miércoles, 23 de febrero de 2011

CAP 24

Deseaba lo que deseaba, y no importaba nada más.
El corazón no atiende a razones, pero lo mismo podía aplicarse a su cuerpo; y en aquel momento su cuerpo quería lamerle el miembro a Tom, de una manera intensa, profunda y minuciosa, hasta que alcanzara el éxtasis. Fue entonces cuando escuchó cómo se abrían las puertas del ascensor, al otro lado de la torre. Y después ligeras carcajadas, voces, de más gente.
Ella lo succionó, sintió su empuje, y silenciosamente deseó: «córrete, córrete».
Por los desiguales suspiros que emitía, _________ pudo sentir que estaba muy cerca y empujaba con más fuerza entre sus labios, pero ella también pudo sentir que los nuevos visitantes se estaban abriendo camino hacia ellos.
Así que soltó el miembro de su boca, se levantó, volvió a agarrarla y, en un movimiento decidido, tiró de su tanga a un lado y se montó sobre él, introduciéndola de una vez en su interior y se sintió agradecida por llevar tacones lo bastante altos como para hacer viable aquella postura.

—Si alguien viene —le jadeó, con la boca dilatada, cerca de la suya—, podemos quedarnos quietos. Pero así parecerá que solo estamos besándonos, no follando.
Él simplemente asintió, pero le brillaban los ojos con lujuria mientras empezaba a sumergirse vigorosamente en su humedad, que le daba la bienvenida.
—Cielos, no durará mucho —le murmuró contra sus labios. Luego, volvió a embestirla otra vez, y otra vez, hasta que un suave gemido se le escapó de la boca y tiró de ella hacia sí con fuerza, justo cuando una joven pareja cogida de la mano apareció por el rincón más cercano.
_________ y Tom se quedaron instintivamente quietos, pero él estaba corriéndose y ella podía sentirlo. De hecho, podía sentir su miembro palpitar dentro de ella, su semen arrojado contra las paredes internas en tres pequeñas y pasmosas explosiones.
—Oh, Dios —susurró ella, con la cara todavía cerca de la de él.
Él no dijo nada, solo le cubrió la boca con la suya y la besó con intensidad.
Había pensado que la noche anterior había sido algo íntimo. Joder, pensaba que todo lo que habían hecho juntos era algo íntimo. Pero nada comparado con aquello, mirar a sus ojos en la oscuridad, sabiendo que estaba dentro de ella cuando había otras personas cerca, sabiendo que la había llenado con calientes fluidos.

—Nunca dejas de asombrarme —le dijo él con suavidad.
—Supongo que simplemente tú... me has inspirado.
Él la besó de nuevo, y ella se recordó a sí misma que se suponía que no debía estar sintiendo nada emocional en todo aquello, así que se obligó a cambiar a un tema más práctico.
—Me temo que... tenemos un problema. Ah, eh... un problema de humedad.
Tom, sin embargo, no parecía preocupado lo más mínimo.
—No es un problema —la corrigió él.
Ella arrugó la nariz.
—¿Y por qué piensas eso?
Su voz bajó incluso más de tono.

—Cuando esos dos se vayan, voy a salir de ti. Después, voy a frotar mi semen en tu vulva y tus muslos y tú vas a sentirte un poco pegajosa durante toda la noche, lo que va a hacer que te sientas excitada y preparada para follarme otra vez más tarde.
—Oh —sintió cómo se quedaba sin respiración. Y sintió cómo estaba convirtiéndose en una chica sucia porque su plan le sonaba descaradamente bien. —Oh, Dios.
Cuando finalmente la pareja desapareció de su vista, Tom sacó su pene de ella, dejándola suspirar ante la pérdida, y después le dio rápidamente la vuelta, para que ella pudiera echarse hacia atrás contra la pared, y él se arrodilló ante ella.
Como le había prometido, utilizó las manos para extender sus jugos por toda su piel, y masajeó la humedad por la parte interior de sus muslos. A pesar del orgasmo que acababa de experimentar, le parecía imposible que sus caricias provocaran sus suspiros de placer mientras empujaba suavemente su pelvis contra la palma de su mano, escalofríos de nuevo deseo recorrían su cuerpo.
Concluyó aquella tarea al darle un suave beso en el clítoris, y aquello hizo que ella soltara un cálido jadeo de su boca.
Y cuando volvió a poner en su sitio la tela de su falda y se levantó para darle un beso en la boca, ella ya no estaba segura de si lo que saboreaba era su vulva o su semen, o simplemente el sexo —un sexo caliente y loco—, pero ni siquiera le importaba. Todo la hacía sentirse bien, sabía bien, la mezcla de ellos dos.
—Por cierto —le susurró él. —Puede que quizás quieras deshacerte de las bragas, están hechas un desastre.
Dios, se había olvidado de que llevaba bragas, la seda que había entre sus muslos se había quedado allí obedientemente, cuando ella se las había echado a un lado para permitir aquel atrevido encuentro.

Le puso las manos en los hombros y empujó hacia abajo.
—Entonces, vuelve ahí abajo. Quítamelas —dado que nadie más se había aventurado a acercarse a aquel lado de la torre, se sentía más atrevida ahora de lo que pensaba que era saludable sentirse. Pero Tom no dudó ni un momento, se dejó caer sobre las rodillas y subió la mano suavemente bajo su minifalda para atrapar el elástico que había a ambos lados de sus caderas. Lenta y sensualmente, le bajó las bragas hasta los tobillos. Levantó un zapato para que se las quitara, después el otro, lo observó hasta que se las quitó completamente, y se sintió más excitada aún cuando la cálida brisa de la noche sopló sobre su vulva, haciéndola sentir sofocada y preparada para más diversión.
Cuando él volvió a ponerse de pie, ella le puso las palmas de las manos sobre el torso y habló en un tono de voz bajo y jadeante.
—No puedo creerme que vaya a andar por ahí toda la noche con una falda tan corta, sin llevar ropa interior y con los muslos pegajosos.
Su traviesa sonrisa despertaba incluso más lascivia en su alma.
—Es tu segundo paseo sin bragas, y esta vez incluso empiezas así la noche. Se me está poniendo dura otra vez solo de pensarlo.
Su mirada recayó en el tanga rojo que llevaba colgando de las yemas de los dedos.
—¿Qué vamos a hacer con esto? —¿Te costó caro?
—En realidad, sí —Kelly había insistido en que lo comprara en su tienda de lencería favorita, que era bastante cara.

—Bueno, entonces, yo te compraré uno nuevo, porque creo que será mejor que nos deshagamos de este.
En realidad, parecía completamente destrozado. Pero...
—¿Vamos a dejarlo aquí arriba?
—Claro —dijo él, y ella solo pudo describir la expresión de su cara como una versión tranquila pero malvada. —Piensa en cómo excitará a la gente cuando se den cuenta de que alguien ha follado aquí arriba. Joder, quizás inspire a alguien más para que lo haga también —solo entonces recorrió con la mirada la barandilla que había tras ellos. —O mejor, podemos...
Le cogió la mano a _________ y la llevó hacia el borde de la Torre Eiffel donde había un pequeño agujero en la red de acero y entonces, sin dudarlo ni un segundo, dejó caer el pedazo de tela roja, que se fue volando hacia abajo sobre Las Vegas Boulevard.
Asombrada, _________ gimió y le dio una palmada en el pecho.
—¡Qué malo eres!
A lo que él respondió tirando de su cuerpo hacia sus brazos, e inclinando la frente hacia la de ella.
—Quizás seas tú quien me haya inspirado a serlo.
La noche transcurrió de la misma manera que las otras noches que había pasado con Tom aquella semana: una mezcla inexorable de trabajo y juego, música y sexo. Se dirigieron en taxi al primero de los bares aislados que había en la lista de Tom para aquella velada. Pero, una vez en el bar, incluso mientras discutían acerca del primer grupo, Playground Bully, Tom deslizó la mano hacia arriba bajo la mesa en la que estaban sentados y se inclinó hacia delante para susurrarle al oído:
—¿Estás mojada?
Su corazón latió con más fuerza ante aquella pregunta.
—Muy mojada —le dijo. Y era verdad. Incluso aunque siguiera concentrándose en la banda de rock, era consciente de aquella pegajosidad que tenía entre las piernas, justo como él le había dicho que iba a sentirse. Se sentía preparada para la acción, sentía los pechos pesados y sensibles bajo el sujetador, y escalofríos en la vulva.
—Bien —dijo él con una sonrisa dominante que a ella le hizo saber que le pertenecía, al menos durante aquella noche, durante aquella semana; y aunque nunca antes le había gustado la idea, la de ser la posesión de un hombre, con Tom era solo un matiz sexual más que añadir al resto.
—¿La tienes dura? —le preguntó entonces; deseaba tomar parte en aquel juego atrevido y guasón.
Él le concedió una mirada traviesa.
—Compruébalo tú misma.
Ella aspiró con fuerza. La sala estaba oscura, y estaban sentados alrededor de una pequeña mesa redonda, el uno al lado de otro, por lo que acariciarle sin ser vistos no sería algo difícil.
Se mordió el labio, tendió la mano, y deslizó la palma directamente sobre el bulto que había en sus pantalones. Lo que era más que un bulto. Lo sentía más como una columna de hormigón, dura como la roca contra su mano. Presionó hacia abajo, y el placer de aquella caricia se extendió a lo largo de su cuerpo, y le oprimió el pecho con deseo y seguramente la hizo humedecerse más donde se suponía que tenían que estar sus braguitas.
—¿Cómo puedes soportarlo? —le susurró ella. Se refería al hecho de que estuviera tan empalmado. Y además todavía era muy temprano.
Su respuesta vino acompañada de una sexy sonrisa.

—Es el precio de mezclar el trabajo con la diversión.
—Te las arreglas mejor que nadie al que haya conocido.
Sus ojos brillaron con pura lascivia.
—Tú lo has dicho. Supongo que eso significa que una cosa es tan importante para mí como la otra.
Le costó mucho no lanzarse hacia él y olvidarse completamente de los Playground Bully, pero justo entonces llegó la camarera, llevando dos bebidas frías. Vino para ella, Tom iba a tomar ron con cola aquella noche.
Así que bebieron y flirtearon incluso mientras hablaban de negocios, y al final, llegaron a la conclusión de que Playground Bully no tenían un sonido lo suficientemente único como para aprovecharlo y dar el siguiente paso.


:D espero q les guste nnas comenten xfiis

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