miércoles, 16 de febrero de 2011

Cap 22 LA CUARTA NOCHE

En realidad, ¿cuándo había sido la última vez que había disfrutado verdaderamente con una mujer sin que hubiera una relación sexual de por medio?
Mie*rda, aquella era una pregunta seria.
Porque no estaba muy seguro de que... lo hubiera hecho alguna vez.
A no ser que pensara en Angie. Pero otra vez, aquello había pasado hacía una eternidad. En otro mundo. Era una persona completamente diferente de la que había sido entonces.
—¿Ocurre algo? —le preguntó _________.
Él se sobresaltó.
—¿Qué? Nada. ¿Por qué?
—Solo es que tienes una expresión extraña en la cara.
Mie*rda. La gente no solía acusarlo de tener expresiones extrañas, así que no sabía qué contestar. Consideró la idea de ser sincero —tan sincero, abierto y directo como lo hubiera sido ella si la situación hubiera sido al revés— y decirle: «Solo es que me gustas, eso es todo. Me gustas, y realmente no recuerdo la última vez que real y honestamente me gustó alguien al que me estaba tirando». Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír con desdén y le dijo:
—Gracias —y como un impulso, le lanzó una patata frita.
Ella rió a carcajadas ante ello, y después le contestó devolviéndole un puñado de ellas.
Lo que, por alguna razón, a él le hizo que le gustara incluso más. La señaló con el dedo, en un gesto de reprimenda, y le dijo:
—Para —incapaz de disimular una ligera sonrisa. —Se supone que has de comportarte como una representante de A&R tranquila y moderna. Deja de lanzarme comida.
La expresión de _________ cambió de divertida a confusa.
—¿No has sido tú quien ha tirado la primera patata frita? ¿Hace diez segundos? Pensaba que quizás fuera parte de mi formación.
Él ladeó la cabeza, cruzó los brazos y al final, intentó ser honesto.
—Solo digamos que... hay momentos en los que me haces olvidar que estoy aquí por trabajo.
Al otro lado de la mesa, ella bajó la barbilla.
—Si eso ocurre, eres el hombre más capaz que hay para combinar el trabajo y el juego, como nadie que haya conocido nunca.
Él se encogió de hombros.
—Es un don —y se preguntó qué coño hacía diciéndole gilipolleces como aquellas, eso de que le hacía olvidarse de sus deberes. Vaya una estupidez. Era hora de cambiar de tema. —¿Vas a comerte esas patatas fritas o vas a lanzármelas? Deberíamos irnos, tenemos una gran noche por delante.
Después de regresar al hotel Venecia, _________ y Tom se fueron por caminos separados, hacia sus respectivas habitaciones, para prepararse para la noche. Ella había pasado una tarde maravillosa con él, pero dado que hacía unos cien grados en el exterior, definitivamente necesitaba una ducha antes de que salieran en busca de un nuevo talento.

Desde luego, cuando recorrió su cuerpo con la pastilla de jabón y dejó que el agua caliente cayera sobre ella, se acordó de cuan húmeda y enjabonada había estado con él la noche anterior. Se acordó de que aquel había sido el mejor y el más poderoso sexo de toda su vida.
Y pensó en el rato tan divertido que había pasado con él aquel día y cómo, en algún momento durante el paseo, le había ocurrido algo más sorprendente aún: la nueva _________ había parecido desaparecer. Pensó que había sido como una combinación entre la nueva y la vieja _________, y que aquella igualdad solo la hacía pensar que se había comportado como la auténtica _________. Porque nada de lo que había dicho ni hecho con él había sido fingido. Había dejado de ser todo calculado, planeado, practicado; de alguna manera, acababa de empezar a sentirse ella misma cuando estaba con él, una persona que a veces era estúpida, otras sensual, y todo lo que quedaba entre las dos cosas.
No podía evitar pensar en que Tom había descubierto aquella nueva y auténtica _________. Y que en los pocos días que habían pasado, nunca se había dado cuenta, nunca se había sentido tan... completamente consciente de quién era, como lo hacía ahora repentinamente.

«Deja de pensar de esa manera», se regañó a sí misma, mientras se ponía una camiseta de lentejuelas sin mangas y una minifalda. Porque pensar de aquella manera solo la hacía sentirse conectada a él. No solo físicamente, sino también emocionalmente. Y allí no había sitio para ninguna emoción, ¿o sí lo había?

«Mie*rda. Déjalo ya».
Estaba de pie delante del tocador, maquillándose, y fue entonces cuando decidió que debía seguir unas cuantas reglas durante el resto de la semana:
1)Aprende tu trabajo nuevo.

2)Concéntrate en los aspectos físicos de la relación.

3)Evita cualquier otra emoción que suponga un romance o compromiso.

4)Haz a un lado cualquier pensamiento que te recuerde cómo estás engañándole.

5)Y fóllatelo a la primera oportunidad que se te presente.

Decidió concentrarse especialmente en el número cinco, y dado que la noche estaba empezando y las luces de la Ciudad del Pecado empezaban a brillar ya en el anochecer que se exhibía en las ventanas de su pared, supuso que no tendría que esperar mucho tiempo para hacerlo.
En la cena...
—La cena ha sido rápida —dijo Tom, y echó un vistazo al reloj después de dejar la tarjeta de crédito en la pequeña carpeta de cuero que acababa de traer la camarera. —Es demasiado temprano para ir a las discotecas, tenemos más o menos una hora por delante
—Se me ocurre una buena manera de aprovechar una hora —le contestó ella, en un gesto coqueto, incapaz de resistirse y pasear el zapato por su pierna, debajo de la mesa.
Como solían hacer, sus preciosos ojos marrones brillaron mientras él ladeaba la cabeza y le concedía una pequeña y traviesa sonrisa.
—Es una pena que te guste tanto hacerlo en privado, porque no tenemos mucho tiempo de regresar al hotel. Tendremos que hacer algo que sea más aburrido.
Después de esbozar una sonrisa guasona, echó un vistazo a su alrededor —a los coches y limusinas que se precipitaban arriba y abajo por el Strip, a las fuentes del Bellagio que atravesaban la avenida, a la noche de Las Vegas que empezaba ya a alimentar su excitación— y sus ojos recayeron en la Torre Eiffel que estaba a un tiro de piedra de ellos.
—Vayamos a la parte de arriba —dijo ella, señalando.
—Nunca he ido hasta allí.
—Oooh, así que por fin seré yo la que tenga que enseñarte algo a ti.
Diez minutos más tarde, Tom había comprado los pases y estaban subiendo en el ascensor con una pareja mayor y una joven familia.
Unos minutos después, estaban en la plataforma de observación, y el aire de la cálida noche golpeaba a _________ como una piedra, pero de alguna manera le pareció más estimulante que opresivo, lo que, combinado con la vista, le recordaba que probablemente había vivido más en los pasados días que en toda su vida.
—Vaya —dijo ella, acercándose a la barandilla. Como muchas estructuras con aquella altura, la plataforma estaba rodeada de pequeños barrotes de acero cruzado, una especie de red para evitar que nadie cayera hacia abajo, pero como era de esperar, había una pequeña abertura que permitía a los visitantes tener una clara vista. Además de los hoteles y los casinos que recorrían Las Vegas Boulevard, la vista panorámica que ofrecía la torre incluía una mirada al desértico valle, y hacia el oeste se atisbaban los restos de puesta de sol que brillaba tras una silueta de montañas.

Tom caminó hacia ella.
—La vista no es ni de cerca tan buena como la que se tiene desde la verdadera Torre Eiffel en París, pero tengo que admitir que no está nada mal.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Has estado en París?
Él asintió con rapidez.
—Unas pocas veces.
¿En qué estaba pensando ella? Por supuesto que había estado en París. Era el alucinante Tom Kaulitz, después de todo. Por momentos, se olvidaba de aquello, finalmente había logrado no pensar en que estaba con una estrella como había pasado al principio. Pero entonces, en otros momentos, aquello venía a ella con una asombrosa claridad.
—¿Por qué pareces tan triste de repente? —le preguntó él. Se sintió como una completa cría, pero le contestó con sinceridad.
—Envidia, supongo. Siempre he soñado con ir a París. Aparte de unos cuantos viajes a la playa en el instituto y después, de haberme mudado a Los Ángeles, apenas he estado en ningún sitio. Supongo que ver hoy el hotel y ahora esto (incluso aunque solo sea una reproducción, un tipo de parque de atracciones) ha hecho que vuelva a desear ir allí.
Él le cubrió la mano con la suya.
—Irás allí.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar eso?

—Vas a lugares nuevos ahora mismo, _________, figurativa y literalmente. Hay un mundo completamente nuevo que se abre para ti. Podrás ir adonde quieras ir.
Él habló con tanta confianza que ella sintió cómo se renovaba la suya propia. Haber reflexionado antes —aunque solo hubiera sido un momento— acerca de su engaño, había empezado a sembrar dudas de si estaba haciendo lo correcto, solo un poco. Ahora que lo conocía. Ahora que le gustaba tanto. Y la verdad era que verlo caminar con tanta seguridad hacia los camareros y encargados de las discotecas para hablar de música y negocios la hacía sentir un poco... intimidada. Como si no importara el buen oído que tuviera ella para la música, nunca sería capaz de hacer bien ciertas partes de aquel trabajo, o al menos no con comodidad. Pero ahora, con Tom recordándole las recompensas de gran alcance que daban aquel puesto —viaje, lujo— sintió una energía renovada y bastante determinación

4 comentarios:

  1. buen capitulo me gusto el saber que sienten cosas uno por el otro es lindo espero el siguiente

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  2. valla no es solo sexo que bien ojala que terminen enamorados jajaja

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  3. awwwwww a el le gusta ella n.n ame el capitulo please sube pronto bye

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  4. Dios... La chica que escridió esta novela, tiene una facilidad de redacción magnifica! Me encanta! =D

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