras ella se ajustaba a la plenitud, y luego, empezó a mover la boca arriba y abajo.
Nunca le había provocado mucho la idea de hacerle un oral a un hombre, siempre había considerado de alguna manera que aquello era un deber, una obligación, cuando había estado en una relación con alguien, y a veces le resultaba como una intrusión de la que no disfrutaba particularmente. Pero de alguna manera, después de que Tom le hubiera hecho alcanzar el orgasmo, necesitaba aquello, necesitaba tomarlo en su boca de la manera que fuese, justo en aquel lugar, justo en aquel instante. Se moría por darle placer, mucho placer.
Aceptando tanto como podía de su majestuoso mienbro, se deleitó con cada movimiento, con cada sensación que aquello le producía. Levantó la cabeza para mirarlo y esperó que él pudiera verla lo suficientemente bien en aquella penumbra; incluso aunque ella tuviera un aspecto obsceno en aquel momento, quería hacerlo, por él.

Y sí, la pasada noche en la bañera había sido maravillosa: un placer expansivo y lento, sin presiones ni preocupaciones, le había dicho que le gustaba hacerlo en privado y se lo había dicho en serio. Pero estaba claro que él le había despertado aquel tipo nuevo y prohibido de emoción, aquel cálido entusiasmo de tener relaciones sexuales fuera de una habitación, fuera de cualquier tipo de habitación en aquel momento.

Porque cuanto más trabajaba sobre él, más se estiraba su erección sobre sus labios, y más empujaba suavemente él contra el hueco de su boca... y más se refugiaba en la pura alegría que sentía.

Deseaba más hacer aquello en aquel momento que existir.

No le importaba si alguien los pillaba, si alguien los observaba.

1 comentario:

  1. o.0 que intenso que bueo estuvo el capi otro otro otro otro jajajaja ya me tenias en suspenso de no saber que pasaba jajaja gracias por subir

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